Highland

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LaAcademia Highland en Ontario, Canadá, una academia de omegas prefectos y de mucho prestigio social, un complejo estilo victoriano antiguo de domos imponentes que parecían observatorios milenarios al cielo; pilares blancos colosales que llegaban a alcanzar las nubes; bibliotecas magistrales repletas de estantes atiborrados de libros que se extendían metros tras metros de longitud en los inmensos pasillos; una academia oscura, tan oscura que ni siquiera las luces de las salas, salones y pasadizos podían alumbrar demasiado de noche, pero con un exterior claro engañoso.

Highland era el campo de sufrimiento intelectual de muchos omegas, incluyéndome. Olivia y yo éramos los cuartos omegas en la línea familiar estudiando en ella, pero éramos los primeros en poder graduarse con honores de pregrado, supongo que por eso éramos el orgullo de papá y mamá, sin mencionar de mi bisabuela.

Era nuestro último día, lo que significaba no más alarmas a las cuatro de la mañana; no más usar ese pantalón rojizo incómodo con la camisa de vestir blanca, la corbata rojiza y el saco con el logo grabado, no más utilizar ese desesperante uniforme aún en días de verano de calor insoportable; era nuestro último día en la academia lo que quizás había hecho que me despertara sintiéndome como si algo grande fuera a pasar, como si mi vida fuera a cambiar por completo y con mil ideas en mi cabeza.

La celebración de graduación sería en dos semanas, no cabía la emoción dentro de mí al saber que después de recibir mi diploma no tendría que volver a colocar un pie dentro de esa institución, habían sido prácticamente ocho años en educación, cuatro de esos sólo secundaria y si alguien se moría por salir, ese era yo.

En dos semanas también sería la segunda semana de Agosto y tanto Olivia como yo tendríamos 18 años, al fin podríamos cada uno mudarnos o eso era lo que había prometido mamá por años; también podríamos iniciar una vida pública y comenzar el trabajo que nos correspondía después de ser presentados como herederos del Grupo Otero.
Seríamos los primeros omegas directos en heredar el ''Grupo O" por decisión legítima y ese hecho, era el que hablar de los conglomerados con los asociados del grupo, dos omegas dirigiendo después de tres décadas con directores alfa sería la ruina luego de todo lo que se había logrado, esos eran los rumores en los pasillos de los edificios y yo los sabía porque los había escuchado en más de una ocasión, sin embargo sabía que no era algo de lo cual mi hermana o yo debiéramos preocuparnos, mi mamá no cambiaría de decisión, como tampoco mi papá.

De hecho a mamá jamás le había importado lo que quisieran los demás desde que era joven o eso me había contado papá, una alfa con un temple hierro que había logrado llegar a la cima para botar esos estigmas de los alfas a pesar de ser ella una, se había posicionado en la mesa de dirección al pasar como dueña heredera y presidenta sobre su padre; luego se había casado con su omega, mi papá, al cual había hecho vicepresidente de sus empresas, restaurantes, cadenas hoteleras, clubes, bares y todo lo que pudiera imaginar; ella se lo había dado a mi papá, todo era y estaba a su nombre.

Pero después de recibir ese diploma era nuestro turno de llegar a la cima, después de eso el mundo iba a ser nuestro, porque para eso habíamos sido educados.

Porque eso era lo que habíamos estados esperando por años los dos.

Olivia y yo, Matías Otero García.












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El trayecto a la academia por primera vez en la vida se sintió corto, las calles milagrosamente no estaban atascadas de más vehículos y lo único que rondaba mi cabeza era ver a Elías, por fin decirle que podríamos vivir en un departamento juntos; tenía meses buscando, subrayando y llamando a escondidas para encontrar lo que más se acercara a lo que queríamos y al fin lo había encontrado. Tenía semanas ansiando nuestro último día en Highland, le iba a proponer que nos mudáramos para vivir juntos, no necesitábamos de ningún alfa, yo podía ayudarlo a seguir su sueño de arte aunque que fuera en contra a lo que sus abuelos querían y a pesar que termináramos podríamos seguir siendo amigos, como lo éramos desde que nacimos.

La Canción de HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora