Imperio

2.4K 354 12
                                    

Durante las dos semanas siguientes, Pansy dividía su tiempo entre las clases, las tareas y la biblioteca

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Durante las dos semanas siguientes, Pansy dividía su tiempo entre las clases, las tareas y la biblioteca. No tenía malas calificaciones, pero ella sabía que los conocimientos que tenía no eran suficientes, al menos no para una guerra.

Por otro lado, las clases se estaban haciendo más difíciles y duras que nunca, en especial la de Defensa
Contra las Artes Oscuras.
Para su sorpresa, el profesor Moody anunció que les echaría la maldición imperius por turno, tanto para mostrarles su poder como para ver si podían resistirse a sus efectos.

Moody empezó a llamar por señas a los alumnos y a echarles la maldición imperius. La pelinegra vio cómo sus compañeros de clase, uno tras otro, hacían las cosas más extrañas bajo su influencia: un chico dio tres vueltas al aula a gatas mientras maullaba, otro imitó una ardilla e incluso uno ejecutó una serie de movimientos gimnásticos muy sorprendentes, de los que hubiera sido completamente incapaz en estado normal. Ninguno de ellos parecía capaz de oponer ninguna resistencia a la maldición, y se recobraban sólo cuando Moody la anulaba.

—Parkinson —gruñó Moody—, ahora te toca a ti.

La chica se adelantó hasta el centro del aula, en el espacio despejado de mesas, no sin antes lanzarle una corta pero significativa mirada a Blaise que estaba a su lado.

Moody levantó la varita mágica, la apuntó con ella y dijo:
—¡Imperio!

Fue una sensación extraña. Se sintió como flotando cuando toda preocupación y todo pensamiento desaparecieron de su cabeza, no dejándole otra cosa que una felicidad vaga que no sabía de dónde procedía. Se quedó allí, inmensamente relajada, apenas consciente de que todos la miraban.
Y luego oyó la voz de Ojoloco Moody, retumbando en alguna remota región de su vacío cerebro: Salta... salta...
Ella, obedientemente, flexionó las rodillas, preparada a dar el salto.
Salta...
«Pero ¿por qué?»
Otra voz susurró desde la parte de atrás de su cerebro. «Qué idiotez, la verdad, no quiero», dijo la voz.
Salta...
«No, creo que no lo haré, gracias —dijo la otra voz, con un poco más de firmeza—. No, realmente no quiero...»
¡Salta! ¡Ya!
«Que no quiero»

Moody notó rápidamente la renuencia en la pelinegra, un brillo sádico apareció momentáneamente en su ojo real, su boca se curvó ligeramente hacía arriba.

La voz en la cabeza de la pelinegra parecía haberse callado, hasta que repentinamente sonó nuevamente con más fuerza.
Salta... Salta...
«No»
Salta...
«No quiero, sal de mi cabeza »

Lo siguiente que notó Moody fue mucho dolor. La pelinegra había aplicado toda su fuerza de voluntad para sacarle de su mente, cosa que había logrado, pero no solo lo sacó de allí sino que además le produjo un increíble dolor de cabeza.

—Bien —gruñó la voz de Moody masajeandose las sienes. Pansy lo miró, la sensación de vacío ya había desaparecido de su cabeza. — ¡Bien hecho Parkinson, vuele a tu lugar!

Slytherin PrincessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora