Capítulo (12)

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NARRADOR OMNISCIENTE

Luego de abandonar la casa del ojiverde, él rizado media hora después, se estaciona en el estacionamiento de su mansión. Erick, cómo siempre veía todo con sus ojos brillantes, cada vez que iba a casa de su novio, imaginaba qué era uno de esos castillos de los libros que leía. Siendo Joel y él, los príncipes que lo habitaban.

En silencio, entraron a la mansión Pimentel, para luego detenerse en living.

—Mi papá, estará emocionado de verte—

—¿Dón-de está?— Joel, iba a responder, pero la voz de su padre lo detuvo.

—Hola hijo, ¿cómo estás?—

—Bien, padre— él señor Pimentel, mira al rizado confundido.

—Le hablaba a Erick, Joel— sin poder evitarlo, soltó una risa escandalosa al mirar el rostro molesto de su hijo.

Joel, bufa mirándolo mal. A veces creía que su padre quería más a su novio que a él.

—Ho-hola, señor Pimentel—

—No me llames así, dime suegro sí quieres. Por mí es mejor— exclamó, alzándose de hombros.

Erick, asintió sonriendo tímidamente.

—Bien, le diré que te traigan lo que te compré está semana—

—Papá, no puedes comprarle cosas a Erick, cada vez que lo veas—

—¿Porqué no?—

—Porqué no me dejarás a mí nada disponible para obsequiarle—

—Es tu novio, puedes darle cosas que evidentemente yo no le daré—

—Padre— murmuró avergonzado.

Eran sus ideas, ¿o todos incluyendo a su novio, hablaban indirectamente algo sexual sobre ellos?.

—Deja el drama, mejor llamaré a Samantha, para qué le traiga las cosas a mi niño—

—Es mi niño— murmuró entre dientes.

Erick, lo miró sonrojado, mientras qué él mayor de los tres bufaba.

—!Samantha, venga acá por favor!— gritó, llamando a su empleada.

Una chica de tez blanca y cabello negro, baja las escaleras hasta llegar al sitió dónde se encontraba su jefe.

—¿Digame, señor?— saludó, mirando disimuladamente al rizado.

—Vaya a mi habitación, y traiga la caja de libros que se encuentra encima de la estantería—

—¿Se la llevo hasta su habitación, Joel?—

—En primer lugar, soy Joven, Joel, y segundo, no son para mí, son para mi
novio— exclamó, sonriendole al ojiverde.

La pelinegro, asintió de mala gana. A su parecer, Erick era solamente un chico demasiado lento e imbécil.

Sin tener otra opción, se marcha al lugar indicado. Minutos después, regresa con la caja que su jefe le pidió.

—Gracias, señorita Samantha— asintió sin decir nada, para luego retirarse.

Él señor Pimentel, voltea en dirección al ojiverde y le entrega la pequeña caja.

—Espero y te gusten los libros, fueron una colección autografiada por dicho autor—

Chiquito (Joerick)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora