𝗛𝗔𝗜𝗞𝗬𝗨𝗨 ϟ Oɴᴇ Sʜᴏᴛs

𝗧𝘀𝘂𝗸𝗶𝘀𝗵𝗶𝗺𝗮 𝗞𝗲𝗶

𝐓𝐬𝐮𝐤𝐢𝐬𝐡𝐢𝐦𝐚 𝐊𝐞𝐢 ☾ 𝐒𝐞𝐧𝐝𝐚𝐢 𝐅𝐫𝐨𝐠𝐬

Tsukishima vió la llamada de Yamaguchi en su celular, probablemente tratando de ver si estaba bien, o tanteando el terreno para comprobar si ya había visto la noticia. La ignoró y dejó su celular boca abajo.

No quería que llamara Yamaguchi, ni Yachi, ni nadie. Sólo esperaba, muy en el fondo y como un enamorado desesperado, una llamada de Harumi.

—No creo que sea cierto, Harumi luce como una buena chica —trata de animarlo Kogane.

Tsukishima quiso decirle algo como: no me preocupa, no encontrará a nadie mejor que yo. Pero era mentira, porque en su mente, todos eran mejores que él y todos serían mejores parejas para su Harumi.

Él no era un hombre de miedos, pero su personalidad fría le había comenzado a pasar factura desde que conoció a Harumi. Entonces empezó a preguntarse a sí mismo, si su ser tan poco expresivo, quizás no tan amoroso, le resultaba suficiente a ella.

¿Él era suficiente?

Y empeoró esa mañana, cuando su novia estaba en las páginas de chismes siendo emparejada con otro tipo: “La joven actriz Harumi ha sido vista en tal lado con xx y se rumorea una relación.”

A la mierda.

El tipo era guapo, alto, y de sonrisa amable. Todo en ese ser era amable, y si Tsukishima veía esa foto mal editada una vez más, se iba a golpear la cabeza contra los casilleros.

—Yo sé que ella no lo haría —le dice a su compañero de equipo.

La práctica fue una tortura para el rubio, todo lo que quería era ir a ver a su novia en donde sea que estuviera. Por eso, cuando los dejaron libres, agarró sus cosas y salió sin rumbo fijo.

Revisó su celular y el mensaje de Haru sólo decía que había llegado al departamento hace poco.

Tsukishima tomó un taxi y su respiración se volvió irregular cuando el vehículo lo dejó frente al edificio en el que vivía su novia por el momento. Pagó la tarifa, se bajó y entró con más urgencia de la que quería demostrar.

Tocó el timbre al llegar, tomó un respiro y miró el rostro de su novia lleno de amargura al recibirlo.

Ahora sí estaba seguro de que ella iba a dejarlo, y honestamente, Tsukishima Kei estaba listo para rogar.

—Hola, tú —ella murmura.

Él cruza el umbral de la puerta y ella la cierra. Ni siquiera le importa si está sudado, o si huele muy mal, sólo quiere saber si ella terminará su relación.

—Supongo que viste las noticias en la mañana, Kei —ella habla primero—. Es una mierda, una completa mierda. Fui a la agencia a reclamar y a que le dieran solución al problema, así que eliminaron la nota.

—Sí —es todo lo que dijo el rubio. Estaba más tieso que una zarigüeya asustada.

—¿Eso es todo lo que vas a decir?

—Yo... —quiere guardarse todo lo que siente, pero al mismo tiempo quiere ser vulnerable frente a ella—. Estaba asustado.

—¿Asustado?

—Lo vi, ¿sabes? —él retira su maletín de su hombro y se sienta en el sofá—. La foto del chico. Él lucía cálido y amable, como alguien que iba acorde contigo. Y me pregunté si era normal que alguien como tú, estuviera con alguien como yo. A veces hasta pienso en el por qué me elegiste.

—Ay, cariño.

—Me pregunto si estás bien conmigo, si te soy suficiente, si mi personalidad tan diferente no interfiere en tu amor por mí, o si te has cansado. Sé que no hiciste nada malo, que jamás me engañarías, pero mi mente a veces se niega a creer que alguien tan genial, espontánea, y expresiva como tú me ame justamente a mí.

Harumi quiere retener las lágrimas, pero es inútil. Se acerca despacio a su novio, su bonito y decaído novio, y le acaricia el rostro con suavidad.

—¿Te has sentido de esta manera y te lo has guardado, Kei? —ella resopla un poco.

Es raro, no va a mentir. Ver a Tsukishima preocupado por la opinión de alguien más, por perder a su novia, por dañar su relación. Era casi como un milagro.

—Ay mi ranita del voleibol —Harumi era una cursi, pero él adoraba muchísimo eso.

Kei ríe y quiere evitar las lágrimas, pero no puede contenerlas cuando Haru se sienta sobre él para consolarlo. Sus delicadas manos le quitan las lágrimas del rostro, le acaricia y le hace cálido el pecho. Harumi da caricias en su cabello rubio.

—Eres tan bonito, mi amor —ella le dice.

Él se sonroja de golpe y ella ríe un poco.

—Bonito, bonito, bonito —susurra la chica, dejando un beso en la nariz del rubio—. Ni siquiera te das cuenta de todo lo que haces por mí.

—¿Sí?

—Todas las mañanas llenas mi plato de cereal antes de que me siente en la mesa porque odias que me salte el desayuno; todas las noches pones un poco de esencia de lavanda sobre mi almohada porque sabes que me ayuda a dormir mejor; cambiaste la posición del escritorio un día después de que me escuchaste quejarme por haber golpeado mi cadera con él. Son esos pequeños actos, los que me dicen lo mucho que me amas.

Tsukishima evita la mirada de su novia porque se siente tímido y avergonzado, pero ella empieza a repartir besos sobre su mandíbula.

—Tu lenguaje de amor no podrá ser el contacto físico, pero los actos de servicio se te dan muy bien —ella habla y él suspira con satisfacción a los besos de su novia—. Y eso tiene a tu novia muy contenta.

—¿Sí? —él pregunta con un hilo de voz cuando Harumi empieza a restregar su nariz con la de él de forma cariñosa.

—Sí, así que no tienes que preocuparte más, cariño —sus manos volvieron al cabello rubio de Kei—. Me tienes, ¿entiendes, Kei?

—Sí —él esconde su rostro en el cuello de Harumi.

—¿Te tengo?

—Desde el primer día —responde Kei antes de besar los labios de su novia al sacar su cabeza del escondite que había encontrado en ella.

Se sintió más aliviado de lo que le gustaría alguna vez admitir. Las manos de Harumi estaban sosteniendo su rostro con delicadeza y las manos de él sostenían con fuerza sus caderas.

Quiso quedarse allí para siempre.

Quiso quedarse para siempre con Haru porque estaba seguro de que nunca nadie le iba a amar y a cuidar como ella.

Supo desde el primer día que si Harumi le pedía el mundo entero, él iba a hacer su máximo esfuerzo para envolverlo y dárselo porque la amaba y lo merecía.

Ella lo merecía todo.