Capítulo 01 - Adiós

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*Aviso* El contenido a continuación incluye escenas sexuales

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Gemidos resonaron por toda la habitación, algunos provenientes de ellas, otros más provenientes de él, pero ninguno era de dolor, al contrario, el placer era tal que, combinado con la poca ventilación, aquella habitación comenzaba a llenarse de un vapor tan embriagante que casi se podía saborear.

Hilos de saliva se formaron de sus bocas a la piel del hombre parado al costado de la cama, si es que, a un montón de pieles y almohadas, sobre una extraña base de madera, se le podría llamar cama.

El hombre era alto, su cabeza habría pegado con la entrada de cualquier hogar promedio de aquellas tierras, su espalda era ancha, cubierta por al menos unas diez cicatrices, sus piernas eran largas, haciendo que su altura fuera incluso más visualmente, su cabello de color azul brillaba por el sudor de su cuerpo, y sus ojos color turquesa eran apenas visibles pues en la acción del sexo gustaba de cerrar constantemente los ojos.

Tres jóvenes elfinas de cabellos tan dorados que parecían tener luz propia, con figuras esbeltas y escurridizas se habían colado esa noche a la cabaña situada el final de un claro, casi llegando a las fronteras del bosque Solskin, al suroeste de las Islas de Niemandsland, la cabaña pertenecía a unos hermanos, hombres, dos humanos, meses atrás el mayor de ellos solicito al rey de los bosques, le permitiera a él y a su hermano vivir en las fronteras de sus tierras.

Una mañana, luego de una noche en la que el hermano mayor había acabado con toda botella de algo embriagante, mientras se recuperaba de la resaca, de la nada un delicioso aroma guio a una elfina que recolectaba materiales por las cercanías de la cabaña a la misma habitación en la que ahora se encontraban estas otras tres.

Algunas veces se presentaba una, o dos, esta era la primera vez que tres de ellas se habían escurrido hasta su cuerpo.

Rudolph aun no comprendía muy bien del todo porque pasaba esto, a veces era en las noches, a veces era en los días, pero no había logrado dormir más de seis horas seguidas sin que alguna dulce y preciosa creatura femenina de los alrededores se colara a su cama, desde hacía ya unas cuatro o cinco semanas.

La primera elfina en entrar a su cama aquella madrugada era carnosa, de cabello largo y esponjoso, lo que llamaríamos "quebrado", Rudolph medía casi dos metros formados por puro músculo, así que casi cualquiera cerca de él, era pequeño o pequeña, pero esta elfina no, ella podía perfectamente acariciar los pies de Rudolph con los de ella, mientras sin estirar mucho su cuello, deslizaba su lengua suavemente cerca de la oreja de Rud.

Sin titubeos la elfina levantó la camisa del humano, que, para estas alturas, luego de tantas desveladas, dormía en serio profundamente, razón por la cual la segunda elfina logró escabullirse debajo de las sábanas, siguiendo las caricias de la primera, sin ser detectada, de cuerpo un poco más voluptuoso y con menos altura, cabello igualmente largo, pero atado en una coleta muy despreocupada.

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