𝙽𝚞𝚎𝚟𝚎| 𝙷𝚊𝚜𝚝𝚊 𝚕𝚞𝚎𝚐𝚘, 𝚆𝚊𝚒𝚗𝚎

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El chico la siguió desde que salieron del ático, paso a paso. Cuando estuvieron en el pasillo donde las habitaciones estaba ubicadas, tuvieron que caminar en puntillas, Nolan estaba en su habitación, si los oía saldría y haría un cuestionario sobre dónde estaban. Waine quiso ahorrarse las molestias y prefirió ser sigilosa. Abrió la puerta de su cuarto y dejó a Tate entrar, posteriormente la cerró dando un suspiro de alivio.

Tate exploró desde su sitio su al rededor, habían pósters de celebridades, la banda Queen predominando la mayoría. El suelo era todo de alfombra, algo reconfortante para sus pies. Habían plantas por todos lados, haciendo ver el lugar más fresco. Un tocadiscos al costado de la puerta y una torre vinilos acompañándolo. Un librero abarcando toda una pared lo sorprendió, incluso más grande que el armario negro. Notó pinturas hechas a mano, de inmediato buscó materiales de pintura, para asegurarse que fue ella quien los pintó; sonrió satisfecho al ver en el balcón un lienzo sin terminar, apoyada en un caballete y con muchas pinturas llenando la pequeña mesa a un lado.

Giró la cabeza al no escuchar ruido ni la voz de Waine, encontrándose con la misma mirándolo atentamente y con los brazos cruzados, pudo notar una media sonrisa en su rostro.

-¿Tengo algo en la cara? -ironizó él sintiéndose tonto al no saber dónde quedarse, todavía no tenía permiso de tomar asiento.

-No -ella soltó aire como una risita-, eres gracioso admirándolo todo. Siéntate, me estresa tu incomodidad. -admitió abriendo las cortinas. Tate iba a sentarse en la cama, pero al verla sentarse en el piso hizo lo mismo.

El silencio ya no era incómodo ni tenso, se había tornado algo acogedor. Waine suspiró acechando la cabeza hacia atrás, recargando su peso en sus manos, las cuales estaban apoyadas en el piso. Tate recargó su torso en la cama, también dejó caer su cabeza, quedando en la orilla de la cama.

-Si quieres puedes quitarte los zapatos -propuso ella quitándose los suyos-, mientras no apesten a queso está todo bien. -sonrió colocando sus tenis en un zapatero que colgaba en la parte trasera de su puerta. Tate aceptó y se los quitó, Waine estiró la mano para recibir los tenis de él.

-¿Desde cuando te gusta Queen? -cuestionó Tate, a leguas se veía el fanatismo que ella tenía por el grupo musical.

-Desde siempre.

-¿Alguien te lo inculcó?

-Sí.

-¿Quién?

-Haces muchas preguntas -admitió ella suspirando, fijó su mirada en un punto, pareció estar considerando responder. Mordió su labio al ver a Tate bajar la cabeza ante su contestación tan seca, rodó los ojos-. Mi padre, cada vez que teníamos tiempo libre ponía su música y fui tomando gusto. Es lo único que le agradezco.

Tate iba a preguntar dónde estaba él, sin embargo, al ver que Waine no estaba cómoda ni feliz hablando sobre ello prefirió cambiar de tema después de un asentimiento con la cabeza.

-¿Te gusta mucho pintar?

Waine sonrió levemente ante el cambio de tema, Tate había captado que no quería desarrollar aquel tema, lo cual agradeció profundamente. Ella miró sus pinturas y luego a Tate.

-Me encanta, creo que es uno de mis hobbies favoritos. -ella acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja, pesando en algo de lo cual pudiesen hablar. Tate tenía los mismos problemas, quería seguir hablando, sin embargo no se le ocurría otro tema. Pues no se conocían en nada, eran perfectos desconocidos.

Sus dilemas no siguieron más, el sonido de la madera de la puerta siendo tocada destruyó su nube. Waine murmuró un "adelante", la persona detrás se hizo mirar. La azabache rodó los ojos mirando a su hermano asomar la cabeza por el espacio entre la puerta y la pared. Nolan se vio sorprendido, a juzgar cómo Waine se mostraba tan disgustada por la presencia del rubio, no la vio así, de hecho se veía cómoda.

The eyes never lieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora