Prefacio

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Madison

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Madison

13 años

Rhett se me hacía tan guapo que no podía dejar de suspirar. Me sentía increíblemente nerviosa a su lado siempre y mi estómago dolía de una manera extraña, mis piernas temblaban ligeramente cada vez que permanecía cerca de él. Con el rostro sonrojado hasta las orejas, tragaba en grueso y sonreía a cada cosa que Rhett decía. No podía evitarlo. Apenas tenía trece años, pero eso no había sido un impedimento para quedarme enamorada de aquel muchacho: el mejor amigo de mi hermano mayor. Me sentaba en el patio de la casa y cada vez que escuchaba que iba a llegar, me vestía con mis mejores ropas para ir a verle. Era la primera vez que sentía esas extrañas mariposas en el estómago por algún muchacho, mis mejillas se sonrojaban y me sentía volar a cada mirada que él me daba.

—¿Otra vez aquí, Madison? —bufó mi hermano Aaron al verme al pie de las escaleras. Con una mueca de burla en el rostro, deslizó la mirada de pies a cabeza sobre mí—. ¿Y eso, desde cuándo usas vestidos?

La respiración se me cortó al ver a los amigos de Aaron mirándome, y también él. Levanté la cabeza un poco y bajé antes de acercarme a ellos con la respiración cada vez más difícil. Iba a asesinar luego a mi hermano, ¿cómo podía decir algo así y ser tan obvio? ¿Se habría dado cuenta Rhett de lo nerviosa que estaba? Sentía que mis mejillas estaban tan sonrojadas que fácilmente podría ser confundida con una manzana. Mi mano tembló sobre el barandal de las escaleras y una sonrisa torcida, temblorosa, se deslizó en mi rostro cuando Rhett Xavier Lancaster me miró con esos grandes ojos café que me hacían perder la respiración.

—Me gusta probar cosas nuevas —sonreí y me alivié un poco cuando Aaron y el resto de sus amigos regresaron a su partido.

—Hace mucho no te veía, Madison —dijo Rhett, mirándome a varios pasos de distancia con una sonrisa dulce en sus labios.

Inspiré profundo, preguntándome si me había echado suficiente perfume para esta ocasión. Quizá debí haberle pedido a mi mamá que me hiciera algún peinado especial, o robarle de nuevo el brillo labial. Mis mejillas quemaron más y mi respiración se entrecortó cuando el muchacho se inclinó hacia mí para darme un beso como saludo. Mi corazón palpitó violento, doliéndome el pecho cuando lo sentí tan cerca. Pero entonces la voz de alguien se oyó desde el patio trasero y los ojos de Rhett se deslizaron sobre este, levantando la mano y esbozando aquella sonrisa hermosa. Me quedé allí, el rostro levantado aún hacia él y evitando inútilmente que la sangre no hirviera más en mi rostro por la vergüenza.

—¡¿Aaron, vamos ya?! ¡No olvides la comida para el campamento!

Tomé aire, reuniendo toda la fuerza mental que había estado reuniendo por ese momento que acababa de llegar. Iba a pedirle... no.. iba a exigirle a mi hermano mayor Aaron que me llevase a ese paseo por el campo al que iría con sus amigos. Había convencido a mamá e incluso había preparado algo especial. Quería la oportunidad de poder hablar con él o quizá solo mirar más de cerca esos lindos ojos de Rhett.

Calma y Tormenta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora