capítulo 38

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En la sala de estar de la mansión Wayne estaban los cuatro niños acompañados por Neal mientras esperaban a que sus padres y Alfred terminaran con sus quehaceres.
Darien estaba acostado al revez en el sofá con las piernas levantadas en el espaldar y el cuello apoyado en el filo del mueble. Estaba tan aburrido que solo se dedicaba a observar la habitación al revez. Keith jugaba con su consola de videojuegos acostado boca abajo sobre la alfombra. Emma estaba sentada en el sillon con las piernas colgando y Neal sentado en la alfombra frente a ella dejandola jugar con su cabello haciendole pequeñas coletas y trenzas además de ponerle binchas rosadas. Mientras tanto el adolecente jugaba con el pequeño Raph al ajadrez.

De repente Darien se levantó con una gran sonrisa y relamiendo sus labios por el rico olor que llegó desde la cocina. Rapidamente, y seguido por Keith, corrió hacia la cocina. Emma, más tranquila que sus primos, se levantó y caminó detras de los dos niños y lo mismo hicieron Neal y Raph. Cuando llegaron a asomarse por la entrada de la cocina vieron al mayordomo amasar la masa para algun dulce

-con que le puedo ayudar señor Pennyworth?- preguntó Neal acercandose al hombre

-llameme Alfred, joven Neal, y no se preocupe puedo manejar la merienda de los niños- respondió amablemente con una sonrisa

-lo imagino pero...por favor encargueme cualquier trabajo, cualquiera. Quiero ayudar aunque sea en lo más minimo- rogó el chico.

La verdad es que se sentia un poco inútil al no poder ser de gran ayuda en lo que respectava la misión "salvar al presente-futuro"

-si es lo que quiere...como se le da hacer galletas?-

-se hacerlo aunque no pienso llegarle ni a los talones. Raph habla maravillas de su comida y en particular de sus galletas-

-la practica hace el maestro. Puede ayudarme a amasar- dijo el ingles a lo que el castaño se arremangó, se lavó las manos y se puso al lado de Alfred quien le dió parte de la masa para mostrarle como hacerlo.

Luego de un rato hornearon las galletas y prepararon chocolate caliente para los más jovenes y un té para el mayor.
Juntos se sentaron en la mesa y comieron. Sin poderlo evitar los ojos del adolecente caian seguido en la figura del hombre. Ver a Alfred dejaba a Neal anonadado. Era como estar viendo un documental que trataba de modales, protocolos y buenas maneras. Ese hombre era tan elegante, preciso y formal en cada momento que le sorprendia. Aún estando sentado comiendo daba la impresión de alguien sumamente elegante, le hacia pensar a los nobles del 1800. La espalda recta, hombros relajados pero firmes, los movimientos delicados y su traje en perfecto orden y sin una sola mancha a pesar de trabajar entre la cocina y los niños que tambien estaban tranquilitos comiendo junto con el que llamaban abuelo.

Al terminar Neal ayudó a Alfred a lavar los platos, siempre con los niños vigilando cada movimiento por curiosidad más que por desconfianza, Neal por fin habló

-Alfred, usted era de la inteligencia inglesa, verdad?-

-así es- confirmó

-entonces usted sabe de defensa personal- dijo el chico

-correcto- el mayordomo se limitaba a responder sus preguntas a pesar de imaginar a lo que queria llegar con ellas

-me enseñaría?- pidió por fin ganandose la mirada indescifrable del hombre

-es que no quiero ser una carga. Por lo menos quiero poder defenderme por mi solo-

-puedo enseñarle lo básico si eso es lo que quiere-

-es todo lo que le pido-

-muy bien. Bajemos- le dijo al terminar de poner los platos limpios en los estantes.

Segunda GeneraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora