Regalos y sorpresas

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Haakon

Al estar en ese auto viendo cómo Matías subía y bajada encima de él, Haakon no pudo evitar pensar que aunque prácticamente lo estuviera obligando a casarse con él, no podía dejar de querer que fuera suyo así como él era del omega.

—Matías ¡mhm! sigue mi bello omega— trataba de hablar lo más claro posible —Haz lo que quieras conmigo haa— jadeaba, tratando de contener todo para no marcarlo él también.
Sin aviso previo el mundo se movió haciéndolo caer y ahora estaba viendo al techo, mientras Matías se daba vuelta para volver a sentar sobre él sin darle pausa alguna; la sonrisa que el omega tenía era peligrosa, era como un demonio insaciable seduciéndolo y para Haakon era tan fácil caer.
—¡Mgm! buen omega— sonreía el alfa.

"Demonios, podría dejar que este omega me dominara por la eternidad"; la idea le parecía encantadora a Haakon, mientras lo veía seguir y seguir saltando sobre su verga como si fuera la primera vez que ambos sentían lo que era probar sus cuerpos desnudos, sus pieles chocando una contra la otra y como si fuera la última vez que fuera a suceder.
Cuando el auto se detuvo, Matías desde arriba lo vio con la sonrisa más angelicalmente provocativa que había visto en su vida, era un demonio vestido de ángel, no había otra explicación y había caído en su maldición.
—Ya sabes que hacer— porque cuando lo escuchó decir eso, el alfa estaba totalmente desarmado de nuevo.

Otra vez se encontró siguiendo todo lo que el omega que lo estaba devorando decía, cada palabra estaba dispuesta a cumplirla. En momentos como ese agradeció siempre dejar un abrigo en ese auto, como pudo estiró su brazo y alcanzó el asiento trasero donde estaba, salir de esa manera se estaba volviendo una costumbre al parecer, una de la cual no se quejaba en absoluto; cubrió a Matías sin sacar nada de él nuevamente, abrió el auto e inició a tratar de caminar al ascensor mientras su omega cada vez que caminaban movía su trasero arriba y abajo, haciendo imposible avanzar los 289 metros del estacionamiento al elevador. Era tortura pura, de la más cruel.

—Si sigues haciendo eso... quitaré lo que te trae cubierto y te voy a coger aquí sin importar quien venga— jadeó, cerca de dónde estaban los oídos del omega bajo el abrigo.

Al decir esto sintió como Matías tensó su espalda gimiendo, lo estaba volviendo loco, su verga era el complemento perfecto para ese culo tan lujurioso que tenía el omega, podía sentir como el lubricante bajaba por su piel cada que trataba de subir, incluso podía recordar cómo sabía de delicioso a su paladar. Cómo pudo llegó al elevador, presionó el botón para el número del apartamento y al entrar puso al omega contra el vidrio e inició a dar estocadas, Matías en sus brazos gimiendo descontrolado se aferraba a su cuello mientras estaba iniciando a tener espasmos; Haakon quería más, lo quería todo para él, en cada sentido, le era difícil controlarse y cuando se abrió el elevador, ya sabía dónde ir. Volver a ese apartamento para él se sentía como regresar después de trabajar a Matías, como regresar a su omega; sin preguntar fue en dirección al cuarto, lo tiró en la cama finalmente, el sacar su miembro de Matías fue doloroso como nunca lo imaginó, pero al verlo desnudo totalmente expuesto solo para él, saboreó la idea de volver a entrar de forma impaciente.

—¿Por qué tardas? se siente vacío aquí— se quejó el omega, levantando sus piernas para dejar a la vista completa su agujero lleno de su lubricación.
"Mierda"; el olor era delicioso y adictivo.
Sin pensar un segundo más, Haakon se quitó toda prenda de encima y se abalanzó sobre él. Matías no supo en qué momento le dieron vuelta, pero ahora su cabeza estaba sobre las almohadas y su trasero levantado mientras su alfa entraba torturosamente lento, lo estaba castigando por provocarlo y lo sabía.
—¡Mghm! Haaakon... así no... más rápido— desesperado Matías trataba de mover sus caderas.
—¿Más rápido o más fuerte omega?— quería volverlo loco, así como él lo había hecho pero cuando escuchó a su destinado responder entre jadeos "Ambos... te quiero dándome rápido y fuerte ¡mgm! que escuchen que me tomas haaaa"; quien perdió la cordura fue él de nuevo, Matías lo tenía donde quería.

La Canción de HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora