𝚀𝚞𝚒𝚗𝚌𝚎| 𝙿𝚎𝚗𝚜𝚊𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘𝚜

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|Waine Stone|

Abrí los ojos de golpe, todavía no amanecía completamente. Adormilada observé con los ojos borrosos todo el espacio.

Marco todavía dormía, con la boca abierta y un hilo de saliva deslizándose desde la comisura de su boca. Más Langdon ya no estaba, no tenía idea de dónde había dormido durante el tiempo transcurrido.

En el piso había una almohada y una pequeña cobija, tal vez durmió ahí.

Encogí los hombros y regresé a dormir. Recordar lo sucedido hace unas horas me hizo fruncir el rostro.

Me besó.

No significa nada, sólo me purga lo sucedido. Bufé y jalé la manta que compartía con Marco. Luego me volví inconsciente de mi alrededor, quedándome dormida de nuevo.

Un rayo de sol entre las cortinas y la ventana iluminaba con gran fulgor, específicamente mi rostro. Gruñí ante ello, me giré y palpé la cama. Marco ya se había levantado.

Hundí mi rostro en la comodidad de mi almohada, había encontrado la posición perfecta para dormir un par de horas más.

-¡Despierta, Eva! -se lanzó sobre mí, sacando el aire de mi interior y ahogándome con la almohada al mismo tiempo-. Tate y tu madre nos esperan abajo.

¿Cómo?

-¿Qué? -levanté la cabeza con algunos cabellos sobre el rostro.

-Sí, incluso le ayudó a tu madre a preparar el desayuno -continuó con una alegría dañina-. Es bueno cocinando, huele delicioso -murmuró con felicidad.

Marco ama la comida.

Quién no.

Suspiré, con todas la fuerzas que mi cuerpo adormecido me permitía, me levanté con el castaño encima de mí. Mis brazos temblaron y no resistieron su peso.

-Eres una débil, Eva -carcajeó quitándose finalmente.

Rodé los ojos caminando detrás de él. Incluso desde un piso arriba pude escuchar las sonoras risas de mi madre y aparentemente Langdon.

La puerta de Nolan seguía cerrada y sus ronquidos molestos aún perturbaban la casa. Solté aire aliviada, mi hermano no se lo tomaría con el mejor humor. No soporto su humor de anciano, nos contagia a todos.

-¡Waine, tenemos a Tate de invitado! -exclamó mamá una vez que me vio, seguido de eso, me guiñó un ojo.

Como si no se hubiese quedado a dormir.

Ignoré su ademán, mordí mi labio sin querer mirarlo. Su estúpida sonrisa cínica mientras cortaba alguna verdura colmaba mi existencia, incluso aquel golpe proporcionado por su madre es notable aún.

-¿Por qué hay seis platos en la mesa? -comenté mirándolos, mamá dejó de mover el utensilio.
Giró, limpiando sus manos sobre el trapo.

-Olvidé decirte -siguió su labor-, Charles también vendrá a desayunar con nosotros.

Rodé los ojos y me guardé mi molestia.

-Está bien.

Mi respuesta le sorprendió, casi en seguida, el timbre sonó. Apreté los labios y tomé asiento en la mesa, esperando la llegada de las cinco personas faltantes.

Marco se sentó a mi lado.

-¿De quién habla tu madre? -murmuró para que susodicha no lo escuchara.

-De su novio -revolvió mi cabello como cada mañana.

Fruncí los labios ante las palabras de mi recién despierto hermano. Asentí con disgusto, el rostro de Marco se abrió en sorpresa y tocó mi brazo para que le contase, realicé un ademán para que en otro momento supiera, gracias a la inoportuna presencia de quien intenta cortejar a mamá.

The eyes never lieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora