05

61 17 1
                                    

Otro día más pasando por el sendero inclinado, volviendo al valle y esperando que los pétalos llegaran revoloteando frente a sus ojos, pero esta vez con el plan de dejar algo a cambio.

Su respiración agitada delataba su típico cansancio y sus dedos inquietos cargaban la nota que escribió la noche anterior. No lo creía suficiente en comparación a lo que el destinatario de esa hoja hacía por él, y eso le daba inseguridad.

Llegó a la parte alta, a esa que le daba vista completa del valle que se encontraba metros más abajo, y leyó la nota antes de dejarla en el suelo, con una pequeña piedra encima. Se alejó de la orilla cuando sintió un leve mareo.

De inmediato bajó con cuidado hasta el espacio lleno de césped y naturaleza, intentando quedar en el centro por si esa persona se acercaba a la orilla y así poder verla.

Aunque ese día su intención era hacer que esa nota llegara al anónimo, rápidamente se distrajo, y es que ese lugar era realmente tranquilo, acogedor. A veces se dedicaba a tomar fotos a la subida un tanto peligrosa, a las flores que emanaban un agradable aroma, o a las nubes; en otras ocasiones solo escribía pensamientos que cruzaban por su cabeza. Incluso llegaba a hacer pequeñas historias en su mente que jamás traspasaba al papel. 

No sabía si era válida la amistad entre un valle oculto y una persona, pero Seonghwa llegaba a considerarlo.

Estuvo al menos dos horas y ningún pétalo llegó al suelo. Decidió que lo mejor era subir y romper la nota, pues en ningún momento vio que alguien estuviese cerca de la orilla que formaba el barranco. 

Se llevó una sorpresa al no encontrarla y una pizca de tristeza se marcó en su rostro.

Regresó por el sendero mientras su mente trataba de entender por qué era todo tan extraño, por qué no podía el desconocido presentarse ante él. Minutos más tarde, la suela de sus zapatos ya tocaba el cemento de las calles casi vacías, y fue hasta esa tienda que frecuentaba sin razón.

De nuevo estaba Jongho tras el mostrador, recibiendo el dinero de una anciana sin expresión alguna. Cuando se percató de la presencia de Seonghwa, lo observó por un simple segundo y no volvió a hacerlo hasta que tuvo que atenderlo. 

Era un poco extraño, sí, pero tenía algo que le provocaba ganas de ser su amigo. 

—Buenas tardes. ¿Qué se te ofrece?

Además, sonaba algo formal para la edad que aparentaba.

—Hola. Dos chicles de menta, por favor —respondió enseguida, recorriendo con la mirada todo lo que estaba cerca del mostrador para no incomodar al muchacho—. Y un chocolate con relleno de frutilla.

Mientras Jongho tomaba las cosas, algo llamó por completo la atención de Seonghwa.

Flores. Y esos pétalos amarillos ya los conocía.

Volvió a fijarse en la persona que tenía al frente.

—Serían dos m...

—Disculpa, ¿sabes de dónde son esas flores? —interrumpió apuntando al florero que las contenía.

Jongho les dio una mirada rápida.

—Están en distintas partes del pueblo.

Seonghwa se quedó en blanco por un momento. 

Nunca las había visto en ninguna zona del pueblo, además, el lugar era pequeño. Era imposible haberlas pasado por alto.

—¿Tú las trajiste?

—No. Supongo que fueron los dueños, pero no sé exactamente de dónde las sacaron. 

Seonghwa asintió despacio.

Luego de preguntar cuánto debía pagar y de salir de la tienda, caminó en dirección a su casa, más pensativo que antes. Percibía una extraña conexión en todo, como si cada cosa tuviera relación con aquel desconocido. O tal vez solo estaba loco.

No sabía si ya era momento de alarmarse o de seguirle el juego a esa persona.

petals ─ seongsangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora