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Se miró al espejo por última vez antes de salir de su habitación. Fue una mala idea, pues nada, absolutamente nada en él se veía bien. Culpaba a su horroroso cuerpo de ello, y sintió ganas de romper ese objeto que dejaba en evidencia su horrible aspecto.

No darle importancia a eso era la promesa que se hizo a él mismo durante la mañana, mientras trataba de no ponerse ansioso por los planes que tenía para ese mismo día con Yeosang.

En el desayuno avisó a su papá que saldría con él y hasta le contó que era un día importante. Ese fue su esfuerzo por tener más confianza para hablar de cualquier cosa con el hombre, y estaba yendo de maravilla. Hasta comenzaba a sentir que estaba recuperándose. No se sentía tan culpable por lo que comió en la mañana, hasta se permitió una galleta más. 

Salió con prisa de la casa y revisó su celular mientras avanzaba. Yeosang ya estaba en camino también. 

Al verse desde lejos en la misma acera, sus pasos se hicieron más rápidos; el otro chico, en cambio, solo se detuvo para esperarlo. Sonrisas adornaban ambos rostros, una más alegre que la otra. 

Se abrazaron rápidamente y volvieron por el mismo camino que Yeosang había tomado, pues el valle estaba más cerca para él que para Seonghwa. Este último trató de no poner su atención en las flores que cargaba el más bajo.

—¿Ha estado bien tu día? —quiso averiguar en tanto avanzaban, ya casi en la mitad del sendero.

Al no obtener una respuesta inmediata, se atrevió a verlo con detalle. 

En sus ojos brillosos dejaba evidencia de llanto, y debajo de ellos pudo percibir un suave tono rosa que seguro estaba ahí por restregarse las lágrimas. 

—No lo creo —respondió con sinceridad, negando también con la cabeza—. No tanto.

Se sintió mal por no poder ayudar, aun siendo consciente de que era algo imposible. Perder a una persona duele toda la vida, y ninguna frase motivacional ni canción alegre podría cambiarlo. Acostumbrarse al vacío que queda en el pecho es la única opción, y solo el tiempo la ofrece.

—Está bien. Estaré contigo apoyándote —dijo con un tono comprensivo y suave.

Volvió su vista al frente, pero de todas formas pudo ver cómo asentía a su lado.

La orilla del barranco ya podía apreciarse, incluso a varios metros de distancia, y comenzó a preguntarse cómo era el hermano de Yeosang. Tal vez no estaría formando esa bella amistad de no ser por él y sus ganas de alegrar a las personas. Lo imaginaba fuerte, paciente, valiente y bondadoso. No podía imaginar el dolor que el rubio estaba sintiendo por perder a alguien así. 

Quiso abrazarlo, mas se contuvo.

—¿Dónde vamos a quedarnos? 

—Quiero sentarme ahí. —Yeosang apuntó a la orilla.

Asintió y acto seguido caminaron con más cuidado por la altura. 

Permanecieron en silencio, cada uno con su mente volando en distintos mundos y con sus ojos puestos en la misma vista. El de cabello claro balanceaba sus pies con lentitud, colgando sobre el valle que apreciaba tanto, y Seonghwa dedujo que estaba tranquilo, cómodo. 

—Gracias.

La sonrisa volvió al rostro del pelinegro al escuchar ese susurro.

—Gracias a ti. 

Volvió el silencio y la tranquilidad hasta que Yeosang se inquietó. 

—¿Quieres…? —Llamó la atención del más alto con la debilidad de su voz y acercó algunos tulipanes a él. 

Seonghwa comprendió que si decía una palabra más, iba a llorar. Recibió con gusto las flores, imitando después la acción del otro: arrancar los pétalos.

—Estoy seguro de que... 

Escuchó y vio al rubio interrumpirse con su propio llanto. Solo quería abrazarlo.

—Le habría encantado hacer esto hoy —terminó por fin con una triste sonrisa, haciendo que la vista de Seonghwa se nublara por las lágrimas acumuladas—. Siempre amó hacerlo.

—Yo también lo creo —le dio una respuesta, esforzándose por ocultar el temblor de sus palabras—. ¿Ya podemos lanzarlos? 

Levantó la mano con pétalos y Yeosang asintió.

Contaron hasta tres y los arrojaron justo frente a ellos, al mismo tiempo y aplicando cierta fuerza para que volaran más lejos y llenaran el valle.

Aprovechó su mano vacía para quitar el agua salada de sus mejillas. Sacó más pétalos y los lanzó.

Siempre los veía caer estando ahí abajo, siempre le alegraban, pero ese día fue lo contrario. Se acercaban al pasto con tanta tristeza, con un significado tan distinto al de antes, que solo pudo pensar en lo que Yeosang le había contado durante las últimas dos semanas, después de descubrirlo. 

Sintió a su lado el llanto desconsolado, por lo que dejó a un lado las flores que le quedaban y rodeó con su brazo los hombros del otro chico.

Mientras presenciaban la delicadeza con la que aquellos pétalos coloreaban de amarillo ese espacio lleno de recuerdos para uno, y de nuevos sucesos para otro, una mariposa blanca pasó revoloteando cerca.

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Sé que no se entiende nada, posiblemente no se entendió casi nada en estos diez capítulos, pero de ahora en adelante todo cobrará sentido. Para mí, lo mejor siempre va al final, por eso recién ahora comienza mi parte favorita de la historia: la que complementa a esta.

Quiero agradecerles a las pocas personas que leen esto. Aunque no ha sucedido nada interesante, siguen aquí, y lo aprecio muchísimo ya que Petals es la historia más personal que he escrito. Gracias por los votos también. 

Espero que tengan un lindo día/noche. ♡

petals ─ seongsangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora