EL MATÓN

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Bitch better have my money inundaba el lugar en el que me encontraba, una especie de... ¿antro quizás? Me sentía completamente fuera del lugar, era como si pusieran a Barack Obama como presidente de México y a Peña Nieto en EUA, así de estúpido y raro me sentía y supuse que me veía de la misma manera. Había remplazado la holgada pijama azul cielo por unos jean negros que en un pasado fueron pantalones de tía Verónica o como prefería llamarle, la hermana de mamá; también traía puesta una blusa de mangas largas color rojo y de uno de mis brazos colgaba la chaqueta de cuero negra del hijo de Víctor, me la había quedado y no era correcto quedármela, por mucho que me gustara, la chaqueta, por su puesto.

Víctor había pasado a casa por mí en una bonita camioneta lobo negra, creí que iríamos al bar de la primera vez en que nos conocimos, pero no, me trajo a quien sabe dónde carajos.

Los jóvenes y adultos bailaban de maneras seductoras y sexys al ritmo de las canciones que pusieran, me agradaba más el ambiente aquí que en el bar "la copa", ningún lugar tenía que ver conmigo hablando solamente de la personalidad, pero el olor a sudor, perfume, alcohol y quizás drogas me atraía de más.

-No te quedes ahí-. Víctor sonrió sin abrir los labios, lo hacía lucir joven aquel gesto-. Dime ¿quieres tomar algo?

Estábamos en un rincón bastante alejado de donde las personas frotaban sus traseros unos contra otros; la mesa en la que nos encontrábamos era roja, más que mi blusa, y en vez de sillas había sillones negros.

-¿Acaso lo que me vas a decir necesita de mí con ingesta de alcohol?-. El soltó una carcajada.

-No, claro que no, pero es para entrar en el ambiente-. Y al decir la última palabra abrió los brazos enseñándome su alrededor.

-Es que yo, nunca he tomado ni el alcohol para curar heridas-. Y era cierto, en mi vida probé una gota de cualquier bebida alcohólica.

-Es que a lo mejor no has curado las heridas correctas-. Dijo Esteban, quien apareció detrás de su padre, tomándolo de los hombros.

Víctor rió por el comentario.

-Siéntate hijo-. Se hizo a un lado para hacerle hueco en el sillón.

-Yo si voy a querer una cerveza, ya sabes cuál-. Le guiñó el ojo a su padre.

-¡Rebeca!-. Víctor alzó el brazo para que pudieran verlo.

Una mujer alta, delgada y morena se nos acercó, tendría quizás unos dieciocho años.

-Una cerveza para mi hijo, por favor y uno de tequila para mí y para Diana...-. Me miró en busca de la respuesta.

-Yo nada-. Moví las manos como diciendo que no.

La muchacha se alejó.

-Y bien, ¿Sabes algo de él?-. De repente su cara se puso seria. Rascó su cabeza.

-Él llamó, hace dos días, le conté de ti-. Me miró esperando mi reacción, y la obtuvo.

-¿Cómo está? ¿Sabes dónde se encuentra?-. La emoción se abrió paso en mis palabras.

-Sí, y no te lo diré, pero desea verte con mucha euforia.

La chica llamada Rebeca trajo sus bebidas y dejó también una botella de no sé qué en la mesa.

-Y ¿entonces? ¿Qué acaso no soy merecedora de saberlo?-. Tanto yo como su hijo lo mirábamos con los ojos super abiertos.

-No es eso, pero de decírtelo en un arranque desesperado por las grandísimas ganas de verle, lo irías a buscar y eso nos tiraría el plan que tenemos en manos-. Dijo que eres la única que le puede dar fin a esto-. Cruzó sus manos y las puso sobre la mesa-. Vamos no pongas esa cara.

Las estrellas no están en el cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora