VERTE FELIZ

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Había una oscuridad total, era tan sofocante, creí tener los ojos cerrados, pero no, estaban abiertos como nunca y aun así todo mi alrededor se tornaba negro, una luz frente a mí, que parecía distante, destelló mi vista, era un cuchillo lo que salía de aquel hueco luminoso, una mano lo sostenía, un cuerpo gigantesco empezó a salir, estaba en shock ¿qué estaba ocurriendo?, ¿estaba muerta?; el cuerpo era conocido, era una mujer, Vanesa, una sonrisa diabólica era la facción que denotaba su rostro, se acercaba a mí, acorralándome en aquel vacío, el miedo se escurría dentro de mí.

-¿Diana?, despierta- dijo Vanesa aún amenazante, eso me desconcertó.

-¡Diana!- un golpe en el pecho fue lo que me hizo dar un brinco interior, y me di cuenta de que estaba soñando.

La luz era fuerte, dolía en mi cabeza, ¡Dios!, me dolía cada cabello, y no sabía si aquello era posible.

-Cierra esa porquería- dije, mientras hundía la cabeza en una suave y acolchonada almohada.

-Cierra la cortina German, por favor- al fin pude identificar que aquella voz le pertenecía al estúpido de Esteban.

-¡Ahh!- hice un grito de frustración-. ¿Cómo te atreves a despertarme?- guiada por mi furia mañanera y cruda di un golpe en su cabeza y cubrí mi cara con las sabanas.

-Creo que será mejor dejarla dormir otro poco- dijo Esteban haciendo zumbar mis oídos. Jamás me había despertado con tan pésima actitud, ¡gracias alcohol!

-Pero yo ya me tengo que ir, no esperaba que mi madre llegara hoy, tengo que estar allá- German sonaba preocupado.

-¡¿Qué no piensan callarse?!- gemí con frustración, en serio, mi cuerpo entero necesitaba de silencio total.

-Yo la llevaré, anda, vámonos- seguido de eso escuché un ligero portazo y sin intentos el sueño me inundó.

Giré tranquilamente en la cama, era tan acolchonado, las sábanas desprendían una fragancia a rosas, sentí que despertaba en un jardín. Abrí lentamente los ojos, mágicamente el dolor de cabeza se había esfumado, aunque mi estómago dolía, era hambre, tan feroz como América cuando se enoja, y eso era bastante; empezando a tomar más conciencia de mí, vi alrededor ¿en dónde me encontraba?, la habitación en la que estaba era pequeña, pero acogedora, las paredes pintadas de azul pastel se veían impecables, como todo allí, una ventana que era de donde la luz emanaba llamó mi atención, me senté en el colchón obteniendo así una mejor visión, las cortinas que se encontraban separadas eran de un azul oscuro, contrastando a la perfección con los muros, algo en el lugar me parecía demasiado familiar, sentí que ya había estado allí, entonces recordé lo sucedido en la mañana, si, era el departamento de Esteban, la pregunta era ¿Cómo llegué hasta allí?.

Me levanté, el frio de mis pies descalzos me hizo dar un brinco, observé mi vestuario, ¿Qué rayos?, un camisa de color vino era lo único que mi cuerpo vestía, la prenda llegaba hasta unos centímetros arriba de mis rodillas, la pena se apoderó de mí, ¿Esteban me habría cambiado de ropa?, si era así el moriría en cuanto lo viera, ¿Cómo se atrevía?, pero a pesar de eso, lo que más me ponía nerviosa del asunto es que, de ser así, él había visto mi cuerpo, mis piernas delgadas no inspiraban en absoluto a una persona sexy, eran cortas, yo media menos de uno con sesenta, las observé, estaban pálidas por la falta del sol, por instinto lleve mis manos a mi busto, sentí liberación al notar que aun llevaba puesto el sostén, eran unos senos promedio, nada de lo que un chico se sorprendiera si las viera.

Preguntándome que hacer, busqué por la habitación mi ropa, pero nada, tomé un respiro y avancé a la puerta, en donde se hallaba colgada, la chaqueta negra de Esteban, giré el pomo con delicadeza, como si esperara no ser descubierta, pero ¿no había hecho nada malo?, ¿verdad? Cuando salí me encontré con un pasillo de lo más pequeño, al final había una puerta, donde imaginé que estaba el baño, de repente un poco de agua sobre mi piel se me hizo bastante acogedor; avance hasta llegar a la sala, no había nadie, pero un aroma a comida y café se introdujo en mis fosas nasales, me dirigí a la que parecía ser la cocina, y ahí estaba tomando un café mientras algo hervía en una olla detrás de él.

Las estrellas no están en el cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora