5. LLUVIA DE ORO

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Mis primeros días como policía fueron extenuantes. Los turnos de 24 horas comenzaron a pasarme factura a las pocas semanas de haber iniciado; mi ciclo del sueño se volvió loco y ni que decir de mi estómago. Las continuas desveladas y el no comer a las horas adecuadas hacían de mi cuerpo un desastre total. Con el tiempo logré acostumbrarme, o al menos eso me decía para aligerar los turnos, porque la realidad es que el cuerpo nunca se acostumbra.

Un día de diciembre antes de las fechas navideñas, Karina me invitó a una fiesta que tendría lugar en su departamento, en poco tiempo se había convertido en una amiga para mí, sobre todo después de aquella plática en la academia. Al llegar me topé con la presencia de las otras chicas de esa plática, Amelia, Cristina y Claudia, cada determinado tiempo solían reunirse; durante nuestra reunión platicamos sobre nuestros primeros días como policías, el cómo los turnos de 24 horas nos pasaban factura con el paso de los días y las pocas experiencias que habíamos adquirido en el par de meses que llevábamos ejerciendo.

Para ese entonces, lo que había sucedido con Alexandra los meses anteriores se encontraba en lo más profundo de mis recuerdos. Mi mente había estado ocupada en otros asuntos los últimos días, hasta que reparé en la presencia de dos chicas que se estaban besando en aquella fiesta. Inmediatamente el recuerdo de Alex vino a mi mente. Podía percibir sus labios rozando los míos, cuando escuché una voz diciéndome...

- ¡Hey! Tierra llamando a Vane, ¿me escuchas? – Era Karina quien agitaba su mano frente a mí intentando que reaccionara.

- Sí, sí, dime... ¿Qué pasó? – contesté agitando la cabeza intentando espabilar mis recuerdos.

- Te preguntábamos si ya tuviste algo interesante en tus divertidas guardias con el Suboficial Mendoza. Cris dice que la semana pasada detuvieron a dos personas que habían robado una casa de empeño, y Amelia comenta que sus compañeros son un dolor de cabeza y que no ha tenido nada bueno hasta ahorita, y a ti que tal te ha ido.

- Bien, apenas el turno pasado tuvimos una persecución y enfrentamiento en la carretera... – contesté sin ánimos.

- Así que eras tú quien estaba en ese desmadre. – Soltó Amelia interrumpiéndome.

- Sí, y no quiero hablar ahorita sobre eso, ¿podemos cambiar de tema? – solté en tono serio.

- ¿Es cierto lo que dicen de Mendoza? – preguntó Claudia

- Es en serio, ¿van a insistir? – espeté molesta.

- Entiendo lo difícil que es para ti, pero debes sacarlo o te va a carcomer por dentro. Respondió Karina con mirada compasiva.

-De acuerdo. – Bufé. – Pero sin comentarios y sin preguntas, entendieron.

***

El enfrentamiento de ese día me había dejado un trauma que permanece en mí hasta el día de hoy; por medio de radio nos habían avisado que varias unidades iban en persecución de dos vehículos con personas armadas a bordo. Nos encontrábamos sobre la carretera montando el retén, cuando escuchamos ráfagas incesantes hacia nosotros. Intentamos repeler la agresión, pero resultó inútil, los hombres armados descendieron de los vehículos y los usaron de escudo, éramos tres de nosotros contra ocho de ellos, nos encontrábamos atrincherados entre las llantas de la patrulla, escuchando cómo las balas penetraban la carrocería, el sonido de la muerte al acecho nos atravesaba los oídos, y nosotros suplicábamos a los Dioses del mundo no morir. Escuché los susurros de Fernández rezando, a Mendoza maldiciendo, y yo con una mezcla de ambos intentaba frenar las lágrimas que imploraban salir. Un nudo se anidó en mi garganta y dolía.

- Me quedé sin municiones. – Susurró el Suboficial Mendoza, después de eso nos preguntaría si a nosotros nos quedaban balas aún.

- Nada. – Contestamos Fernández y yo.

EL PESO DE LA PLACA - (+18) - LGBT+ (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora