Amara una chica de 21 años, queriendo huir de la vida que le a tocado vivir como la hija de uno de los carteles mas poderosos de México. Damián un joven de 24 años buscando venganza tras la muerte de su madre y hermana.
¿Que pasara cuando estas dos...
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Que demonios acabo de hacer. Acabo de darle la respuesta que tanto anhelaba desde que me sugirió trabajar con el.
Tengo que parar ya con esta farsa, él es el único que me puede ayudar a ser realmente libre y se que tiene un carácter muy fuerte. Peor aún si se entera que aurora sabía toda la verdad y que nunca le mencionó nada. Por que me estaba protegiéndome a mi.
Sostengo la manta cerca a mi pecho y dejo las lágrimas caer.
Este será mi fin.
Porque tuve que abrazarlo y dejar esas palabras fluir de mis labios, quizás si le explico mi situación puede llegar a entender porque hice lo que hice acerca de mi identidad.
Seque mis lágrimas y salí de la habitación. Camine hasta mi habitación, me duché y me coloqué mi uniforme, por último me coloqué mis zapatillas y salí de la habitación. Me hice una trenza que caía en cascada mientras caminaba hasta la cocina donde está la señora angelica haciendo el desayuno.
—Buenos días señora angelica—volteo a mirarme, mientras tanto aurora estaba poniendo los platos del desayuno sobre la barra de la cocina para colocar el desayuno para la familia Ortega.
—Alexander te espera en su despacho, sube a hablar con el—dicho eso solo se volteo a continuar con sus labores, Aurora solo me miro con tristeza.
Agache la cabeza, apenada caminando por el pasillo hasta que llegue a las escaleras. Me dirigí a la oficina principal de la mansión, camine hasta ver las puertas café marrón con los emblemas de la familia. No quería entrar al despacho sabiendo que el está ahí.
Toque la puerta esperando a que me dejara entrar.
—Adelante—dijo una voz grave y dominante.
Abrí las puertas adentrándome al despachó, cerré la puerta antes de caminar un poco más cerca.
—A...Angelica me comento que querías hablar conmigo—mantengo mi mirada hacia abajo.
—Levanta la mirada—ordenó. Escuche sus pasos acercándose a mí, haciendo que alzará la mirada. Portaba un traje azul que hacía resaltar sus ojos grises como la neblina.
—Si yo le dije que te mandara aquí, Amara—sostuvo mi barbilla haciendo que nuestras miradas se mantuvieran conectadas todo el tiempo.
—Así que, siempre estuve tratando con la hija del malparido que asesino a mi madre—musitó, mis ojos se abrieron como platos al escuchar esas palabras.
El hombre que dice ser mi padre es el asesino de la madre de Damián.
—Todo tiene una razón del porqué oculté mi identidad—murmuré. Tenía que decirle la verdad aunque mi vida estuviera colgando de un hilo.
—Así, ¿Cuál sería esa razón exactamente?—preguntó. —Y esta vez, sin mentiras—aclaró. Si utilizó las palabras correctas mi vida ya no estaría en riesgo pero con un solo movimiento que no tenga sentido con lo que dire estaré muerta.
—Si, soy hija del enemigo de tu familia pero yo no tengo su misma sangre, por eso me desecho como si fuera un objeto—sentía las lágrimas formarse al decir dichas palabras.
Alex solo me miro sorprendido, pero su mirada seguía fría. No como el día que llego ebrio y entro a la habitación de su madre y le cure sus heridas.
—Eso es mentira—dijo sorprendido.
—Aunque no me creas, te estoy diciendo la verdad. Muy en el fondo de ese caparazón me crees.—Las lágrimas comenzaron a formarse en mis ojos.
—No amara , Isabel. ¡No se ni como putas llamarte!—Pude sentir odio en sus palabras, pero es el odio que mi familia sembró en su ser.
—Soy Amara Isabel de la Torre, hija de Isabel Gutiérrez y su amante. —Damián se mantuvo callado. —Julián de la Torre no es mi padre biológico pero aún así me dio su apellido—.
—Eso es mentira. ¿Como carajos sabes si es verdad eso?—encaró.
—No tengo ningún parecido a el Damián, el nunca me acepto como si hija por que desde un principio sabía que no era suya. Desde el momento que se enteró que mi madre estaba embarazada deseaba que fuera varón y cuando vio que era mujer su desprecio hacia mi fue irreversible—las lágrimas caían por mis mejillas.
—¡Esperas que realmente te crea! si pudiste mentir acerca de tu identidad, dime cómo mierdas puedo creerte con lo que me estás diciendo en este mismo segundo—en su mirada se veía un odio que no podía ocultar.
—Dijiste sin mentirás. ¿Esta es la verdad que tanto anhelabas desde el día que llegue, o no?—pregunte mirándolo fijamente.
—¿Como es posible que esperaste todo este tiempo para decir la verdad?—preguntó sentándose en la silla de cuero detrás del escritorio.
—Por miedo quizás, no sabía cómo reaccionarías al saber que yo era su hija—comencé a jugar con mis manos.
—Así que tu padre te vendió como si fuera nada, dándote a entender que no le importabas en absoluto. Y te tiro a los brazos de David blanco sabiendo que tiene una fama de ser un abusador de mujeres—pasó su mano por su cabello en frustración.
—Alex, tienes que creerme por favor—supliqué.
—Tienes que dar gracias que no te mate el día que te encontré en mi habitación escondida y que no lo haré ahora—saco su arma poniéndola sobre el escritorio.
—Solo a una persona le perdono la vida más de una vez y esa persona eres tú—quería correr a abrazarlo pero se que por ahora sigue sin confiar en mi.
—Te seré honesto, el día que te encontré sabía que me mentías pero algo en tu mirada me estaba pidiendo que tuviera piedad de ti—acomodo sus manos debajo de su barbilla.
—Pero... —no pude concluir lo que quería decir.
Maldito analítico mafioso colombiano.
—Así es, sabía de tu verdadera identidad todo este tiempo—me miro con una sonrisa picara. —¿Crees que me olvidaría tan fácilmente de ti después de 15 años?—preguntó reclinándose en la silla de cuero.
—No es posible—murmure.
—Aunque no lo creas así es, no te mate por que se que eras tu todo este tiempo angelito—sentía las lágrimas formarse en mis ojos.
—¿Como sabías que era yo?—me acerque al escritorio, tomando el poco valor que tenia y me puse enfrente de el.
—Tu mirada—se levantó de la silla de cuero. La diferencia de estatura es demasiada obvia, su figura tapaba por completo la mía.
Antes que pudiera reaccionar sus labios se encontraban sobre los míos. Mi cuerpo toco el borde del escritorio, su lengua estaba peleando por dominio con la mía. La suya ganó, pase mi mano por su cuello hacia su cabello.
—Siempre haz sido mía amara—mi cuerpo de erizo en segundos ante ese comentario. —Y nadie, absolutamente nadie toca lo que es mío—murmuro.