Capitulo 28: Sentirse acompañada / sentirse solitaria

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5:30 p.m, lunes.

Faustino volvió de la plaza y acababa de llegar a su casa.

Al entrar vio a su hermana sentada al lado de su abuela. Ambas estaban viendo televisión, Sofía seguía con la misma ropa que usaba para dormir y tenía todo el pelo desarreglado.

—Volviste más temprano de lo de Franco —dijo Sofía forzando una leve sonrisa.

—Ah, sí... Es que, él tuvo que ir a otro lado.

Ni el propio Faustino sabía por qué seguía aquella mentira, solo dijo lo primero que se le vino a la mente. Había estado pensando cómo actuar desde que empezó a volver a su casa, pero ahora estaba muy nervioso.

Tenía una pequeña idea y varias palabras que decir, pero al no estar acostumbrado a hablar con su hermana de esa manera, no lograba hacerlo. Es como si hubiese aparecido un nudo en su garganta.

Fue a servirse algo de agua, no quería actuar raro ni nada. Pero hasta este simple hecho le parecía extraño, no dejaba de sentir su corazón latir con rapidez y una extraña inquietud dentro de él.

«Siéntate cerca de ella y... dile lo que piensas», se dijo a sí mismo el pequeño, tratando de mentalizarse para actuar.

Al acomodarse en una silla, detrás de Sofía y Gladis, apoyó su codo sobre la mesa para estar más cómodo y de alguna forma, conseguir que sus manos se quedaran quietas. No estaba acostumbrado a estar nervioso.

Pasaron un par de minutos y nada. Ni siquiera sabía que era lo que veían en la tele, él tenía toda su concentración en las palabras que quería decir. Y mientras más pensaba, más sentía ese nudo en la garganta, incluso se le dificultaba tragar saliva.

—Sí la abuela necesita algo, llámame —indicó Sofía, poniéndose de pie y yendo a su habitación.

Esto tomó por sorpresa a Faustino, quien seguía dándole vueltas en su mente. Lo único que pudo hacer fue asentir para responder.

Al quedarse solo con su abuela, se dio cuenta que había fallado. No estaba haciendo nada, otra vez, y de esta forma, no iba a poder ayudar a su hermana.

A pesar que su relación nunca había sido muy unida: no hablaban mucho, ni se "abrían" uno con el otro para contarle cómo se sentían, ni mucho menos se contaban secretos, pero siempre habían estado juntos.

Sofía siempre se había encargado de todo, algo que él nunca le había dado importancia hasta ahora. Por primera vez, Faustino debía hacerse cargo de todos los quehaceres y, aunque esto fuese algo pesado, no era lo que lo molestaba.

Extrañaba a la antigua Sofia. Le parecía algo molesta, siempre repitiéndole lo mismo, siempre pregúntalo como le fue en la escuela y como estaba, siempre insistiendo en que se lave la cara, se arregle el pelo, acomode las cosas, siempre estando ahí con buen humor.

Algo que ahora estaba lejos de verse y era la razón por la que se sentía tan diferente la casa. Nunca pensó que aquella persona que lo "molestaba" tanto con pequeñeces, lo dejaría de hacer. Y ahora, que ya había pasado cerca de una semana de esta forma, deseaba que su hermana volviera a ser la de antes.

¿Por qué si sabía lo que tenía que decir, no era capaz de hacerlo? ¿Por qué costaba tanto expresar algo tan importante?

Se cuestionaba estas cosas Faustino, nunca había tenido problemas para hablar, pero ahora el peso de aquellas palabras y sentimientos le eran demasiado para sacarlos...

Una hora pasó sentado en su lugar, tratando de armarse de valor. Había creído que si esperaba un poco y lograba calmarse, sería más fácil, pero ahora se daba cuenta de que no era así. En el momento que se preparaba para ir hablar, volvía a ponerse nervioso y a sentir aquel nudo en la garganta.

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