Capítulo 4: Ukiyo

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—Yo también te extrañe, Madi. Siempre has sido para mí como una... hermanita.

Mierda

Había sido igual que si hubiese recibido un balde de agua fría encima. Su sonrisa desapareció lentamente, recriminándose internamente porque no debía esperar absolutamente nada más de él. Era ridículo, porque no había absolutamente nada más en ese mundo que pudiera verla de manera diferente. Ella le sonrió con dureza, y entonces lo abrazó. Se fundió en un abrazo con él sin importarle absolutamente nada en ese momento. Fue un abrazo largo en el que lentamente fue sonriendo como le correspondía el abrazo y el cuerpo de Rhett iba relajándose paulatinamente. Y a medida que Madison iba pegándose aún más a él, Rhett retrocedía, intentando que ciertas partes de su cuerpo no se tocaran. Madison avanzaba y él retrocedía, hasta que de pronto, sin previo aviso, su amigo resbaló. Pudo ver en cámara lenta cómo los ojos de Rhett se abrían con desesperación antes de caer en la piscina. Por solo un segundo fue divertido, solo un instante antes de que él se agarrara de su mano y la llevase a la piscina consigo.

Su cuerpo cayó directo, empapándose de pies a cabeza. Agitó ridículamente sus brazos y piernas en el aire hasta que su cuerpo chocó en el agua fría de la piscina. Levantó el cabello húmedo hacia atrás y se acercó a la orilla reprimiendo el fastidio hacia su amigo. Se apoyó en la orilla, mirándole a pocos pasos de distancia con una bastante sorpresa. Soltó una pequeña risa cuando Rhett se levantó complemente empapado hacia ella, su cabello húmedo le caía encima de los ojos y su camiseta blanca se pegaba a su bastante ejercitado torso. No podía verse aún mejor cuando tiro la cabeza hacia atrás, acomodándose el cabello húmedo.

—Eres bastante traviesa, Madison —dijo él, manteniéndola firme y tan cerca que podía sentir su calor a través de esa fina camiseta.

Las manos de su amigo rodeaban su cintura y las suyas subían lentamente sobre su pecho hasta su rostro. Su mirada verdosa le sonreía de cerca, cuando sus manos bajaron hacia sus caderas y luego a sus piernas.

—Fuiste tú quien me agarró al caer —respondió ella, sorprendida por el cambio en su tono de voz y la postura que había tomado de pronto.

—Pobre e inocente Madison —murmuró él sobre su boca, haciéndola retroceder hasta que su espalda golpeó el borde de la piscina. La mano húmeda de su amigo sujetó su barbilla, acercándola a él con bastante facilidad y dijo—: Estoy intentando ser el mejor huésped contigo y solo por Aaron, pero me lo estás poniendo difícil, princesa. Te dije que no juegues conmigo.

Estaban tan cerca que podía sentir su aliento cosquillearle la nariz, solo tenía que inclinarse un poco para besarle. Y ahí, quizá por el lugar, por la posición o por alguna razón, pensó en si acaso Rhett se atrevería a besarle, no iba a negarse posiblemente, o seguramente le correspondería el beso, quizá sería bastante bueno. Pero la mirada sería de Rhett no la dejaba pensar tranquila, de pronto había desaparecido el caballeroso y perfecto Rhett Xavier Lancaster.

La sonrisa de Madison se borró cuando un silencio sepulcral llenó toda la piscina. Sus manos subieron por el pecho del muchacho, intentando mantener distancia ante aquel Rhett que la miraba tan serio.

—¿Estás enojado? No era mi intención... perdón —dijo en un hilo de voz.

Rhett frunció el ceño y se mordió el labio inferior, un suave jadeo escapándose de su boca. Ella tragó en grueso, intentando concentrarse para no lanzarse encima de él en ese preciso momento. No podía mantenerse cuerda y serena si estaba mirándola así, tan cerca y de esa manera que la podía poner a sus pies tan rápido. Sentía que su cuerpo se quemaba junto al suyo. Quería devorarle la boca y esos labios que tenía mirando hacía horas. Si no fuera precisamente Rhett, el mejor amigo de su hermano mayor, no le importaría desaparecer esa molesta tensión entre ambos.

Calma y Tormenta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora