CAPITULO 24

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Una semana pasó de aquella noche de reencuentro con el sheik y jamás se había sentido más miserable. Deseaba verlo pero no tenía el valor de enfrentarlo. Sin embargo, después de lo que había experimentado una urgencia irrefrenable y mordaz invadía su cuerpo. 

Solo le quedaban tres días para terminar los asuntos que la detenían en Londres y eso la obligó a tomar una determinación. Con la excusa de arreglar algunas cuestiones relacionadas a los negocios que aún compartían con Said , escribió una nota dándole aviso de su visita una tarde de jueves. 

El sheik por supuesto recibió aquel mensaje con felicidad. Aunque sabía que debía ser prudente para no alejar a Sabrina. Preparo todo para quedarse a solas en su residencia , los niños fueron a pasar la noche con su tía Beryl que sospecho que el pedido de su hermano se relacionaba con la viuda.

Ella llegó a la casa a la hora señalada, llevaba sombrilla y un vestido estampado de flores en colores rosa claro. Había cambiado aquel aspecto duro y receloso desde la última vez que la vio en el condado por uno más acordé a su situación. Y no cabían dudas de que era una mujer increíblemente hermosa.

La vio ingresar a su sala y solo con mirarla sentía el deseo de arder en su interior. No había dormido bien desde aquella noche con ella. Tenía demasiadas cosas en su cabeza.

La elegante alfombra bajo sus pies y el exótico amoblado de aquella casa le recordaron a la casa del sheik en el condado. Pensó en su hijo que insistía en cuidar las rosas del jardín vecino pues no renunciaba a la  idea de que Said regrese y sintió pena.

—Bienvenida a mi casa—dijo Said, invitando a sentarse. 

—Gracias por contestar, espero no haberlo puesto en aprietos con sus demás ocupaciones.

—Bien, debo reconocer que no esperaba una nota suya pues su cuñado me actualiza acerca de los negocios que tenemos en común cada mes—  cuando el término de hablar , Sabrina reparo en el fino traje negro que el llevaba puesto , solo lucía el chaleco con la fila de botones dorados abierta, la camisa y el pantalón que se ajustaba a aquellas atléticas piernas a la perfección. 

Ella recordaba haber sido prisionera de esas piernas en la cama algunos días atrás y solo imaginarlo le subió el color a sus mejillas. Tenía que aceptar que ahora que había probado la intimidad con Said, no podía sacarlo de sus pensamientos.

—Esto es nuevo , no creo que mi cuñado pueda darle un informe detallado de la fábrica en Hampshire—

El sheik sonrió melancólico  , recordaba haber hablado de Hampshire con ella. Tomó la carpeta que Sabrina  le extendió y  se dedicó a revisar su contenido.

La viuda se acomodo en el asiento y cruzó sus manos debajo de su mentón,sus ojos pardos cobraron un brillo felino mientras lo contemplaba volteando las páginas y haciendo algunas anotaciones.

—¿Puede venir y decirme que escribió aquí ?—pidió Said señalando con su lápiz a una parte de la hoja que estaba leyendo. Incauta, Sabrina cruzó el trecho entre su sillón y el escritorio y fue a pararse al lado del sheik.

—¿Dónde? —preguntó ella ya con el papel a la vista. El le señalo nuevamente y ella leyó en voz alta 

—Ese dato no tiene importancia dice " anexo de maquinaria a cargo del señor Jonas Brickwold" 

Lista para dar la vuelta sintió las manos de Said rodeándola para luego arrinconar contra el escritorio. Un jadeo de sorpresa escapó de los labios de la viuda cuando la boca del sheik impactó contra la suya,ella respondió al beso con igual urgencia.

—Sabrina… ¿Es esto a lo que has venido?

Ella lo miró y sonrojada asintió con la cabeza. Asombrado, el sheik la liberó y la viuda se apoyó contra el escritorio.

Temblaba y aún estaba lo suficientemente cerca de él como para sentir el calor que había desatado.

—Te deseo tanto que te tomaría aquí mismo. No tienes idea de lo que estás haciendo conmigo.

—Perdoname… por favor Said. 

— Dijiste que solo sería una noche— afirmó Said, acariciando su rostro con el dorso de su mano—¿Acaso está será solo una tarde?—

Sin esperar respuestas,las manos de Said se recrearon en los broches del frente de aquel primoroso vestido, los pechos bien formados y solo cubiertos por una camisola blanca pronto emergieron , pasó la fina tela por arriba de la cabeza de su amante y su torso desnudo quedó expuesto al fresco aire del despacho. El vestido fue a parar al suelo alfombrado y la dueña sentada al borde del escritorio presa del asalto sensual del extranjero. Temblando de placer hasta gritar mientras la boca de Said bebía el nectar de su sexo.

El no se molestó en desvestirse. La penetró  entre los papeles que había revisado. Sabrina lo besaba mientras él entraba y salía de ella dejando cada vez menos margen de duda de que lo deseaba con locura. 

—Di que te gusta. Di que quieres más, te lo daré tanto como quieras.

Ella jadeaba, temblando luego del orgasmo que le había provocado, ahora arrojada como una flor marchita encima de él que acabó por sentarse con ella en el sillón frente al escritorio.

— Solo contigo…

Said sonrió y acarició su cabello rojo como el fuego a plena luz. Sus ojos verde grises se ensombrecieron al mirar el escritorio revuelto luego de su arrebato de pasión, la luz del sol aún se colaba por las ventanas y solo recordar la sensación de aquel voluptuoso cuerpo desnudo entre sus brazos , le hervía la sangre. 

Apasionado como era, consciente de que la entrega de la viuda era total, las últimas vacilaciones se borraron de su mente mientras tomaba a Sabrina suavemente del rostro y la enfrentaba a su mirada. Ella respiraba agitada pero no lo esquivo, le era imposible.

— Adoro que tú piel tenga mi perfume y tú aliento ahora también sea mío…habibi.

Sabrina observó a su alrededor y se sonrojo. Le había hecho el amor a plena luz del día y sobre una mesa, no acreditaba su nivel de desvergüenza. Estaba completamente loca, y el causante de esa locura le sonreía mientras la acariciaba y sostenía. 

La beso rudamente, hasta quitarle el aliento. Y ella tembló  descubriendo que el sexo de Said estaba duro nuevamente y que su entrepierna aún estaba húmeda.

—Muestrame como darte placer— le pidió y el la guío hasta sentarla sobre su erección. Dándole absoluto control sobre los dos. Said gemía entre sus labios y bebía su aliento excitado por la cadencia con que ella se movía. 

No paro hasta que el sheik se hubo derramado dentro de ella de forma brutal y abundante. 

La Elegida del SheikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora