Marcas y nudos

21.9K 2.5K 380
                                    

—Márcame Haakon— fue lo único que Matías pudo escuchar antes de perder el dominio de su cuerpo, mientras cedía ante su celo, y aunque no lo hubiera estado sabía que era seguro que se hubiera dejado llevar, no había forma de resistirse con esos ojos viéndolo de esa forma.

Se había convertido en la presa de ese alfa que tenía su piel ardiendo, jamás había probado a uno como el que estaba enfrente suyo o mejor dicho, debajo suyo, y la idea que fuera para él le fascinaba.

Los labios de Haakon recorrían su cuello de forma ávida y voraz alcanzando zonas peligrosas, pero no le importaba, el éxtasis que le causaba el imaginar cómo se sentiría la marca en su cuello silenciaba todas las alertas de alarma, podía sentir los caninos de alfa perforando su piel de manera peligrosa, como él también podía inclusive saborear el mismo la sangre por hacerlo... Lo último de sanidad que le quedaba estaba lentamente rompiéndose hasta que ya no le quedó nada más. Matías lo tomó del rostro, separando los labios suaves, que habían dejado un camino de tonos rosa por toda su piel que estaba expuesta, el alfa lo miró confundido y el omega al ver su reacción sonrió, se levantó de las piernas que lo habían tenido arriba y se puso de rodillas frente a él, una vez abajo arrodillado en el suelo, las separó para colocarse en medio de ellas y subir un poco.

Había algo que olía demasiado bien debajo de toda esa tela, justo en medio, donde un zipper era lo único que le impedía tocar más allá y por supuesto que sabía lo que era, lo quería probar.

—Me gusta cómo huele aquí— dijo Matías.
Subió una mano y la colocó sobre la elevación en el pantalón. Estaba duro y era grueso, cosa que lo hizo morder sus labios excitado.
Haakon al sentir el contacto dejó salir un gemido ahogado. El sonido recorrió los sentidos del omega de forma placentera.
—Me gusta como huele aquí— repitió sacando delicadamente su lengua para pasarla sobre la tela, el alfa se levantó de inmediato y lo tomó en brazos. El platino que Matías había visto en el violeta no era producto de su imaginación o deseo, realmente estaba ahí y había borrado todo el violeta del iris. Un color salvaje.
—Lo buscaste y lo pediste, traté de controlarme, pero ya no puedo— jadeó agitado Haakon con su pecho subiendo y bajando fuerte, ágil con sus manos comenzó a quitar el top de cuello largo que Matías llevaba puesto, la tela negra dejaba ver su cuello solo si ponía su cabeza hacía atrás, pero para el alfa no era suficiente, quería tocar todo de él; con la otra mano adaptó el sofá para que ambos pudieran estar ahí y cuando estuvo listo lo tiró al de una forma delicada.

Matías al caer sobre el colchón, no pensó un segundo para comenzar a sacarse el pantalón que en el momento le estorbaba, no tenía fuerza en sus brazos para otra cosa que no fuera tocar a Haakon y le estaba costando bajarlo, cuando sintió cómo de un tirón el pantalón estaba fuera de él y al instante en el suelo, dejándolo expuesto en su diminuta ropa interior mojada, se veía casi semitransparente por todo el lubricante con el que su entrada lo había preparado, sentía como palpitaba y la necesidad de ser llenado era cada vez más fuerte. Deseaba a Haakon y su cuerpo lo pedía a gritos.

—Haakon, te ne...cesito, aquí— gimoteó separando sus piernas para dar acceso total al alfa de tomarlo como suyo —No aguanto, te necesito...—.

Haakon se arrodilló en medio de ellas y no tardó nada para bajar a quitar lo que se interponía entre él y su entrada, rompió rápido la ropa interior húmeda con la mano y con seguridad introdujo el miembro de Matías en su boca deleitado con el delicioso sabor de su omega, mientras con los dedos de la mano derecha comenzó a recorrer la delicada entrada lubricada y preparada completa para tenerlo dentro; subía y bajaba ávido, como si estuviera hambriento de él y su esencia.

—¡Mgmh! Haakon— Matías colocó sus piernas en los hombros del alfa con sus ojos cerrados, el placer que le estaba dando era uno que nunca había sentido antes, su mente cada vez iba más y más nublada.

La Canción de HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora