SIENNA
Mientras nos llevaba de vuelta al hotel, Aiden llamó al servicio de habitaciones y pidió que nos entregaran una tarta de manzana en nuestra habitación.
Estaba mareada: la alegría me recorría el cuerpo mientras guiaba el camino.
Cogimos nuestros platos y tenedores y nos sentamos juntos en la cama, sonriendo como idiotas mientras comíamos nuestro pastel de la victoria.
Estaba demasiado contenta para ser cuidadosa, y al poco tiempo una porción de relleno de tarta cayó sobre mi camisa, justo en la parte superior de mi pecho.
Los ojos de Aiden se dirigieron a ella, y tiró su pastel a un lado, el plato golpeando el pie del marco de la cama con un tintineo. Se inclinó hacia delante, con un gruñido bajo sonando en su garganta.
Mi corazón comenzó a acelerarse mientras lamía la gota de relleno.
Luego, en un revuelo de ropa y manos, nos desnudamos mutuamente.
Estaba más caliente de lo que la Bruma podía hacer.
Mi compañero.
Mi amor.
Para siempre.
Nadie podría separarnos.
Su boca estaba en mi piel desnuda, mi clavícula, mis pechos, mi estómago.
Bajó más, luego separó mis muslos y hundió su lengua en mi interior, recorriendo mis pliegues mientras yo clavaba los dedos en las mantas, arqueando la espalda.
Mi mano se hundió en su pelo, mi respiración se aceleró mientras él me daba placer.
Luego retiró su boca, sustituyéndola por los dedos mientras levantaba su cuerpo sobre el mío.
Me lo bebí con los ojos: sus fuertes hombros, su amplio pecho, la ondulación de sus músculos cuando me levantó por la cadera.
- Eres mía —murmuró—. Nadie puede apartarte de mí.
- Nadie —acepté, hipnotizada por la intensidad de su mirada.
Sentí la punta de él empujando contra mi sexo.
Abrí las piernas, invitándolo a entrar.
Necesitándolo.
Se quedó un poco más, con sus ojos recorriendo mi cuerpo desnudo; los sentía como una caricia.
Mi carne respondió, cosquilleando con la piel de gallina.
- Tómame, Aiden —le rogué—. Por favor, tómame ahora.
- Eres mía —volvió a decir mientras se enterraba en mi interior con una profunda embestida que me hizo jadear.
Sus dos manos me cogieron el culo mientras me penetraba con más fuerza con cada empujón.
Lo deseaba, todo él, y rodeé sus caderas con las piernas. Con mis brazos alrededor de su cuello, me apreté contra él, piel contra piel.
A medida que mi arrebato aumentaba, clavé mis garras medio movidas en su espalda.
Era de él, sí.
Pero él también era mío.
Una oleada de felicidad me arrancó un grito de la garganta y me aferré a él.
- ¡Márcame! —jadeé.
Me miró sorprendido.
- Hazlo de nuevo —le rogué—. ¡Por favor!
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Lobos milenarios (libro 3)
Kurt AdamHola queridos/as lectores/as!!!! Me llamo Noah y este es el tercer libro de lobos milenarios. Como ya dije en el primero y segundo, esta historia no es mía, es de Sapir Englard, y me gustó tanto que quiero compartirla con todos/as vosotros/as!! Po...