CAPITULO 6

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Augusta que vio como el Sheik miraba a Sabrina y le sonreía, tuvo que morderse la lengua para no decir lo que pensaba. Su amiga era una mujer joven y hermosa, que ocultaba su esplendor por su condición de viuda y también por las marcas que la relación con su difunto marido había dejado en ella.

Esa noche, Sabrina nuevamente tuvo pesadillas pero está vez no con la serpiente sino con Adam Kenworth. Su marido , su dueño y su verdugo. En ella volvía a ser esa niña de apenas dieciséis años llegando con un hombre mayor a la casa que sería su prisión. Revivió con horror su noche de bodas, dónde el hombre le quitó su virginidad luego de darle una paliza ya que ella lógicamente se resistió.

Despertó llorando y gritando y por más que lo intento no pudo volver a dormir.Los recuerdos del miedo y el dolor no se lo permitieron.

Ahora y a la distancia pensaba como aquella noche funesta no fue la última vez que sufrió esa vejación. Más si fue la única en que se defendió. Con el tiempo se volvió sumisa , se sometió sin quejas ya que descubrió que si no se oponía , todo pasaba más rápido. Adam Kenworth , era cuarenta años mayor que ella, y su físico y fuerza estaban intactos a pesar de la edad. Le excitaba hacerle daño a la inocente que tuvo el descaro de comprar a su padre como parte de pago de una deuda de juego.

A los veinte años Sabrina quedó finalmente embarazada de Frederic y tuvo por nueve meses una paz que la llenó de esperanzas. Durante ese tiempo, Adam no la golpeó ni le obligó a cumplir sus deberes maritales. Lastimosamente después de parir a su hijo sano y salvo aún antes de terminar la cuarentena , fue sometida a más abusos.

Los días pasaron y  Sabrina recibió un mensaje del dueño del club Laurels que decía que su hermano, Sebastián , llevaba algunas horas bebiendo y jugando allí. De inmediato, acompañada de su chófer se dirigió al club resuelta a  traer a su hermano a casa.

Era un sábado muy animado en el club Laurels y Said que inicialmente fue en compañía de Amelia, se quedó jugando al poker y apostando con algunos de sus socios en un emprendimiento textil que estaban ideando.

A su derecha un grupo de jóvenes bastante ebrios parecían discutir sobre la validez de una de sus partidas y uno de ellos en particular, a quien los demás llamaban Sebastian,estaba preparando sus puños.

Sebastián era pelirrojo, delgado y de aspecto desaliñado,se quedó sin fondos pero ese no era el único problema, le descubrieron haciendo trampa y sus camaradas se mostraban inflexibles en que debía pagar o firmar un recibo.Las cosas se salieron de control cuando el primero rompió una botella e intentó herir a uno de sus acreedores.

En medio de ese alboroto Said pudo divisar una mujer entrando por el lateral del salón. La figura esbelta de la dama vestida de negro llevaba el pelo recogido en un rodete y el la reconoció al instante , era la viuda Kenworth. Estaba sola en un lugar lleno de hombres y para colmo se aproximaba a dónde sucedía la pelea.La escucho llamar enérgicamente a Sebastián tratando de que se detenga.

El Sheik reaccionó separando a los jóvenes y tomando al pelirrojo de las solapas ante los ojos de una escandalizada Sabrina. Seguidamente uno de los guardias del club sacó a los demás juerguistas del salón. El Sheik , Sebastián y Sabrina terminaron en uno de los cuartos que se usaban para contar dinero.

Sebastian estaba muy ebrio y quizás drogado. Se resistía retorciéndose a la sumisión de un hombre el doble de grande que él y mucho más fuerte. El cashier del club entró en la escena y fue inflexible. Debían saldar la deuda de juego y sacar al virulento caballero del local.

—Le enviaré el cheque endosado por la mañana. No llegué a tomar mi bolso ya que mi hermano lleva desaparecido algunos días y cuando recibí la información de que podía estar jugando en este club salí de inmediato— explicó Sabrina sin quitarle los ojos de encima al mal estado de su hermano.

La Elegida del SheikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora