Esa misma noche regresamos a casa; durante el camino el silencio se volvió incomodo; ambas sabíamos lo que ese viaje a Versalles significaba, lo que volver a casa significaba, lo que realmente significaba que acabase el día.
Habían pasado ya poco más de cuatro años, la rutina diaria ya la conocíamos; nuestros encuentros casuales a la luz de la luna al rededor del mundo se convertían en pequeñas condenas que sentía que algún día me hundirían en un abismo.
Llegamos a casa; Franky se encontraba de viaje desde una semana atrás; así que me dirigí hacía el cuarto sin pronunciar palabra alguna. Antes de llegar a la puerta Alex me sostuvo de la mano obligándome a voltear. Nos miramos fijamente a los ojos, sonreímos ambas con notable tristeza en los ojos y me acerqué a abrazarla fuertemente.
Alcé la mirada, y de esa manera inesperada, como si el curso de la naturaleza fuese ese, como si el destino eligiera lo que sucedería después, nuestros labios chocaron, dejamos que nuestros instintos volaran, y jugaran esa última partida de ajedrez, la última batalla de las Reinas danzando en el tablero, sin peones, sin torres, sin caballos ni alfiles, sin reyes de por medio, solo una batalla de dos.
Entre tropiezos y besos furtivos llegamos al cuarto, nos deshicimos de la ropa, nos abrazamos y dejé que su olor impregnara mi ser y se quedara en mi memoria, como un recordatorio de lo que había sido y no podría volver a ser.
Dejamos que las cosas siguieran su curso, nos adentramos en las profundidades de aguas cristalinas; la escuché gemir mi nombre al oído, yo hice lo mismo inconscientemente a mitad de la cima; sabía que ambas estábamos locas la una por la otra; entre besos, gemidos y olas de placer dimos por concluido nuestro pacto, ese que parecía estar sellado con sangre ajena a nosotros, ese que decidimos poner en marcha sin importar las consecuencias que traería a futuro.
Esa fue la última vez que hicimos el amor, de esa forma como hacen los amantes, con entrega, con pasión, con ansia y desespero, como si el mundo estuviese a punto de extinguirse, como si todos los volcanes estuviesen a punto de estallar, como si el planeta entero estuviese al punto del colapso, como si un meteorito estallase contra la tierra y lo último que pudiese ver en el mundo fuese su cuerpo desnudo y su mirada ardiendo en placer y lo último que escapase de nuestros labios fuese el botón detonante de mil bombas nucleares. Y así culminó todo, con un intenso gemido que representaba el fin de todo. ¡BOOM!
***
Al día siguiente pusimos todo sobre la mesa; Alex me entregó una enorme lista de funcionarios corruptos de diferentes países, y una no tan larga con los nombres de los principales cabecillas de otros tantos países.
- Así que eso es todo, ¿no es así? – dije sosteniendo con una mano el sobre que en su interior contenía los nombres de las personas que tiempo después irían tras mi cabeza.
- Un trato es un trato oficial. – Respondió.
- Alex, si no te vuelvo a ver, si todo esto acaba mal, si un día mi cabeza debe rodar por todo lo que he hecho, quiero que sepas... – me calló abruptamente.
- Cállate, que eso no pasará, no dejaré que nada ni nadie te ponga un dedo encima.
- Pero...
- Pero nada, Vanessa, te he cuidado las espaldas por tantos años, que te hace creer que te dejaré en paz esta vez.
- Aun así, quiero que sepas... – intentó callarme nuevamente. – Quiero que sepas que... - Respiré profundo. – Que te amo, y que te agradezco por todo esto que estás haciendo.
El que ella me entregara esa información era una bala segura en la cabeza de ambas. Sabía que su padre no metería las manos por la traición de su hija si es que llegaba a enterarse algún día, y sabía de antemano que mi institución tampoco lo haría.
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EL PESO DE LA PLACA - (+18) - LGBT+ (TERMINADA)
De Todo¿Alguna vez te has preguntado cuanto pesa la placa de un policía? Vanessa Navarro comandante condecorada por la Interpol, la persona que llevo a cabo el operativo más grande de esta institución, su objetivo: Los grandes capos de la mafia. Alessandra...