Rev Hearst
He sentido todo tipo de dolor durante toda mi vida, desde un corazón roto hasta la caída de un auto por un risco, sin embargo, la que más me ha dolido ha sido despertar en un hospital con los papeles del divorcio y sin una parte de mí. Lo que más me ha dolido ha sido ver que la persona que más esperaba que llegara a este mundo, nunca tuvo el chance de ni siquiera dejarme verle sin vida.
La peor parte es que tampoco tuve el chance de decirle adiós, no pude decirle cuanto lo amaba y al final del día, ni siquiera me permitieron ir a ver cómo le arrojaban tierra a su pequeña cajita de madera. Nunca me dijeron en donde lo habían dejado, y nunca me preguntaron si estaba bien.
Recuerdo que me dieron un contrato, mi propio padre me hizo firmar unos papeles mientras estaba convaleciente. No pude decir que no, no sabía cómo decir que no, ¿de qué me servía vivir si no tenía a mi esposo y mucho menos a mi hijo?
Mi hijo...
Era el niñito más esperado en todos lados, éramos muy jóvenes, ¿a quién se le ocurre tener bebes a los veinte? Ni siquiera habíamos acabado la carrera, pero éramos ingenuos y solo pensábamos en nosotros.
Bajamos del auto hacia el hospital observando con atención las grandes filas de personas y por un momento mi pecho se comprimió cuando vi más mujeres embarazadas de las que creí que existían.
Xander no dijo nada, paso de largo llevándome a mí, evitando que chocara contra los demás y metiéndome en la sala privada del hospital. Aquí no había filas, solo sillas para dos personas, una mujer estaba con su esposo y luego nosotros que ingresamos primero apenas reconocieron al padre de mi hijo.
Al poner pie en el interior del consultorio, él perdió todo motivo de respirar y yo me recosté en la camilla sosteniendo su mano, dejándome relajar para que el medico pudiera hacer su trabajo.
Esboce una sonrisa cuando puso el líquido en mi panza, seguido del monitor y empezó a hurgar moviendo el dispositivo permitiéndonos ver la figura en la pantalla. Xander puso una mueca, una de horror por no entender.
—¿Eso es una pasa o una cucaracha? —pregunto haciéndome reír.
Le di un manotazo, claramente divertida y el doctor volteo con una sonrisa.
—Es un niño.
—Un... —relamió sus labios, atónito evaluando al doctor, luego a mi —. Un niño.
—Si —solté con una sonrisita.
—¡Es un niño! —exclamo dándose cuenta —. En efecto es un niño, nuestro, tuyo.
—También es tuyo.
Se inclino a besarme y el doctor hizo un gesto haciéndonos reír, pero después todo se volvió risas y parloteos sobre lo que haríamos. Quería intentarlo todo, era como si tuviera un chip que le dijera que quería más hijos, muchos más y por una vez más, me sentí completa a su lado.
Si ese día no hubiera acompañado a Xander, mi bebé seguiría aquí, conmigo. Pero es muy tarde para pensar en eso, no hay nada que pueda hacer. Accedí a este patético matrimonio con tal de liberarme de ciertas cosas y nunca pensé que Xander volvería, nunca lo plantee. Creí que no nos volveríamos a ver y seguiría simulando que tengo una vida perfecta con un hombre mediocre que mi padre eligió para mí.
Pero como decir que no a un acuerdo que me mantenía protegida y segura, ¿cómo decir que no a un contrato que me permitía quedarme en casa con salud, dinero y comida siempre que accediera al divorcio? No había modo, y debe sonar mezquino, pero ¿Qué podía decir yo si el mismo abogado de Xander me dijo que yo ya no le interesaba si no cargaba con su hijo?
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Odio ficticio
De Todo"El odio es un sentimiento difícil de controlar. Inicia algo. Acaba algo. Pero como tal, antes de odiar e incluso después, existe: la ficción". Amar a alguien ficticiamente suena tentador, en especial si la historia ya ha comenzado. Durante un juici...