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Piensa en cosas lindas. No pienses en nada. Piensa en cosas lindas. Respira hondo.

No era capaz de decidir la forma en que mantendría las lágrimas dentro de sus ojos, y comenzaba a desesperarse. 

Tener esa tumba justo frente a él no ayudaba. Tres meses y aún no podía procesar que Hongjoong estaba atrapado ahí. Su guía e inspiración ya no le acompañaba cada día, y jamás volvería a hacerlo.

Dejó los tulipanes amarillos en un sencillo pero hermoso florero celeste que llevaba tres días ahí, exclusivamente para dejar esas flores que tanto significado tenían para los dos. 

Sintió la cercanía de alguien a su lado, mas no quiso averiguar de quién se trataba; temía que sus ojos delataran el llanto que deseaba dejar salir. 

Ese alguien lo rodeó con un brazo. Era su papá.

Tragó saliva antes de hablar para que su voz no se quebrara.

—Estoy bien —masculló mientras trataba de alejarse, teniendo éxito en el segundo intento—. Ve con mamá.

Del otro lado de la tumba estaba ella, sollozando de forma casi inaudible y mojando su cara con llanto interminable. San, Jongho y Mingi también se encontraban ahí, tristes y pensativos.

Sus padres se alejaron despacio para irse y todos los demás hicieron lo mismo un minuto después, en silencio mientras pensaban en distintas cosas. 

Excepto Yeosang. Él no pensaba en nada, solo miraba la gran sudadera azul que llevaba puesta. Ese era el color favorito de su hermano, y comenzaba a ser el suyo.

—¿Quieres venir conmigo a la tienda? —ofreció Jongho. Supo que buscaba distraerlo—. Primero debo pasar a buscar algo a mi casa y después volveré para abrirla.

—Hm, no. Quiero estar solo un rato, si no les molesta —se sinceró—. Iré al cerro.

—Si necesitas compañía, puedes decirnos —dijo San a su derecha, y Mingi lo confirmó.

Tenía certeza de que hablaban en serio, pero no los necesitaba en ese momento. 

En cuestión de minutos todos tomaron caminos distintos. Yeosang pudo estar solo por fin, mas no a gusto. Quería ir ahí, a ese lugar que le haría llorar, pero al menos en soledad.

El sendero fue distorsionado por las lágrimas que seguía conteniendo. Con las mangas restregó sus ojos antes de que el líquido escapara.

Por más que lo evitó, al levantar la mirada y encontrarse con el inicio de ese conocido barranco unos metros más allá, las gotas saladas salieron disparadas por sus mejillas sin siquiera notarlo.

Un sollozo hizo que se percatara de su llanto y trató de detenerlo. Siguió avanzando hasta llegar al final de la tierra firme y encontrarse con el valle oculto.

Pero alguien estaba ahí. Y el susto fue tal, que retrocedió con rapidez y tropezó con una rama, haciendo que esta se partiera.

Respiraba con desesperación mientras dudaba de sí mismo. Nadie bajaba ahí jamás, y por un segundo creyó que solo lo había imaginado.

Estuvo algunos segundos más en el suelo hasta que optó por levantarse y correr a esa gran cantidad de árboles que no se encontraban tan lejos. No quería que la persona lo alcanzara y viera en ese estado.

Volvió a ponerse el gorro de la gran sudadera cuando por fin llegó a la arboleda y tomó ventaja de su gran orientación en ese lugar. Atravesaba el bosque sin dejar de correr y sabiendo que encontraría la manera de regresar a su casa sin necesidad del sendero.

Se detuvo poco a poco cuando los enormes árboles acabaron y se sentó en una piedra grande para descansar un momento. Vio su reflejo en la pantalla del celular y maldijo en voz baja al notar sus ojos rojos. No quería volver así a su casa.

—No estará mañana —quiso convencerse a sí mismo mientras alzaba su vista al cielo—. Puedo volver mañana.

petals ─ seongsangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora