12. Entre mis Brazos:

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Akaza Hakuji:

Mientras aguardaba que Senjuro saliera del baño, no dejaba de darle vueltas a todo lo que había pasado en las últimas horas y aunque estaba feliz hasta lo indecible por haber recuperado el contacto con el padre de Koyuki, no dejaba de pensar en todo lo que el niño que había al otro lado de la puerta me estaba haciendo sentir. ¡Mierda, Hakuji! ¡¿Te das cuenta de que como mínimo podrías ser su hermano mayor?! ¡Deja de una maldita vez de pensar estupideces! Me abofeteé mentalmente mientras me pasaba una mano por la cara.

La imagen de su delgado y pálido hombro asomando por el amplio cuello de ese pijama que le quedaba tan entrañablemente grande, los gestos que adoptaba su cara cuando se quedaba abstraído o cuando algo no le gustaba y lo que era mil veces peor para mi autocontrol, el momento en que había estado a punto de caerse y había acabado entre mis brazos. No es que Rengoku Senjuro fuera solamente adorable, es que era auténtico, sin aristas ni dobles caras y esa era la luz que me impedía apartar la mirada de él y por la cual estaba dispuesto a enfrentarme a Dōma fueran cuales fueran las consecuencias. No iba a permitir que un desgraciado como él volviera a acercársele de nuevo.

De pronto, al otro lado de la puerta, la que daba al pasillo escuché como un médico reñía muy duramente a una enfermera por permitir que un visitante se quedara más tiempo del establecido. No escuché muy bien la queda y temblorosa respuesta de la enfermera y la puerta del baño que se abría a mi derecha captó de pronto mi atención. Atento a Senjuro lo acompañé hasta su cama y lo ayudé a tumbarse en ella. Tenía las puntas del pelo alrededor de su cara húmedas, así que se las aparté con los dedos.
—Voy a salir un momento a comprarme algo —dije y luego continué en tono jocoso— no se te ocurra moverte de aquí, ¿entendido?
Senjuro me sacó la lengua dedicándome una sonrisa tierna.
—No te puedo asegurar nada, lo mismo para cuando vuelvas me he ido de fiesta —replicó y pellizqué su nariz sin hacerle daño.
Salí al pasillo y vi a una enfermera enjugándose las lágrimas sentada al otro lado del mostrador con un paquete de pañuelos desechables al lado mientras otra compañera la miraba con cierta desaprobación maternal.

Llegué a la máquina expendedora y compré un sándwich vegetal y un zumo y mientras regresaba a la habitación capté parte de la conversación entre ambas enfermeras. La que se estaba enjugando las lágrimas le estaba intentando explicar a la otra que un hombre alto, atractivo y rubio la había intentado convencer de que lo permitiese entrar a esa misma planta. Al parecer era un amigo de la familia de un paciente y que se había acabado de enterar de que este había tenido un accidente, por desgracia no había podido llegar antes.
—Me da lo mismo Kyoko, los horarios de visitas están para algo y algo más; ése hombre ha estado merodeando por esta planta un buen rato antes de que los familiares del niño se fueran —la reprendió su compañera para luego continuar— ¿no te parece raro que si era amigo de la familia se esperara a que el padre y el hermano se fueran para decidirse a entrar?
—Ahora que lo dices…
—¡No, ahora que lo digo, no! —dijo alzando un poco la voz exasperada— ¡¿Es que no te das cuenta de que la seguridad de nuestros pacientes es primordial?!

Pasé por delante del mostrador notando como todos mis músculos se tensaban. Tal vez estuviera paranoiando pero, se me hacía demasiada casualidad que un "hombre rubio" hubiera estado merodeando hasta el momento y tal y como había dicho la enfermera, hubiera estado esperando a la hora en que se fueran los familiares para intentar entrar. Si mis sospechas eran acertadas eso vendría a significar que por algún motivo Dōma estaba perdiendo los papeles y ese podría ser un movimiento erróneo por su parte.

Entré en la habitación y encontré a Senjuro sentado en la cama con las manos entrelazadas sobre el regazo, al escucharme cerrar la puerta a mi espalda levantó la mirada y se mordió el labio.
—Te debo una disculpa —dijo y lo miré confundido.
—¿Por qué? —pregunté.
—Por lo que pasó en el festival… Quería esperar a que estuviéramos solos para hablar de ello con calma.
Negué con la cabeza.
—En parte me la merecía —contesté sentándome en el sillón y abriendo el envase del sándwich.— A nadie le gusta escuchar ese tipo de cosas…
—Pero aún así me cuidas y proteges —“no tanto como me gustaría” terminé mentalmente mientras le daba un mordisco a mi comida.
—Senjuro, voy a ser muy honesto contigo —dije mirándolo fijamente desde mi posición— te has convertido en una persona muy importante para mí y eso me aterra y hace feliz a partes iguales. Te digo esto porque en el pasado hubo una persona que lo significó todo para mí y por esa misma razón alguien le quitó la vida, eso es lo que más miedo me da, que te conviertas en alguien valioso en mi vida y que te hagan daño…
—¿Entonces te alejarás de mi? —preguntó con un susurro tembloroso mientras me miraba con esos enormes ojos incandescentes de una manera que me atravesó causándome un dolor que iba mucho más allá de lo físico.
—No, no voy a alejarme —contesté y él me continuó mirando casi como si estuviera conteniendo el aliento— quiero seguir protegiéndote y si me alejara y te pasara algo, no podría vivir con el peso de otra muerte sobre mis hombros.

En ese momento me di cuenta de que había hablado más de la cuenta. Miré el sándwich a medio comer y por alguna razón se me antojó que de pronto sabía a ceniza. Lo dejé junto al brick de zumo sin empezar en la mesita auxiliar y me volví hacia la ventana. Ya había anochecido y sobre los edificios iluminando un manto de terciopelo negro titilaban, distantes, las estrellas.

Escuché un frufrú y antes de que me diera tiempo a reaccionar, sentí que Senjuro se me acercaba a la pata coja y me abrazaba con fuerza. Parpadeé rápidamente cuando noté que la vista se me volvía borrosa y como si mi cuerpo tuviera voluntad propia, mis brazos lo rodearon estrechándolo del mismo modo.
—Aunque seas grande y fuerte, tú también necesitas que te cuiden y te protejan —susurró dejando un beso en mi cabello. Tragué saliva y alcé la mirada.
—¿Y quién lo hará? —pregunté notando un escozorcillo en la nariz y los ojos mientras me esforzaba por sonreír.
—¡Pues yo, obviamente! —dijo muy seguro de sí mismo devolviéndome la sonrisa. Me puse en pie y besé su frente antes de cogerlo en brazos y devolverlo a la cama antes de que se hiciera daño en la pierna.

Cuando lo dejé en ella, se hizo a un lado y palmeó el espacio libre invitándome a acostarme a su lado.
—El sillón es muy incómodo —dijo mirándome con ojos somnolientos mientras se frotaba con uno de ellos con el puño.
—No creo que sea buena idea… —repliqué con una sonrisa sintiendo que mi corazón comenzaba a saltarse latidos como un loco. Senjuro me miró enfurruñado y me agarró de la muñeca tirando de mí.
—Es mejor idea que la de dormir en un sillón tan duro como el granito —replicó y no me quedó de otra que ceder.
Cuando estuve tumbado de lado él se giró hacia mí y besó mi mejilla.
—Buenas noches, Hakuji —susurró cerrando los ojos.
—Buenas noches, Senjuro —susurré besando su frente.

Durante una hora aproximadamente lo observé dormir con las pequeñas manos entrelazadas entre su mejilla y la almohada, los labios entreabiertos y unos cuantos mechones dorados y rojos cubriendo su suave mejilla. Su respiración era suave, profunda y tranquila. Con cuidado de no despertarlo, lo atraje hacia mí y me quedé dormido sintiendo su aliento contra mi pecho.

Dosgatosescritores:

Ahora mismo estoy en plan: Awwwww...

Lo mismo me he alargado mucho con estos capítulos, y si os parecen un poco pesados, lo siento, aunque espero de todo corazón que os hayan gustado aunque tan solo sea un poquito.

He de deciros que estos capítulos tan calmados son la antesala a otros que no lo son tanto, así que estad preparados para lo que se viene porque #chingatumadreDōma todavía no ha terminado de mover ficha y hay otros personajes que también van a influir en lo que pase a partir de ahora.

Nos vemos dentro de nada con un nuevo capítulo.

Sed De Venganza. (Tinta y Fuego parte IV).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora