Capítulo 8: Relaciones

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Mientras observaba a Sofía llevar a su abuela al cuarto para acostarla, no podía evitar enfocarme en su expresión. Le pesan los párpados y la sonrisa que ella tanto se esfuerza por mostrar estaba lejos de aparecer. Mantenía una respiración lenta y un tanto pausada para tratar de sentirse aliviada. Y a veces, cuando el silencio se hacía presente, daba la sensación de que podría romper en llanto en cualquier momento.

Todo este comportamiento de ella solo podía verlo cuando se encontraba sola, en el momento que se olvidaba de mi presencia y por pocos segundos, todos esos gestos aparecían.

Era la razón por la que Sofía siempre hacía tantas preguntas, por lo que hablaba tanto, no quería estar en silencio. Era su forma de escapar de sus emociones y seguir aguantando todo.

«Ahí va de nuevo», pensaba al verla suspirar cuando terminó de acomodar a su abuela en la cama. Ella miró a su alrededor, buscándome, por lo que su expresión cambió y una sonrisa forzada apareció.

No me llamó, por lo que no apareceré. No me veía, pero sabía que estaba aquí, en el mismo cuarto. Sofía empezó a acomodar todo a su alrededor mientras trataba de aparentar que estaba bien, como llevaba haciendo desde que estoy con ella y por lo que es obvio, desde hacía mucho más tiempo.

Seguí a su lado mientras se dirigía a la cocina. Tomó la pollera de la escuela que estaba cerca del horno, apagó la hornalla y con expresiones muy exageradas demostró su desagrado, todavía no podía quitar esa mancha de su ropa. La colgó en el balcón para dejarla secar por completo, sabía que era inútil seguir intentando, mañana irá con otro pantalón al colegio.

Luego ella se dirigió al baño para cepillarse los dientes y atender cualquier otro tipo de necesidad. Repitiendo la misma escena de la última vez, donde se quejaba de mi presencia, tratando de bromear para distraerse y usándome como su pequeño desahogo.

Cuando por fin se acostó, hizo varias preguntas como de costumbre y poco a poco el cansancio le ganó. Había tenido un día bastante complicado, era normal que su cuerpo no aguantara.

No era necesario que aparentará conmigo, podía ver de manera clara a través de ella. Además, estoy seguro de que lo sabía. Aun así, se esforzaba por hacerlo, quería que viera que no necesitaba nada.

Por alguna razón que desconozco, en ese momento sonreí. ¿Empatía? ¿Es posible tener sentimientos por un humano? Por alguna razón, sentía que hacía lo mismo que ella: Exageraba mis expresiones, intentaba hacer bromas, trataba de demostrar emociones que no tenía, ¿y para qué? No era necesario hacer todo eso.

Levante mi mirada hacia el techo, sé que puedo actuar como los otros y el resultado sería el mismo.

¿Era más divertido de esta forma? No, no es eso. Nunca interactúe tanto con la persona de la que estoy a cargo, ni mucho menos me involucre: como en la escuela y el "apoyo" de hace rato.

Enfoqué mi mirada de nuevo en Sofía, mientras la veía dormir, quería seguir con esta sensación de descubrimiento que tenía.

—Eres una humana muy interesante —Puse mi mano de manera suave en su frente—. Espero que este sueño te ayude a sentirte mejor.

Un pequeño regalo que nunca podrá demostrar que le había dado. Era de agradecimiento por el poco tiempo que llevamos compartiendo y en señal de que espero con ansias todo lo que nos quedaba juntos...

Esa misma mañana, durante el primer recreo de la escuela.

El momento que tenía tan ansiosa a Sofía por fin llegó. «Espero que con esto todo mejore», estaba sola en la oficina del preceptor, esperando a que llegaran los demás. «Hoy es un buen día, desde que me levante me siento bien y estoy de buen humor, es una buena señal, ¿verdad?», jugaba con sus dedos por los nervios. Al escuchar que abrieron la puerta se volteó rápido por reflejo y vio entrar a Griselda junto a su madre. Se giró, suspiró de manera sutil y quedó mirando el escritorio que había delante.

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