10. Samuel 2

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   Multimedia: Irmsky Lockheed

   Narra: Astoria Volkovich 

   Un beso intermitente, la mirada cómplice de Aisha y después una explosión de humo, son mis recuerdos más cálidos antes del choque térmico más brutal de mi vida. 

   Desperté congelada en algún lugar perdida en un horizonte dantesco, con la poca fuerza que había reunido me presidí a levantarme para ir a auxiliar a mis amigos que estaban inconscientes a escasos metros de mi. Usando el puño de mi espada a modo de bastón conseguí clavarla en la espada para ayudarme a llegar. 

   —Maldición, Abdel, ¿no se te ocurrió otro lugar mejor que el territorio Volkovich? ¡Durval nos hará pedazos con Astoria en ese estado!— Reclamo Icaro al hechicero convaleciente de un contraste vampirico y ojeras tan oscuras y prominentes que casi consumían por completo sus cuencas oculares dándole el aspecto de una calavera. 

   —Estas errando, amigo, aquí no es Alemania, pero tampoco es la Antártida, los he traído al único lugar donde estaremos a salvo ya que el frío tan intenso no permitiría la vida de ninguna criatura por más de unas escasas horas, por lo tanto no hay licántropos para nuestra captura...—Viaje mi vista hasta la pureza del horizonte, donde divisé una alba bestia mítica como impresionante, su entorno parecía consumirse en una homogénea mezcla salvo por sus ojos argentados como los míos, parecía un espejismo pero bien sabía que era real—pero tenemos que movilizarnos rápido, si no el frío...

   —Claro que hay—Interrumpí la explicación de supervivencia de Abdel señalando la inmensurable criatura que ya se encontraba avanzando hacia nosotros, a sus espaldas brotaron dos lobos más de la nieve como si de margaritas se tratara, mismos que siguieron la trayectoria del primero. 

   La bestia se acercó hasta quedar frente a mi y en un segundo de oscuridad incitada por una ventisca hiemal su forma humana se planto frente a mi como una impenetrable barrera. Su piel canela, su ojo plateado y el otro dorado en su totalidad gracias a una prótesis ya internada en el craneo, su albo cabello y la sonrisa infantil que me dirigió a pesar de su avanzada edad, solo terminaron de convertirme en algo más insignificante que un cachorro.

   —Sabía que algún día vendrías a visitar a tu abuela, Astoria—Expreso gozosa aquella anciana—. Eres identica a tu padre. 

   —Irmsky—Susurre su nombre atorbellinada de emociones. 

   —Hija, ¿que te haz hecho? ¿En que líos te haz metido?, ¿que es ese collar, alguna moda adolecente?—Acaricio con ternura mi mejilla intuyendo mi condición de media alma, luego, levanto mi brazo izquierdo y se deslizó por debajo analizando mi cuerpo—. ¡Pero que delgada estas! No te preocupes, nada que una buena comida de tu abuela no pueda arreglar—. Cogio mis dos manos entre las suyas cubiertas de guantes de piel—. Bienvenida a casa, mi niña. 

   —Mentira—Acuso Victaro tartamudeando. 

   —El muchacho tiene razon, Astoria—Apoyo Icaro—, ya hemos pasado por mucho como para venir a creer en el cuento de una tierna abuelita en medio de la nada—Tomo su posición de batalla dispuesto a atacar—, todos bien sabemos que tu padre era un lobo negro y yo no veo ninguno por aquí. 

    —¡Icaro!—Reprimi intentando defender a la mujer. 

   —Te equivocas, joven lobo—Propugno sin ayuda la anciana—, mi hijo no era un lobo negro, pero tampoco uno blanco ya que como el zorro polar y como todos nosotros, su manto absorbía el pigmento de su entorno y así manipulaba el color de su pelaje hueco, como el de Astoria. De Durval no puedo hablar puesto que el es un lobo negro por la familia de su madre. 

El Alfa Prometido [Chicaxchica] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora