Había un olor agradable, me encantaba ese aroma: pay de queso con chocolate; la tía Rosa estaba en casa, ella le daba ese toque hermoso a la vida, bueno, a mi vida.
Me levanté de la cama y justo enfrente se hallaba la cocina, una que regularmente estaba llena de cochambre como muchas cosas en esta casa, y también personas; la casa no tenía puertas más que la de la entrada y el baño así que se podía ver de un cuarto a otro, y ahí se encontraba ella dando suaves movimientos al adornar el delicioso pay, mi postre favorito, ella volteó a verme y su hermosa sonrisa fue la principal fuente de luz en la habitación en ese momento, pero de pronto su cara oscureció al igual que la cocina y el pay se convirtió en un plato vacío, sucio y negro, el olor era terrible como agua contaminada, ella empezó a sonreír maliciosamente y el plato lo fue apretando cada vez más hasta que se partió en dos mitades desiguales y de pronto ya no era mi hermosa tía Rosa, era ella, la mujer que más quería en la vida, con la que hubo una época de hermosos momentos, mi madre; su mirada era tan agria y sádica que decidí salir de allí, pero la puerta ya no estaba, me dirigí a la ventana de al lado de mi cama, la abrí y no había nada, todo hacia abajo era oscuro y no se veía nada, miré arriba y el cielo estaba vacío, no había más que una luna cubierta por unas cuantas nubes grises, espantada volví mi cabeza hacia la casa y ella estaba frente a mi cara a cara.
Las pulsaciones eran igual de precipitadas como todas las mañanas, solo que esta ocasión el sueño cambió en la parte final, las veces anteriores solo había en el cielo oscuridad, no una Luna. Toqué mi cabeza y estaba húmeda del sudor, miré alrededor de mi cuarto y a diferencia del sueño había una puerta blanca en él, la casa ya era diferente, ya no era como antes, gracias a la tía Rosa que nos había dado más de lo que debía.
Me levanté aun somnolienta y encendí la luz, el destello me cegó por unos segundos, tomé mi ropa deportiva y me vi al espejo observándome por un momento, tenía unas ojeras que decían que había mucho que contar y era así, el día anterior mandaron a llamar a mi mamá, "por hacerle una broma que pasaba los límites tolerables a alguien que era de nuevo ingreso", según mi directora, y no la culpé, tenía toda la razón, me sobrepasé con el chico nuevo, pero no me fue nada bien después, mi madre tuvo que salirse de la farmacia en la que trabaja por ir a la escuela y llegando a la casa después de clases... Fue terrible.
Me hice la típica trenza de lado que siempre llevaba a la escuela y a todos lados, salí de la habitación, mamá ya se había ido al trabajo; no apetecía nada así que tomé mi mochila blanca y salí de ahí, el cielo aun estaba oscuro, era muy temprano, a mamá le tocaba el turno de la madrugada, no lo había recordado, o quizá ella no me lo había dicho. Como aún era temprano decidí pasar un rato en los columpios del parque, que solo a esa hora se encontraban vacíos, antes todos lo veían como un simple campo, pero yo no lo veía así, ahora todos vienen, inclusive los adultos, para hacer ejercicio, me quitaron el único espacio que tenía para poder pensar, estar sola e inclusive divertirme, solo por ello me llamaban "rarita", en especial la familia.
Después de diez minutos de estar allí fui a tomar el bus y sin querer me quedé en un leve sueño.
El detestante sonido de una puerta que se abría y cerraba me despertó de mala gana, ya se empezaba a ver más claro, apenas eran las seis cuarenta cuando llegué a la parada, me bajé y la calle estaba solitaria saqué de mi mochila una cajetilla y un encendedor negro, encendí uno y fumé, así me gustaba hacerlo, sola, sin que nadie me viera, no me gustaba hacerlo en público, me encantaba inhalar ese humo, me relajaba y me hacía sentir más ligera física y mentalmente; al terminar tomé camino hacia la escuela, mientras pensaba lo que le diría a América y Marian por lo del día anterior.
-¿Con que también fumas?- una voz en casi un susurro me sacó de mi nube, haciendo que diera un respingo por el susto-. No me sorprende.- se puso enfrente de mi yo lo miraba aun en shok por el susto.
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Las estrellas no están en el cielo
Подростковая литератураYo siempre deseaba que me amaran, no cualquier persona, quería que ella me amara ¿quién? mi madre y mi cielo. Todos los días daba lo mejor de mí para que ella estuviera orgullosa, para que me mirara y los ojos le brillaran ¿lo logré? tal vez. A vec...