Abrí los ojos, la luz de la ventana dio de lleno y volví a cerrarlos, suspiré sintiendo mis músculos tensos. Me acomodé contra el respaldo y finalmente abrí mis ojos acostumbrándome a la luz del sol. Tomé la tablet con la cual prendí la televisión, y comencé a cambiar cuando en la mayoría vi casi mi rostro la apagué.
—¡Marie!—Grité frotando mis ojos.
La puerta se abrió mostrando a mi nana con la bandeja donde se encontraba un vaso de agua y una píldora.
—Aquí tienes mi niño.
—Gracias, la migraña me está matando.—Trague la pastilla sintiendo el frescor del agua en mi pecho.—Llama a Adrien y dile que venga, trabajaré aquí.
—Esta bien, te traeré el desayuno y tu laptop.—La vi caminar despacio llenandome de ternura.
—Dile a uno de los guardias que haga ambas cosas, no fuerces tus piernas subiendo y bajando las escaleras.—Mi voz sonó seria.—Para algo les pago.
—Bien, gracias mi niño.
—Descansa.
Salió de la habitación y me levanté camino al baño, me observé en el espejo sintiendo el cansancio al ver mis ojeras. Encendí la ducha dejando que la humedad abunde hasta dejar empañado el espejo.
La pantalla de la pared sonó y contesté mientras me duchaba.
—Así que hoy te has hecho la rata.—La voz rara de Adrien sonó en todo el baño.—No podré ir, hay unos problemas que estoy tratando de solucionar.
—Es la migraña, idiota. Entonces pasame los documentos en los que esta trabajo de la calle Wallace y luego arregla una cita con los Miller para mostrarle los planos de su hogar.
—A la orden capitán.—Puse los ojos en blanco.—En la agenda tengo anotado que a la noche tienes una cena con tus padres pero no recuerdo haberla anotado.
Respiré hondo refregando todo mi rostro.
—Fue mi madre, seguramente le dijo a papá que se metiera al sistema y manipulara la agenda. ¿A que hora?
—Eh, dice a las ocho y media.. Oh, hay una nota abajo.—Raspó su garganta. Aquí viene.—Hijito mío, ven a casa a cenar, papá hará un rico costillar y tu mamá un delicioso postre, específicamente tu favorito. Si no vienes entraré en depresión, con mucho amor tu mami.—Un silencio quedó en medio hasta que la carcajada de foca se escucho en todo el lugar.
—Has lo que te he dicho. Adiós.
—No, espera, espera...
Corté la llamada y salí del baño secando mi cuerpo, viendo mi ropa de casa lista junto la laptop. Me acomodé el jogging gris junto con las medias y caminé el largo tramo hasta la cocina donde vi a Marie terminado de hacer el desayuno.
—Cariño, creí que debía llevarte el desayuno a la cama.—Me senté en la silla donde y separé la que esta a mi lado indicándole que se siente.
—Tengo varias cosas que hacer, haré unos trabajos aquí y luego me iré. Tienes el día libre nana, no llegaré hasta medianoche.
—Ay que lindo, un día de relax para esta anciana.—Comenzó a servirce y luego a mi.
—¿Disculpa? Vives como una diosa y sabes que día que pidas, días que te doy libre.—Probé el waffles con miel y largue un sonido de satisfacción.
—Hoy me haré la manicure.—Se miró las uñas ignorando mis palabras. Olvidé que ella se había criado con mi madre, son iguales.
—Has lo que quieras.
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Inefable© | Sin editar.
Romantizm-¿Cuán roto debe estar mi corazón para que seas feliz? -Por favor, perdóname. -No es suficiente. -Te amo Todas esas palabras inundaron su cabeza poniéndola en dudas, porque ya no sabia si lo que tanto deseaba era lo que la hacía realmente feliz. Tod...