Capítulo 33

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Adriel Scott.

Ya camino a casa Rachell se ha mantenido en silencio, no me ha vuelto a preguntar nada, ni siquiera la hora.

Todo esto es una pesadilla, una pesadilla de muy mal gusto.

No entiendo que pasa... Esto no había pasado en años.

Todo siempre vuelve por más lejos que este.

Cállate, trato de pensar.

Yo formo parte de tus pensamientos querido Adriel.

Al llegar a casa, me quedo parado unos segundos afuera antes de entrar ya que no sé en qué estado se encuentre mi padre.

— ¿Qué pasa?— pregunta Rachell a mi espalda un poco dudosa.

— Nada, solo que me agobia todo esto...— ella coloca una de sus manos en mi hombro y se acerca a mí.

— Tranquilo todo se resolverá— yo asiento con la cabeza y entro de una vez por todas.

Al entrar todo parece estar en orden, excepto Sara que está limpiando todo con locura y nerviosismo.

— Hola— ella gira su cabeza como si estuviera poseída y se acerca rápidamente a mí.

— Joven Scott... La s-eñrita Andrea.

— Lo sé Sara, sé lo que pasó... ¿Y mi padre?

Sara señala hacia su oficina mientras que su mano tiembla de los nervios.

— Está con unos agentes de la policía.

— ¿Sara qué te parece si vas Rachell a la cocina y preparan un té para que se calmen las dos?

— Yo no...— intenta decir mi novia.

— Ve con Sara Rachell— Rachell me mira confundida pero asiente no muy convencida y va junto a Sara a la cocina.

Yo respiro profundo y me dirijo a la oficina de mi padre.

Toco dos veces y escucho un «adelante» de Arturo, un Arturo muy disgustado y seguro por la vista que debe de tener allí dentro.

Entro y efectivamente hay dos señores vestidos de agentes de policías sentados frente a mí padre.

Es decir, dos agentes de la policía que conozco muy bien.

De inmediato mi padre se para y me presenta a los agentes.

—Señores, les presento a mi hijo Adriel

Puedo ver la mirada cansada que se hacen los policías, ya que mi padre siempre hace eso, no importa las veces que ellos ya hayan venido a la casa.

— No necesitamos más presentaciones... Sabemos a la perfección quienes son ustedes y ustedes saben a la perfección quienes somos nosotros.

Los agentes Stevens y Peter, imposible que los olvide... Por años han visitado nuestro hogar.

— Lo que nunca comprenderemos es como hacen para no dejar ni una evidencia, ni huella en las escenas donde aparecen las víctimas... Solo un perfecto psicópata es capaz de no dejar rastros.

Mi padre me mira de reojo porque tanto como él, los agentes y yo estamos igual de desconcertados.

— Solo quiero que nos digan ¿dónde está? ¿Por qué mantenerlo oculto?

— No sé de qué hablan.

— Sr Arturo usted sabe perfectamente de qué hablamos.

— ¡NO VOY A PERMITIR QUE VENGAN A MI CASA Y ME VEAN LA CARA DE MENTIROSO! USTEDES SABEN LO QUE PASÓ, USTEDES... Estuvieron allí.

Tecla a Tecla (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora