petals ─ seongsang

01

Mantenía los codos en el mostrador, con su cabeza apoyada en ambas manos mientras fingía escuchar todo lo que Jongho le estaba contando.

—Le dije que no podía aceptarlo, pero insistió, así que…

Y eso fue lo único que tuvo su atención por dos segundos, volviendo de nuevo a los asuntos en su cabeza y tratando de pasar desapercibido. 

Era mucho trabajo. Fracasó.

—¿Me estás escuchando? 

Asintió con torpeza y lo vio por un momento para que se lo creyera, pero no era tonto.

—Sí —insistió para después inventar cualquier cosa—. Dios, qué pesado fue. Debió dejarte tranquilo de una buena vez.

Jongho alzó las cejas.

—Estaba hablando de mi mamá cuando me regaló un gatito.

Yeosang ladeó un poco la cabeza, buscando otro rostro al que mirar, aun sabiendo que nadie más estaba ahí. Una sonrisa triste se plantó sin permiso en sus labios y se puso de pie.

—Perdón —expresó con sinceridad y se dio la vuelta despacio—. Tengo sed, iré por un refresco. Mañana te lo pago, lo prometo.

—No te preocupes por eso, lo pagaré yo. —Pudo escuchar a sus espaldas mientras caminaba por el pasillo que estaba en el centro.

Buscó la lata amarilla llena de letras de colores. Antes de sacarla, escuchó la puerta cerrarse, por lo que supo que tenía tiempo de seguir pensando en eso sin que Jongho lo notara.

Al día siguiente se cumplirían tres meses desde aquel suceso. 

Se dio la vuelta para volver. Caminaba con los hombros caídos y con la mirada en el piso lleno de cuadros blancos y negros. 

Una moneda se acercó a él rodando, cruzándose en su camino. La recogió con rapidez y se mantuvo ahí para que el chico que Jongho estaba atendiendo la tomara. Cuando lo hizo, tuvo escasos segundos para verlo.

Pelinegro, delgado —muy delgado—, con ojos tiernos y pómulos prominentes. Nunca lo había visto.

—Gracias —dijo el desconocido e hizo un movimiento raro con su boca.

Asintió en respuesta, sin importarle que no lo viera. Le puso atención hasta que se fue de la tienda y volvió a sentarse junto a Jongho. 

Sus dedos pasaron por el pelo rubio antes de llevarlos a la lata para abrirla y beber. Sintió la mirada del otro y el líquido pasó con dificultad por su garganta. 

—¿Estás bien? 

Yeosang volvió a asentir.

—¿Quieres ayudarme a ordenar las cosas de los pasillos? —agregó Jongho—. O trayendo las cajas pequeñas de la bodega. Como quieras. 

Y lo hizo. No sin antes reírse al descubrir que solo quería tener menos trabajo que hacer y que estaba dispuesto a pagarle.

Habían pasado casi cuarenta minutos sin notarlo, riendo con su primo y San, que contactó por llamada. Cuando esta fue finalizada, fue por un paquete de papas fritas —lo único que recibió a cambio de ayudar a Jongho— y se quedó viendo desde su asiento el gran ventanal que daba a esa vacía calle.

Ambos estaban en silencio y nadie pasaba cerca, permitiendo que el ambiente se vuelva tranquilo. Comenzaba a darle sueño hasta que alguien apareció tras el vidrio.

El chico de ojos tiernos. 

Pudo percatarse de que se notaba más alegre que antes y esperó que terminara de pasar frente a la tienda para levantarse del taburete. 

—Ya vengo —avisó antes de salir del almacén.

Por al menos diez segundos, ese chico se ganó su atención. Después, volteó a ver el camino que había tomado. 

La calle pavimentada solo llegaba hasta ahí, pues algunas casas más allá iniciaba el cerro y el sendero en subida.

De nuevo quiso verlo, pero él ya no estaba. Ya había tomado otro camino. 

El cielo estaba tornándose profundo, oscuro, y decidió sentarse en la orilla de la acera. Sacó el celular de su bolsillo al escuchar una notificación: eran mensajes de Mingi que no quiso responder y volvió a guardarlo.

El estrés y tristeza por el día siguiente le atacaron nuevamente.

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¿Qué opinan de ver la perspectiva de Yeosang esta vez? Yo estoy emocionada por llegar al fin a este punto.

Espero que tengan lindo día/noche. Muchas gracias por leer. ♡