9. ENFRENTAMIENTO

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A lo largo de mi vida he tenido que enfrentar diversos momentos, tuve que enfrentar a mi padre al decirle que sería policía, tuve que enfrentar el abrirme paso ante un nuevo mundo, enfrentar a delincuentes, narcos y mafiosos. Y en este caso el decir enfrentar simplemente era un decir por decir, enfrentar a Jaciel significaba abrirle mi corazón y hacerlo parte de mi vida, más de lo que ya era.

Al día siguiente tuve que "enfrentarlo" a él, la única persona que consideraba familia. Era momento de decirle a Jaciel que era lo que estaba sucediendo conmigo, así que decidí ir a despertarlo aquella mañana fría de invierno.

- Buenos días, dormilón. – Dije al entrar a su habitación quitándole las cobijas de encima.

Él adormilado respondió – ¿Qué? – soltó un quejido. – ¿Qué hora es? – dijo entre bostezos.

- Es hora de que te levantes y te des un baño porque te quiero invitar a desayunar. – Contesté.

Se quejó; lo vi estirándose entre la cama y fijando su mirada en mí.

- Supongo que es algo importante, sino no me hubieras despertado a esta hora. – Dijo sentándose al borde de la cama.

Lo vi ponerse de pie, era más alto que yo, delgado y de cabello chino, traía puesta un pijama a cuadros y una camiseta sin mangas. Lo oí decir – Ven. – Me pose frente a él y me rodeo con sus largos brazos.

- Recuerdas cuando nos conocimos, eras la niña más ruda de la escuela; quién diría que tienes un corazón de pollo.

- Cállate, eso no lo puede saber nadie, además solo teníamos seis años. ¿Cómo puedes asegurar que sigo teniendo un corazón de pollo?

Soltó una risa para después decirme. – Solo lo sé, ¿olvidas que te conozco bastante bien?

Gruñí y me retiré de su habitación. - ¡Ya apúrate! Que el desayuno se hará comida.

Salimos de casa y nos dirigimos a un pequeño café. Al entrar se abría paso un piso de tipo ajedrez, rojo con azul, pinturas, fotografías y figuras de papel mache adornaban el interior; tomamos asiento en una de las varias mesas abarrotadas de inscripciones manuscritas, frases, nombres, declaraciones de amor, entre otros, que inundaban cada una de las mesas y las paredes a nuestro alrededor.

Niños, jóvenes, adultos mayores, tomaban asiento alrededor de nosotros; perecía que en aquel lugar del mundo el tiempo simplemente no pasaba y la brecha generacional de las personas a nuestro alrededor no existía.

Nos tomaron la orden, y apunto estuve de hablar cuando Jaciel me interrumpió.

- ¿Cómo estás? Te veo poco, tus horarios y los míos no son muy compatibles, pero me preocupas, no respondas "bien", porque ambos sabemos que no lo estás, ¿has hablado con alguien de lo que pasó? – Sonaba preocupado.

Suspiré. – No sé ni cómo estoy, no sé cómo sentirme, y tengo tantas cosas por decirte. – Los ojos se me llenaron de lágrimas.

- Pues para eso están los amigos, ¿no? Sabes que puedes confiar en mí y que aquí estaré siempre.

- Lo sé... Hay tanto que no te he dicho desde ese día. Creí que moriríamos, fue horrible escuchar las balas atravesando la patrulla, ver a Mendoza con terror en el rostro, y cuando sostuvo nuestras cabezas no pude evitar llorar; desde ese día no duermo bien, y sé que ellos tampoco es algo que hemos decidido guardar en secreto, un secreto que solo sabemos nosotros.

No soy capaz de sostener mi arma sin que me tiemblen las manos. Sueño que me persiguen y me disparan, lo cual es absurdo cuando nunca he recibido un disparo.

EL PESO DE LA PLACA - (+18) - LGBT+ (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora