𝚄𝚗𝚘| 𝙲𝚘𝚛𝚛𝚎𝚛

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𝙻𝚘𝚜 𝙰𝚗𝚐𝚎𝚕𝚎𝚜, 𝙲𝚊𝚕𝚒𝚏𝚘𝚛𝚗𝚒𝚊 - 𝟷𝟿𝟿𝟺

| Waine Stone |

Solté un quejido ante escuchar la alarma programada, era jodido Lunes y mi primera clase sería de Matemáticas. Cerré un momento los ojos, no volvería a dormirme sólo quería despertar bien y no ajetrearme al pararme. Me estiré tanto como mi cuerpo lo permitió, oí el crujir de mis huesos, suspiré y me senté el la orilla de mi cama, el sol aún no salía pero mis ganas de matarme sí.

Tocaron la puerta bruscamente, me reincorporé poniendo mis pantuflas. Abrí la puerta y ahí estaba el cara de mierda.

-¿Qué quieres? -dije mirándolo.

-Mamá dijo que bajes a desayunar, asquerosa.

Cerré la puerta de un portazo, acomodé mi cama lo mejor que pude. Para qué tenderla si volveré a desacomodarla más tarde, en fin. Entre la paca de ropa desordenada y mal acomodada que se hacía llamar ropero, saqué algunas prendas simples, no quería llamar la atención, me gusta ser el centro de atención, pero no frente a una gran multitud de jóvenes criticones, como yo.

Tomé un baño caliente, luego del hábito innecesario me vestí, metí los cuadernos correspondientes a mi mochila y salí de mi habitación con un par de tenis. Salí al pasillo y desfilé exageradamente por éste, al pasar por la habitación de mi, desafortunadamente, hermano tuve que tapar mis oídos, la música era realmente buena, pero el volumen no. Los oídos me sangraban.

Bajé los trece peldaños que formaban la cansina escalera de mi hogar. Un olor a desayuno hogareño inundó mis fosas nasales, sonreí viendo a mi preciosa madre, estaba de espaldas y tarareaba una canción mientras movía la cabeza de lado a lado. Dejé mi mochila en una silla y la abracé por detrás, se sobresaltó y rió abrazándome.

-Buenos días, mami.

-Buenos días, ma. -saludé dándole un beso en la mejilla.

Me senté esperando el desayuno y antes puse los platos, la puerta del cuarto de mi hermano se oyó cerrándose, ya venían sus molestias como siempre. Bajó silbando y meneando las llaves de su nuevo coche. Saludó a mamá y pasó por detrás de mí, despeinó mi cabello.

-¡Oye, ma!

-¡Cállate, eres una llorona! -se quejó sentándose. Volví mi mirada al mío, no podía estar en casa sin que Nolan molestara.

Mamá puso la comida en la mesa, desayunamos contándonos nuestras próximas actividades y no descarte la oportunidad de quejarme sobre mi primera clase del día. Mamá saldría con una de sus amigas, después yo la acompañaría por las compras; Nolan entrenaría desde las nueve hasta las doce para su equipo de básquetbol; y yo, sólo existiría.

-Nolan, llevarás a tu hermana. -avisó mamá mirándolo.

-¡¿Por qué?! -dejó de ver sus llaves- No quiero llevarla.

-Llévala o si no te quitaré el coche.

Él hizo una mueca demasiado ofendido, aceptó al final, no quería perder a su bebé. Después de terminar subí a lavarme los dientes, tomé mi perfume y lo rocié sobre mí. Bajé viendo sólo a mamá, con la mirada señaló afuera, ahí estaba Nolan. Me despedí con un beso y abrazo, el cara de rata pitó apresurándome. Gruñí saliendo malhumorada, giré los ojos cuando sonrió cínico.

The eyes never lieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora