The Last Letter. || Finney Blake.

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Finney esperaba a que la rubia empezara a contar que era lo que había pasado con su familia. A Blair le sorprendía que no lo supiera, puesto a que apesar de que ya no se hablase de ello, todo el mundo conocía la historia de su familia. Los Lynn eran conocidos pero no de una forma linda, si no de una forma amarga y agridulce para la familia.

—Bueno, yo apenas era una pequeña niña.

Comenzó a sumergirse en sus recuerdos de la infancia, cosa que hacía muy poco, ya que era muy doloroso y borroso de recordar. Sentía que eran recuerdos que ya no le pertenecían.

La familia Lynn, constaba de cuatro personas sin contar a la Tía Sophie. Su madre, su padre, Malcolm y Blair. Su madre que era una mujer de un hermoso cabello negro, piel blanca y ojos del mismo color de su cabello. Una mujer amable, que daba la vida por dar lecciones hermosas a sus dos hijos. Su padre, su persona favorita en el mundo. Un hombre de cabellos dorados, al igual que Blair, que era querido y respetado por todos en aquel pueblo.

Malcolm era la viva representación de su madre y Blair era la de su padre. Bastante lógico, pues ella siempre fue la niña de papá.

El recuerdo más feliz que tenia de su familia fue aproximadamente a inicios de Noviembre, una semana antes de que todo pasara. Ese día habian decidido ir todos a la playa, según la mujer, debían pasar un "día en familia" ilógico, pues Blair pensaba que pasaban todos los días juntos.

P L A C E

O F

M E M O R Y S

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Para muchos, había sido una decepción ir a la playa ese día. Decían que el cielo estaba horrible y ya estaba anocheciendo, pero para la familia Lynn no fue así. Todos vieron aquel lugar como lo más lindo.  La playa se extendía en arena dorada, como si el tiempo mismo hubiera tejido su orilla con hilos de nostalgia. Las olas, acariciaban la costa, llevándose consigo los recuerdos de quienes alguna vez habían caminado por allí. El viento susurraba melodías entre las palmeras inclinadas.

En el horizonte, la luna emergía como un faro solitario, su luz plateada pintando un sendero incierto sobre las aguas. Era una luna antigua, testigo silencioso de incontables historias perdidas en la bruma del tiempo. La mujer de cabello negro peinaba con una sonrisa a su hijo hasta que vio la cámara que había guardado en su bolso y entonces, con emoción, se levantó de la silla donde estaba acostada.