𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 I

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—¿En dónde estoy? —dice aquel espíritu confundido. El oscuro horizonte que veía de lado a lado no parecía tener fin alguno, tan vacío y desolado que era imposible sentir algo más allá de esa sensación de caída constante. Hasta que de repente—. Cierto, morí a manos de los cazadores.

Más recuerdos venían a él.
—¿Muzan-sama también habrá perecido en sus manos?

—Bueno, eso ya no importa. Es tarde para mí, hice muchas cosas malas y me arrepiento de mucho, sobre todo de no haber podido disculparme contigo, Yoriichi.

Aquel demonio estaba confundido, no sabía que hacer mucho menos sabía en dónde estaba parado. «¿Esto era estar muerto?», pero dejaría de lado esos pensamientos cuando su cuerpo sintió otra sensación que había olvidado.

Sus cabellos empezaron a moverse por si solos, empujando esa gran melena de samurai que él tenía. Era relajante esa ligera brisa que llegó de imprevisto y una sonrisa, se había dibujado en aquel rostro lleno de seriedad.

Sin más que hacer él cierra sus ojos para ser uno con el aire y sincronizarla con su respiración. Grave error...

Al momento de cerrar sus párpados oculares el cuerpo del espadachín cae envuelto en dolor. Kokushibo sentía como sus tejidos y órganos eran calcinados, como si del sol mismo se tratase.

De inmediato abre sus ojos mientras intentaba calmar su agitada respiración, pero era inútil, el dolor no se iba. Ni con sus puños bajo el agua podría aliviar esa horrible sensación.

Pero para su suerte y desgracia esa sensación termina abruptamente. Suspiró aliviado por un segundo antes de la desgracia...

Kokushibo sentiría la sensación más extraña y dolorosa hasta ahora. Su cuerpo, su alma, su ser estaban siendo atraídos con extrema fuerza desde el horizonte, como si de un imán se tratara. Como sí fuese poco el cuerpo del demonio estaba siendo aplastado, el dolor que era sentir sus huesos desgarrar y romperse sobre sus órganos internos era insufrible. Y cuando menos se dió cuenta, él tenía nuevamente los ojos cerrados.

La gran fuerza abrumadora superó con creces a la de kokushibo. No le quedó de otra que resistir, pero ese dolor no sería eterno, una voz familiar se escucharía y así como vino, se llevaría los dolores de un segundo al otro.
—Si que te tomas tu tiempo, kokushibo-san —dice cierto rubio de coloridos ojos. Y con esa simple frase, la primera luna superior abre los ojos sorprendido.

Ahí estaban sus antiguos compañeros. Las últimas lunas superiores y sus reemplazos, con las que trabajo hasta el final en la guerra contra la cofradía de cazadores.

Sin poder creerlo aun, kokushibo preguntaría:
—¿Qué está sucediendo aquí y por qué solo estamos las lunas superiores?

—Eso también quisiéramos saber —dijo Akaza, llegando a su lado.

Otro que tomaría la palabra al acercarse sería Gyutaro.
—Bueno, no desconocemos tantas cosas pero si sabemos muy poco, a veces escuchamos una voz, pero nada más.

—Eso no importa, ¡esto es una mierda! —se escucharía entre el grupo. Con una sola mirada kokushibo identificaria al gritón, era Kaigaku, quien se encontraba sentado de espaldas contra el grupo.

—¡Ya, me tienes harto! —Gyutaro rechistaria su dentadura—. Deja de gritar mocoso.

—Tú no me das órdenes —dice por lo bajo.

—No te creas tanto por llevar el número de la sexta creciente —suspiró. No tenía ganas de pelear otra vez—. Muzan solo te lo dió al no haber alguien más capaz en ese momento.

Quirk Demoníaco [reescribiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora