Capitulo 11

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Habían sido contadas las veces en que yo por iniciativa propia llevaba a una mujer en mi auto, las relaciones interpersonales no eran exactamente mi área. Sin embargo, no voy a mentir diciendo que nunca hubiera hecho algo semejante.

Aunque, esta situación en particular se salía totalmente de mi zona de confort. Era increible, pero mi poca experiencia en situaciones donde te "importa la otra persona" me convertia en ese joven inexperto que solía ser, ese que se sonrojaba con un beso en la mejilla y se aclaraba la garganta para disimular, ese que no sabía cómo responder ante algún comentario provocativo o acción sugerente. Tampoco era como si fuera virgen o no supiera que hacer, simplemente era algo que había experimentado de manera mínima.

En mi juventud habia pensado casarme con una mujer. Asi que sé lo que es amar a alguien para perderlo despues. Nos conocimos en la universidad; ni siquiera Sherlock sabia de ella a ciencia cierta. Sospechaba y se molestaba, pero nada mas. Estudiaba literatura y clásicos. Nos vimos por primera vez en la biblioteca de Oxford y nos enamoramos. Se llamaba Vanessa y era de Edimburgo. Murio en un accidente aéreo con toda su familia cuando regresaba de unas vacaciones de invierno en Suiza. El sistema hidráulico del avion falló y ellos junto con otros 143 pasajeros murieron cuando el avión se estrelló contra la ladera de una montaña.

Vanessa era hermosa. Con suaves ojos grises, cabello castaño rojizo y una hermosa sonrisa. Era amable buena y gentil. En resumen ella era todo lo que yo no era y estaba enojado por ella. Iba a decirle despues de año nuevo que la amaba, pero nunca tuve la oportunidad y siempre me he arrepentido. Ella nunca supo sobre mis sentimientos. Y desde ese terrible momento no ha habido nadie mas. No en ese sentido.

Pero aquí me hallaba, con la chica que esta misma mañana me había hecho deshacerme considerablemente de mi carga de estrés y tensión.

Era obvio que sentía atracción por ella, y ella al parecer también por mí. Pero necesitaba saber que era lo que realmente buscaba en mí. Cuál era el grado de madurez que arañaba en ese momento, así tal vez podríamos tener una negociación y probablemente llegar a un acuerdo que fuera beneficioso para ambos.

Estaba ensimismado en mis pensamientos haciéndolo en completo silencio, cuando de reojo la vi; estaba totalmente absorta en el paisaje citadino, se hallaba pegada a la ventanilla y sus manos se aferraban a la puerta del auto.

Cuando pasamos por un lugar iluminado pude ver su reflejo, sonreía ampliamente. Era encantadora, y al mismo tiempo me hacía sentir mal; tan solo era una niña nada más. Estaba en eso cuando de pronto volteó hacia mí, seguía sonriendo.

- ¿Y ... donde me llevarás? - la miré tratando de ocultar lo que pensaba en aquel momento. Levanté ligeramente las cejas - no es que me preocupe, confió en ti, pero bueno tu entiendes, me da un poco de temor -

- Tranquilícese, no voy a hacerle daño - ella puso su mano frente a mí, para detenerme -

- Creí que nos hablaríamos por nuestros nombres, Mycroft - dijo remarcando mi nombre -

- Solo me dirijo a ust... a ti - aclaré - con respeto -

- Puedes respetarme y aun así llamarme Amelia - puso una mano sobre la mía en mi rodilla - por favor - dijo con las cejas juntas. Miré nuestras manos juntas y me gustaría decir que no sentí nada, pero una pequeña descarga viajó hasta mi entrepierna. ¿cómo podía hacerme sentir eso? ¡¿A mí?!.

Mi indignación era mucha. Hace algún tiempo esto hubiera bastado para que yo me alejara lo más rápido posible de la mujer que osaba tocarme sin mi consentimiento.
En los "acuerdos interpersonales" se estipulaba concretamente que no podian tocarme. Pero aquí estaba yo, queriendo más, anhelando otra caricia, otro roce, otra descarga, porque no voy a mentir, eso me gustaba. Y no solo eso, yo quería más, y ¡Dios Santo! como deseaba que ella quisiera lo mismo.

Hasta que te conocí. (Mycroft Holmes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora