Torneo de los tres magos

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La Ceremonia de Selección dio fin

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La Ceremonia de Selección dio fin. La profesora McGonagall tomó el sombrero y el taburete, y se los llevó.

El profesor Dumbledore se puso en pie. Sonreía a los alumnos, con los brazos abiertos en señal de bienvenida.
—Tengo sólo dos palabras que decirles —dijo, y su profunda voz resonó en el Gran Comedor—: ¡A comer!

«¡Genial!» Pensó Penélope, cuando por arte de magia las fuentes vacías de repente aparecieron llenas ante sus ojos.

Con cuidado se sirvió un poco de puré de papa y una pierna de pollo. Toda la comida tenía una apariencia estupenda y el sabor no dejaba que desear.

—Parece que tienes hambre Parkinson—dijo burlonamente Blaise  al ver a la chica servirse por segunda vez.

—¿No tienes nada mejor que hacer que cuidar mi ingesta de comida? —pregunto seriamente Pansy. ¿Este quién se creía, su nutriólogo?

—¿Realmente te sientes bien? Parece que cambiaste demasiado durante las vacaciones—dijo Daphne Greengrass, mientras, con ayuda de un tenedor, llevaba un trozo de carne de su plato a su boca.

—Por supuesto —contesto tajante la pelinegra. No le gustaba la forma en la que todos la juzgaban, todos creyendo conocerla.

—Oh, dejen en paz a la princesa— se mofo Blaise.

—Pero si habló el bufón— le contestó ella en el mismo tono. Theodore río disimuladamente.

La lluvia seguía golpeando con fuerza contra los altos y oscuros ventanales. Otro trueno hizo vibrar los cristales, y el techo que reproducía la tormenta del cielo brilló iluminando la vajilla de oro justo en el momento en que los restos del plato principal se desvanecieron y fueron reemplazados, en un abrir y cerrar de ojos, por los postres.

Una vez terminados los postres y cuando los últimos restos desaparecieron de los platos, dejándolos completamente limpios, Albus Dumbledore volvió a levantarse. El rumor de charla que llenaba el Gran Comedor se apagó al instante, y sólo se oyó el silbido del viento y la lluvia golpeando contra los ventanales.

—¡Bien! —dijo Dumbledore, sonriéndoles a todos—. Ahora que todos estamos bien comidos, debo una vez más rogar su atención mientras les comunico algunas noticias:
»El señor Filch, el conserje, me ha pedido que les comunique que la lista de objetos prohibidos en el castillo se ha visto incrementada este año con la inclusión de los yoyós gritadores, los discos voladores con colmillos y los bumeranes-porrazo. La lista completa comprende ya cuatrocientos treinta y siete artículos, según creo, y puede consultarse en la conserjería del señor Filch.

La boca de Dumbledore se crispó un poco en las comisuras. Luego prosiguió:
—Como cada año, quiero recordarles que el bosque que está dentro de los terrenos del castillo es una zona prohibida a los estudiantes. Otro tanto ocurre con el pueblo de Hogsmeade para todos los alumnos de primero y de segundo.
»Es también mi doloroso deber informarles de que la Copa de quidditch no se celebrará este curso.

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