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Seonghwa se encontraba sentado en la orilla de la acera, buscando formas en las nubes y esperando que San salga de su casa. Irían juntos al valle, pues su vecino aceptó con gusto acompañarlo el día anterior.

Al reunirse, de inmediato se pusieron en marcha. Hablaron de distintas cosas mientras pasaban por las tranquilas calles y disfrutaron del silencio que se creaba por algunos segundos cuando seguían el sendero. El día era hermoso, y aunque el pelinegro se protegía del frío con una chaqueta grande, podía sentir el sol iluminando su rostro con una pizca de calidez. 

Algunos minutos después, ya se encontraban en la orilla del barranco que dejaba en evidencia lo oculto que estaba aquel valle gracias a la altura. Se sentaron con cuidado, sus pies colgando metros sobre el suelo, y con la hermosa vista que seguramente tenía la persona de los pétalos cada vez que los lanzaba.

Notó que San estaba metido en sus pensamientos, como si analizara algo con su vista puesta en el pasto del valle que tenían bajo sus zapatos.

—Entiendo por qué sueles venir. Sin contar la altura, que es algo aterradora, este lugar es muy tranquilo —mencionó el vecino de Seonghwa.

—Lo es. Me ayuda a despejarme, y han pasado cosas que… no sé, me animan un poco.

Mucho, corrigió en su mente.

El silencio de San se le hizo extraño. Lo miró de reojo y algo hizo click en su cabeza.

Por alguna razón, de un segundo a otro, comenzó a sospechar de él. 

¿Quién más podía ser, si no? Apenas había hablado con algunas personas de ese pueblo. Más sentido tenía que fuera alguien conocido.

—Yo… perdí a alguien especial —confesó San de repente, tomando por sorpresa al más alto—. Y este lugar me recuerda a él. 

La expresión en el rostro de Seonghwa se apagó.

—Lo siento muchísimo. Si te incomoda estar aquí, podemos ir a otra parte.

—No, está bien. No me incomoda. Me gusta venir de vez en cuando.

Seonghwa solo asintió.

—¿Y qué cosas han pasado? —quiso averiguar San después de un largo minuto de silencio, arrastrando sus palabras.

Esta vez, Seonghwa lo miró directamente.

—Alguien ha estado arrojando pétalos desde aquí.

El castaño seguía evitando el contacto visual. No se mostraba sorprendido por la información que acababa de recibir.

Seguía preguntándose si sospechar de él era correcto.

—Las flores que vi en el almacén donde Jongho atiende, tienen los mismos pétalos—continuó—. Me dijo que esas flores están en distintas partes y salí a buscarlas ayer, pero no encontré nada. He de suponer que me mintió, y no entiendo la razón.

—Qué lindo que alguien haga eso. Es… original —articuló con cierta inseguridad en las palabras que salían de su boca. El pelinegro notó que este no dijo nada respecto a Jongho—. ¿Y cómo son esas flores?

—Umm, amarillas. No sé mucho de esas cosas, pero creo que eran tulipanes. ¿Los has visto por aquí?

San pareció pensar su respuesta algunos segundos antes de negar con la cabeza. Seonghwa se convencía cada vez un poco más.

—¿Estás seguro? 

—Sí.

Pudo ver cómo movía nervioso su boca y volteaba a ver a otro lado. 

Era él. Debía ser él. Solo podía ser él, ¿cierto?

Se alejó unos centímetros de la orilla y se puso de pie. 

—¿Seong? ¿Qué haces? —San preguntó desconcertado, imitando la acción del otro para seguirlo.

—Debo irme, hay algo que debo comprar con urgencia y lo había olvidado por completo —mintió—. Lo siento. 

—Puedo acompañarte, si gustas —ofreció con amabilidad, haciendo que Seonghwa se sintiera algo mal por dejarlo ahí, pero ya no podía dejarlo pasar. Le molestaba que le mintieran de esa forma.

—No te preocupes, iré solo. —Le ofreció una sonrisa.

Los ojos de su vecino seguían sobre él y vio que sus comisuras se elevaron de forma sincera. Ya que ese lugar le recordaba a alguien especial, Seonghwa supuso que querría estar un momento a solas. Supo que estaba en lo cierto cuando se alejó y él no salió de ahí.

En cuestión de pocos minutos, el angosto camino de tierra se hizo más corto, hasta dar paso al cemento sólido y frío de las calles.

¿De verdad era San la persona de los pétalos? ¿Por qué sentía que todos le estaban mintiendo? Le estaban asaltando más preguntas de las que quería tener en mente. 

Estaba preocupándose otra vez. ¿Y si no era san? ¿Y si en realidad los pétalos no eran para él? Siempre volvía a la misma pregunta: ¿debía asustarse o tomar todo con diversión?

Avanzaba cabizbajo, completamente distraído de su alrededor en tanto buscaba las respuestas a todo eso. Su mente estaba siendo como un gran pizarrón repleto de garabatos extraños que estaba a punto de comprender.

Levantó la mirada para ver si ya estaba cerca de la tienda y se detuvo justo frente a la puerta.

Comprendió que San ya no iba a soltar ni una palabra al respecto, pero Jongho sí lo haría. O al menos eso iba a intentar.

petals ─ seongsangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora