Capítulo 13 - ¿Cuál es el plan?

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Cuatro cansados y cabizbajos jóvenes cabalgaban a un par de kilómetros de las fronteras de los bosques de Solskin con las praderas de Zhyva

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Cuatro cansados y cabizbajos jóvenes cabalgaban a un par de kilómetros de las fronteras de los bosques de Solskin con las praderas de Zhyva.

Habían pasado toda la mañana visitando a los líderes de los cuatro clanes que rodeaban la capital de Solskin, usando los portales con el fin de ir más rápido entre pueblo y pueblo, dejando la cabalgata únicamente para llegar a la frontera, pues sin la precisión debida podrían terminar fuera de bosque.

Tiempo atrás, cuando el rey Declan había creado el hechizo protector, se construyeron cinco torres, una en cada pueblo, con el fin de canalizar la magia que aquella barrera necesitaba y una en la frontera.

También, en caso de ser necesario, cada líder de clan, podría subir a la torre y colocarse al centro de una enorme runa escrita en el suelo de aquel mirador. Para meditar y analizar el estado de su área, o si, así lo requería el hechizo, reforzarlo con un ámbar, el mejor material en el que los elfos guardaban hechizos de protección.

Los floretes que el príncipe había llevado como regalo, servían justamente a ese fin, más uno para él mismo en la torre de los límites.

Para los humanos había sido toda una experiencia aquella visita, Henry había estado convencido de que todos los elfos eran de cabello rubio cenizo, casi blanco, de piel clara, con matices rosas y delicados como flores. Pues todos los que había conocido así eran; sin embargo, al recorrer los clanes había caído en su error.

La variedad de tonos de cabellos rubios era amplia, desde casi castaños en los clanes cercanos a las costas, hasta curiosos tonos de oro rosado en los más cercanos al norte. Aunque los ojos azules no cambiaban mucho, solo un par de tonos de azul cielo, los casi blancos de la familia Lysstyrke, los marino de la línea de sangre Solskin y los grisáceos de otra casa noble eran los más destacados entre aquellos pocos matices de azules.

La tez de los elfos también variaba según su territorio, siendo más bronceados aquellos en las costas y más verdosas en los clanes que se encontraban en zonas muy profundas del bosque.

Cada líder se había mostrado especialmente amable con Henry, abrasándolo y besándole en las mejillas, gestos que incomodaban de sobremanera al jovencito.

No podía evitar pensar que todo aquello era por su hermano, y aunque razonablemente se decía que tener tan buena tarjeta de presentación por delante era bueno, una parte de él no podía dejar de pensar que estaban poniendo sobre él demasiadas expectativas.

Por alguna razón, un par de líderes incluso le habían regalado unas cuantas bolsitas con hechizos de curación, barreras y hasta vitalidad.

El gesto de Henry al pensar en las canicas mágicas que ahora colgaban de su cinturón se desvaneció por completo al escuchar el fuerte bostezo de Gwen a unos pasos por detrás de él. Haciéndole calmar un poco el trote de su corcel para ponerse al lado de su amiga.

— ¿Sueño? — Dijo en un tono juguetón.

— No, flojera. ¿Cuándo llegaremos a la frontera? — Gritó hacia el frente, haciendo sobresaltar a los elfos.

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