𝙳𝚘𝚜| 𝙳𝚎𝚜𝚌𝚘𝚗𝚘𝚌𝚒𝚍𝚘

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| Waine Stone |

Llevábamos casi diez minutos corriendo a toda velocidad, mis piernas estaban completamente acalambradas y los metatarsos se me durmieron por el dolor, algo malo de mí es que sudo muchísimo, parezco una fuente. Al pasar, las personas nos miraban mal por empujarlas para poder pasar, no me importaba, pero una señora jaló de mis hebras 'accidentalmente'.

-¡E-Espera, ya no puedo más, Marco! - exigí tratando de nivelar mi respiración.

Inmediatamente paró su carrera acelerada, posicionó sus manos en sus rodillas respirando descontroladamente, su cabello quebrado caía sin prejuicios por todo su rostro cubriéndolo, mi cabello estaba totalmente despeinado y esponjado.

-Anda, ya casi llegamos. -jaló otra vez de mi mano y solté un jadeo.

Mientras corría a rastras, un coche pasó muy lentamente a nuestro costado, no era un coche muy grande, era uno modesto y bonito. Un chico, parcialmente un poco más mayor que nosotros, llamó nuestra atención.

-¡Oigan! ¿Quieren que los lleve? -se inclinó hacia el asiento del copiloto para que lo escucháramos claramente. Miré a Marco, quien ya estaba viéndome, preguntándome con la mirada si debíamos subirnos al coche de un extraño. En nuestras miradas hubo un debate. Al final asentimos mientras encogíamos los hombros.

No había nada de malo ir con alguien desconocido, ¿no?

Marco se quedó en el asiento de copiloto y yo en los traseros. -Muchas gracias, vamos a la preparatoria...

-Sé cual, estoy en esa misma. -lo interrumpió y sonrió con los labios cerrados.

-Genial.

El chico asintió y siguió manejando. Claro que no iba a quedarme tan tranquila, así que con la mirada comencé a analizar el panorama: el interior estaba muy limpio, no tenía basura en los tapetes ni asientos, únicamente tenía en el porta bebidas unas galletas a medio comer. Las ventanas y retrovisores estaban impecables y se veían que rechinaban. Básicamente, el coche parecía como nuevo.

Mi mirada siguió explorando el interior, por último se dirigió al retrovisor de enfrente, mis orbes cafés se encontraron con unos casi negros. Mantuve en contacto visual con el conductor, a decir verdad, me intimidó un poco, su mirada era absolutamente intensa y penetrante. Antes de volver la mirada al camino, sonrió levemente.

No hubieron más encuentros visuales, en cinco minutos llegamos. Si no hubiese sido por ese chico, llegábamos tardísimo. Al llegar, Marco le ofreció diez dólares, pero él los negó.

-Déjalo así, yo me ofrecí, no tendría sentido pedirles dinero. -alzó las manos e hizo un ademán desinteresado.

-Una vez más, viejo, muchas gracias -agradeció por milésima vez mi amigo-. Estamos agradecidos, ¿verdad, Waine? -arqueó una ceja mirándome.

-Uhm...sí, gracias. -sonreí forzadamente.

El chico asintió, cerró su coche con llave y comenzó a caminar, como indicándonos que lo siguiéramos.

-Me quedan de pasada. Vamos.

Miré a Marco, él sonrió. Por alguna u otra razón, me sentía incómoda. Jamás había tenido la confianza de hablarle a un desconocido como si lo conociera de toda la vida, ni viceversa.

The eyes never lieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora