El teléfono

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Matías durmió 17 horas seguidas, absolutamente nada de lo que pasaba afuera o aún dentro del complejo de apartamentos lo despertó de su largo sueño, pero cuando lo hizo, cuando sus ojos se abrieron finalmente se sentía renovado, incluso hasta más joven, con energías de absolutamente todo y realmente no sabía si eran los efectos de las feromonas de Haakon pero no mentía al decir que se sentía de maravilla.

Durante minutos contempló el salir de cama, hasta que hizo el mapa mental de cómo iría su mañana. Se estiró aún enrollado en las sábanas, se levantó directo al baño donde abrió los grifos de la tina para tomar una ducha, lo cual para su sorpresa era decepcionante porque no quería perder el aroma impregnado en su ropa, en su cuerpo, en su piel; esas feromonas que lo había arrullado, las del alfa ojos violeta. Cuando la tina se llenó comenzó a quitarse la ropa que tenía puesta desde hacía casi 48 horas, hasta quedar desnudo, cuando volteó a examinar su cuerpo se dio cuenta que algunas de las marcas de su celo habían desaparecido y otras cambiado de color, sin embargo varias seguían ahí haciendole consciente de lo que había sucedido.

Con cuidado metió un pie para ver que la temperatura del agua no estuviera demasiado fría y al comprobar que no, entró por completo, hundiéndose en pensamientos. Todos y cada uno sobre Haakon.

Se tomó todo el tiempo que quiso, como si procurara despedir con elaborado afecto el aroma que se escapaba de su piel, whisky, en su vida habría imaginado su piel cubierta de ese aroma, menos con un toque de ámbar, pero ahí estaba, el aroma poco a poco siendo menos perceptible. Quizá lo extrañaría, fue lo único que se quedó cuando necesitaba estar con alguien sin decirlo. Las horas que estuvo en el agua lo único que bailaba en su mente era él y aún cuando terminó saliendo envuelto en dos toallas, una en la cabeza y la otra en el cuerpo él seguía sin irse de su mente.
Quería distraerse de verdad, que se fueran las imágenes; en vez de colocarse ropa fue a la cocina a preparar la primera comida que iba a tener en horas, el almuerzo, por alguna razón champiñones fue lo primero que vino a su cabeza, sin embargo no lograba concentrarse en un plato en específico, quizá era porque ahora que había descansado realmente entonces veía con más claridad todo lo que sucedió, era demasiado como para pensar en un simple plato; decidió que buscaría una receta, en ese momento sería lo más sencillo.

Dio la vuelta para regresar a su habitación a buscar el teléfono cuando recordó que no lo había encontrado el día anterior, se mordió la lengua para no soltar ninguna maldición y se dispuso a buscar por todo el apartamento. Cuarto por cuarto, sala por sala y rincón por rincón; volteaba, tiraba y revolvía pero no lograba nada, no aparecía por ningún lado, mejor dicho, no estaba en ningún lado.

—Pero si no recuerdo haberlo dejado, siempre lo llevaba conmigo— dijo rascándose la cabeza.

Después de casi 15 minutos de búsqueda y de 8 llamadas desde el teléfono de casa para ver si vibraba se había rendido, en esos momentos se detestaba por siempre andar el aparato en silencio.
Repasaba los recuerdos una y otra vez, buscando un momento que no estuviera claro, quizás ese era el punto exacto donde lo había perdido.

—No recuerdo haberlo dejado en el club— dijo mordiéndose los labios con fuerza por la cólera
—Aunque, no es como si esa era mi prioridad— sacudió su rostro de inmediato, el club y esa noche era en lo que menos debía de pensar en ese instante, Esmerlada le había advertido, cualquier cambio o emoción fuerte podía hacer que su instinto de omega no marcado llamara a Haakon y podría quedar expuesto a otros si no estaba cerca de alguien de confianza.

Se colocó la mano en la frente para dar pequeños masajes y siguió tratando de rememorar; lo fácil sería simplemente ir a la compañía, reportarlo como perdido y se le daría uno nuevo con lo que sus datos almacenados en el anterior serían fácilmente transferidos al nuevo y eliminados del viejo, descartando cualquier violación a su privacidad, pero su problema era que si algo se metía en su cabeza sin que lo pudiera recordar o resolver por si mismo, se obsesionaba. Hasta el momento llevaba memoria de ese día en el orden de llegar, entrar a la sala, salir de la sala, ir al baño, bajar a la pista; pero en cada punto recordaba andar su teléfono sujeto en su pantalón; sabía que después subió a la sala nueva, vio a Haakon, pasó lo que tenía que pasar y luego se fueron...
Aún lo andaba cuando se subieron al...

La Canción de HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora