Sala violeta con luces rojas

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Matías no sabía si era una jugada de su mente después de tomar ese pequeño vaso de líquido color rojo y topping de crema batida, pero su cuerpo se sentía extraño, había probado no recordaba cuántos tipos de shots; la cuenta en su cabeza desapareció después de 18, sin contar uno que otro sorbo a la copa gigante con líquido celeste y burbujas violetas de sabor adictivo a sandia. Lo único que realmente podía recordar era como Olivia le decía ¨Tómalos Mati, solo tómalos sin preguntar qué es¨, mientras él obediente hacía lo que su hermana decía y Ragna en un sofá reía de la situación, disfrutando de cómo poco a poco el control, el autocontrol y la rigidez con la que lo conocía desaparecía.

Sin embargo, desde un par de minutos atrás percibía un aroma que lo embriagaba, lo podía oler por todos lados llamándolo para que lo siguiera; era cálido, parecía miel pero al mismo tiempo áspero y amargo, era una mezcla que no pensó llegaría gustarle pero lo estaba empezando a atrapar, sin darse cuenta había iniciado a buscar ese aroma que al parecer le fascinaba, era adictivo.

—¿Sientaaen eso?— preguntó con su discurso iniciando a distorsionarse, no sabía en qué momento había llegado a uno de los sofás, acostado mirando todo desde abajo la sala se veía distinta, las luces rojas parecían hacer que todo fuera en cámara lenta.

Al no obtener respuesta después de un par de segundos volteó hacia donde se encontraban las personas que le debían responder y se dio cuenta que la sesión de besos que llevaba algunos minutos había pasado a algo más intenso, con lo nublada que estaba su cabeza pudo reconocer a su hermana sobre la alfa pelinegra, ambas habían iniciando a soltar feromonas no muy discretas sobre lo que estaba pasando entre ellas, sus ojos poco a poco enfocaron como la mano de Ragna comenzó a bajar a otros lugares recibiendo un ¨¡Maaah!¨ de Olivia que inclinó su cabeza hacia atrás dejando al descubierto y vulnerable todo su cuello.

Al escuchar y ver eso los ojos de Ragna se tornaron oscuros, fue en ese momento que Matías decidió que era mejor irse, tenía suficiente para sacarse los ojos con lo que había visto. Tambaleándose se levantó del sofá sin que ellas se dieran cuenta, los sonidos cada vez iban en aumento por lo que salir de la sala se volvió un necesidad. Sigiloso fue en dirección de la puerta y logró salir pensando que al menos esta vez solo era Oli en la habitación, había ido a traer a su hermana llorando al menos cinco veces y aún así cuando la alfa la llamaba ella siempre regresaba, no lo hacía sentir mejor el dejarla dentro con Ragna, pero en su estado no había mucho que pudiera hacer aunque quisiera y sabía que su hermana aunque tratara de arrastrarla, no iría con él.


Salió al pasillo y al respirar fuera de la sala sintió que iba a ahogarse de todo lo que inspiró, cuando había descrito el club como algo erótico y vulgar horas atrás hablaba en serio, no era necesario saber qué pensaban todas las personas a su alrededor cuándo sus feromonas lo decían todo en silencio; parejas en el pasillo, puertas de diferentes salas dejando ver espectáculos, las gradas repletas de escenas, estaba rodeado de celo con feromonas, era un palacio del deseo, lujuria y descontrol. Decidió bajar a la primera planta donde estaba la pista llena de gente bailando unos contra otros, los cuerpos no dejaban espacio alguno entre ellos y si dentro de la zona privada habían feromonas indiscretas, afuera era un festín que invitaba a cualquiera a unirse, era una orgía silenciosa aún con ropa, ese olor y el hecho de haber probado todos los colores en los vasitos para Matías no era nada de ayuda, podía ver como alfas con omegas, omegas con betas, betas con betas, alfas con alfas y omegas con omegas se desataban en la pista unos contra otros; sin mencionar el aroma que lo seguía a todas partes, ese que hacía sentir su cuerpo vibrar le estaba causando estragos.

Con sus ojos comenzó a recorrer todo el lugar, hasta que su vista se posó sobre un signo y tambaleándose inició a caminar en dirección al baño a tratar de ganar un poco de cordura. Abrió la puerta del cuarto y se quedó unos segundos sin saber que hacer hasta que vio el espejo del tocador aparecer frente a él, entonces vio su reflejo, se acercó lo más que pudo al cristal dejando unos poco centímetros, su respiración dejaba círculos borrosos sobre el reflejo.

La Canción de HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora