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Finney veía fijamente el teléfono mientras pensaba en la llamada de Bruce, si lo había llamado era porque probablemente en los sótanos donde estaban los demás chicos habrían teléfonos. La inquietud comenzaba a desaparecer, y un pequeño sentimiento de esperanza crecía en su interior. Tal vez, la vida aun no se había acabado para todos, solo debían guardar esperanza de que todo estaría bien. No sabia nada del exterior, pues estar encerrado en aquel sótano era como estar apartado de toda la humanidad para vivir una auténtica película de terror, donde el era el protagonista.

Aun así se hacia una pregunta.

¿Por qué Blair y Robin no lo llamaban al igual que Bruce?

Tal vez no estaban enterados de que estaba ahí. O tal vez estaban enojados con él y no querían hablarle.

Miles de dudas crecían en su interior que lo hacían sentir culpable e incluso, mala persona, la ansiedad carcomía su cuerpo y su mente en todos los sentidos, logrando que el chico se viera más pálido. El sonido de la puerta abriéndose lo hizo levantarse de golpe de su lugar y retroceder a la pared mientras veía como el raptor entraba con una bandeja de comida en sus manos.

—Te traje el desayuno.

—¿Qué le pusiste?—Estaba a la defensiva aunque no tuviera sentido.—¿Eh?

—Sal y pimienta, ¿No eres alérgico a eso, verdad?—Se burló el Raptor. —Lo comas o no lo comas, ya estás acá abajo, ¿Por qué te drogaría?—Se incorporó y salió de la habitación.

Pero un detalle le llamó la atención, pues había dejado la puerta abierta detrás de él. Finney se acercó con cuidado y asomó su cabeza viendo que ya no había nadie ahí, era el momento perfecto y tal vez la única oportunidad que tendría. Dió un paso al frente, pero el teléfono negro sonó asustandolo, y se dirigió rápidamente a la pared para contestar, ni siquiera dudó un segundo.

—Hola.

—No vayas a subir.

Una voz completamente sería se escuchó del otro lado, se notaba que era de un adolescente, pero el no lograba identificarla. El chico deseaba escuchar la voz de sus amigos.

—¿Qué hay arriba?

Es una trampa.

Era algo tan obvio pero que jamás se hubiese pasado por la cabeza del pequeño niño. Sólo quería huir.

—Eres...¿Bruce?

—¿Quién es Bruce?

—¿Qué?—Finney frunció el ceño, desconcertado.—Yo estaba hablando con Bruce.

—No conozco ningún Bruce.

—El juega béisbol.

— No jugamos béisbol aquí.

Su voz melancólica, cansada y llena de dolor pasaban por alto para Finney, era pequeño y no le prestaba demasiada atención a los pequeños detalles. Si tan solo hubiese preguntado, lo habría sabido desde el momento uno.  O si no hubiese estado tan enfocado en Blair, se hubiese dado cuenta de la cruda verdad apenas escuchó la voz de los niños. Tal vez lo hizo, y no lo quería aceptar, la verdad era que la mente de Finney en ese momento era un caos, empezando por su ya inexistente salud mental.

Pero era solo un niño.

Todos lo eran.

—¿Quién eres?

—Ya no me acuerdo.

—¿Tú jugabas Football Soccer?

Yo repartía periódicos.

The Last Letter. || Finney Blake.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora