13. Chivos Expiatorios.

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Dōma:

Llegué a mi casa sintiendo unos deseos irrefrenables de destrozarlo todo a mi paso. Cerré la puerta a mis espaldas de un golpazo y sin importarme una puta mierda que el suelo se ensuciara con los zapatos de la calle enfilé el pasillo rugiendo y lanzando por los aires todo lo que encontraba a mi alcance. La puerta del salón que se encontraba al final de este se descolgó de una de las bisagras a causa de la violenta patada que le propiné y se quedó meciéndose con precariedad de la que no había salido despedida.
—¡Maldito mocoso hijo de puta! —vociferé sintiendo que de ninguna otra manera podría sacar de mi interior esa sensación ponzoñosa y recalcitrante que amenazaba con consumirme. Jamás en mi vida me había sentido así, y lo que era peor, aún seguía respirando esa pequeña sabandija.

Agarré la lámpara de pie que había al lado del sofá con las dos manos y como si fuera un mazo la estrellé contra el respaldo de este haciendo que la pantalla y la bombilla saltaran en miles de pedazos, luego fue la mesita baja, el televisor de pantalla plana, las estanterías con libros. ¡Nada! ¡¡Absolutamente nada de lo que me rodeaba tenía valor si no tenía conmigo a Akaza!! Y ese maldito desgraciado seguramente estaría durmiendo con él… Solo de pensarlo me hervía la sangre.

Cuando acabé con el salón me fui hacia la cocina, recorrí habitación tras habitación hasta que al final llegué a mi dormitorio y tras arrancar a tirones el somier fijo al suelo de la cama, me lie a puñetazos y patadas con las puertas del vestidor, las mesitas de noche hasta que caí exhausto al suelo en mitad del caos.

Algo caliente y viscoso resbalaba por mis manos y al alzarlas vi que tenía trozos de madera y cristal clavados en ellas. De los cortes brotaba la sangre y sabiendo que no notaría nada*, simplemente comencé a arrancarme uno tras otro los fragmentos, como si de ese modo pudiera olvidarme por un momento de todo, de Akaza, de la pequeña zorra, e incluso de mí mismo. De pronto mi cuerpo tembló cuando traté de contener una carcajada, pero al final acabé riendo como un histérico arrastrándome por el suelo hasta quedar aovillado en una esquina del cuarto. Allí continué riendo hasta que las lágrimas anegaron mis ojos, lágrimas y carcajadas sin sentido. Heridas que no dolían y un hueco devorándome por dentro.

«Akaza Hakuji, tú y solamente tú puedes hacerme sentir, sentir de verdad. Por eso no voy a permitir que nadie y mucho menos él se te lleve de mi lado. Eres mío desde el primer día que te vi aparecer, desde el instante en que nuestras miradas se cruzaron, supe que me pertenecías a mí y a nadie más.»

La vibración de mi móvil me arrancó de mis pensamientos trayéndome de vuelta al aquí y al ahora. Por un momento dudé entre coger la llamada o simplemente ignorarlo. Al final hice lo primero sin siquiera tomarme la molestia de ver quien me llamaba. Un pequeño tic se adueñó de mi ojo derecho en cuanto reconocí la voz de Kokushibō al otro lado de la línea. Me dijo una hora, una fecha y un lugar.
—Y no te olvides de traer a tus subordinados —dijo antes de cortar la llamada.

Con la mirada perdida me clavé las uñas de la mano derecha en el antebrazo izquierdo y las deslicé hacia arriba, hacia la cara interna del codo una, y otra y otra vez con las pupilas atrapadas en mi reflejo en el cristal agrietado de un espejo.

*CIPA:

La Insensibilidad congénita al dolor con anhidrosis o CIPA (del inglés: Congenital Insensitivity to Pain with Anhidrosis) o Neuropatía Hereditaria Sensitivoautonómica de tipo IV o HSAN (del inglés: Hereditary Sensory and Autonomic Neuropathy) es una enfermedad hereditaria rara del sistema nervioso. La anhidrosis es uno de los síntomas más característicos de la enfermedad y se basa en la incapacidad para sudar y, con ello, para regular los cambios de temperatura corporal. Algunos estudios apuntan a que la anhidrosis está causada por daños en los nervios periféricos que inervan a las glándulas sudoríparas.

Dosgatosescritores:

Este ha sido un capítulo bastante más corto que el resto también siento que es un capítulo que va a tener mucho peso en el desenlace de algunos acontecimientos que están por llegar y que, hasta cierto punto explican por qué Dōma es como es.

Para escribirlo he tenido que estrujarme el cerebro al máximo para intentar ponerme en la piel de alguien como él y la verdad es que imaginarme una existencia en la que no pudiera experimentar emoción alguna, ni tan siquiera el dolor físico, se me haría un infierno además de que tiene que ser algo en verdad aterrador.

Sed De Venganza. (Tinta y Fuego parte IV).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora