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Los días pasaban sin que pudiera contarlos, tal cual sus pasos en ese instante, firmes pero cansados sobre las calles vacías, con luces tenues que lo guiaban a casa. El atardecer se estaba yendo ante sus ojos y escondiéndose entre los enormes árboles, detrás de las montañas y reflejando en su seca piel. 

Alguien seguía arrojando pétalos cuando se encontraba en el punto más bajo de aquel lugar, oculto de todo. Entre césped y cielo podía verlos caer, casi flotar hasta llegar al suelo. Y nunca alcanzaba a ver quién era la persona que lo hacía. 

Avanzaba en silencio, acompañado de este cuando decidió detenerse a unos metros de su casa. Alguien llamó su atención, y ese era San, el chico que vivía justo al lado. Solo y sentado en la orilla de la acera con un celular chocando en su oreja derecha mientras hablaba.

No podía quedarse de pie como un tonto, por lo que continuó sus pasos con lentitud sin siquiera notarlo. Algo impedía que avanzara más rápido.

San pareció percatarse de su presencia pronto y las palabras comenzaron a salir disparadas de su boca. Ambos observaban todo lo que el contrario hacía. Seonghwa pudo notar que se inquietó al verlo, finalizando su llamada pocos segundos después.

Percibió algo extraño en aquel comportamiento.

—¡Seong, hola! —Se puso de pie y guardó el celular en el bolsillo trasero de su pantalón—. No te vi en todo el día, ¿estuviste ocupado?

El más alto ya no sabía qué pensar.

—Hola. Solo estuve en el valle durante toda la tarde, y antes tuve que ayudar a mi papá con algunas cosas —respondió, tratando de no delatar en el tono de su voz lo confundido que estaba—. ¿Interrumpí tu llamada? No fue mi intención, en realidad solo volvía a mi…

—Tranquilo, era algo sin importancia. Iba a colgar de todas formas.

Seonghwa estaba sintiéndose incómodo gracias a todo lo que cruzaba por su mente. Tenía que soltarlo. 

—Siento que la pregunta sea un tanto extraña, pero ¿has visto a alguien pasar por el valle o sus alrededores?

El chico de cabello castaño quedó en silencio, llevando sus ojos de un lado a otro y torciendo su boca; dejándole claro a Seonghwa que trataba de hacer memoria.

—Hmm, no. No lo creo. Hace tiempo que no paso por ahí, y cuando lo hago jamás veo a nadie. Si me hubiese cruzado con alguien, sería fácil de recordar.

Seonghwa encontró sentido en cada una de sus palabras, por lo que solo puso sus manos en la cintura y recorrió su labio inferior con la lengua, ya rindiéndose de lo que sea que buscaba.

—¿Por qué preguntas?

No quería volver a hablar con San sobre eso, no en ese momento. Quizás pensaría que está loco y no quería dañar su desapercibida imagen frente a nadie 

—No es nada —avanzó con lentitud mientras su mirada pensativa colisionaba con el frío cemento bajo sus pies—. Nos vemos mañana. 

Tal vez San respondió, tal vez no. No tenía idea ni interés en saberlo. 

Continuó con sus pasos hasta entrar en la pequeña vivienda que su padre tenía hace años, pero que él apenas conocía. Al notar que el adulto no se encontraba allí, fue a su habitación y encendió la lámpara con cálida luz que le daba una sensación hogareña a ese vacío que sentía en su interior. 
Se sentó en su cama y sacó una débil sonrisa de sus labios. 

Cada día se sentía solo y débil. Las veces que estaba obligado a comer algo durante el día, incluso los chicles que masticaba dejaban remordimiento dentro de él. Y la culpa por sentirse de esa manera, tan patético, aún cuando su padre estaba a su lado e intentaba ayudar, lo derrotaba.

Pero un ápice de esperanza apareció al llegar a ese pueblo. Una persona anónima que apreciaba por sus actos. Alguien que lograba distraerlo de sí mismo y animarlo.

Y aunque los pétalos le daban alegría, había algo triste en ellos: no saber quién los lanzaba.

Abrió el cajón de su mesita de noche, comenzó a escribir en una agenda pequeña y arrancó la hoja al terminar, dejándola debajo de su almohada.

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¡Hola! ¿Qué les está pareciendo la historia? Espero que se encuentren muy bien, y gracias por leer <3

petals ─ seongsangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora