Capítulo 04 - Una sorpresa

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*Aviso* El contenido a continuación no incluye escenas sexuales

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Sigrid Edevane había adoptado a los hermanos Arnheim cuando tenían ocho y tres años.

Los había conocido en la capital de Bahata, el pueblo de Weiz, donde se había detenido para descansar y recuperarse de algunas heridas de su última misión.

Su comportamiento le había llamado la atención, pues cubrían sus cabezas todo el tiempo, y trataban de no destacar, pero ella igualmente había logrado ver su curioso color de cabello.

Un día luego de que el pequeño hermano menor llorara porque tenía hambre y el preocupado hermano mayor revisara sus bolsillos sin éxito en la búsqueda de dinero o algo para comer, tomó la decisión que había temido desde el día en que huyó de casa de su tío.

Inhaló y se dijo que robar era malo, pero era aún peor escuchar a su hermano menor llorar por hambre.

La viajera entonces vio el rostro atormentado del niño y lo siguió, él fue hábil al caminar entre la gente, tomando una moneda de un bolsillo y otro.

Emprendía su huida cuando chocó con un oficial, este lo observó con desdén, el niño pidió disculpas y continuo su camino.

Sigrid contuvo la respiración y cuando vio al niño alejarse del oficial soltó el aire acompañado de una risita y una sonrisa.

Los días pasaron y Sigrid había sanado de sus heridas, se encontraba vistiéndose y preparando sus cosas para emprender su viaje de regreso a su natal Zhyva.

Salió de la posada donde se había estado alojando, aún era de madrugada, y los puestos de algunos mercaderes seguían cerrados, pero uno o dos comenzaban a arreglar sus mercancías para la venta de ese día, recorrió la plaza vacía una última vez con la vista.

- Espero que estén bien, ojalá que Mor cuide de ellos. –

Dijo al aire, cuando escuchó un pequeño ajetreo detrás de ella.

Giró para ver de qué se trataba y lo que vio fue a un mercader tomando fuertemente del brazo al mayor de los hermanos celestes, como ella los llamaba.

- Pequeño ladronzuelo. – Decía el mercader mientras jaloneaba al niño, que sostenía en sus manos con fuerza una botella de leche.

Sigrid se acercó entonces al mercader.

- ¿Qué hacen en este lugar con niños como él? – Quiso saber.

- Usted no se meta señora. – Dijo el mercader, de manera agresiva, pero luego volteó a ver en dirección de Sigrid y de inmediato notó el emblema en la armadura de su pecho. -Disculpe señorita, no sabía que había una guerrera de su altura en estas tierras. – Sin soltar al pequeño llevó su mano a su gorra e hizo una pequeña reverencia con la cabeza.

- Responda la pregunta. – Dijo seria y un poco molesta, enderezando su cuerpo, inflando su pecho y plantando sus piernas firmemente en el suelo, levantando un poco de lodo alrededor de sus metálicas botas.

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