AMIGOS NUEVOS

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Jimin disfrutaba de aprender y hacer cosas nuevas, el kinder era el lugar perfecto para experimentar esas aventuras... Sin embargo, ahora se encontraba en cuclillas bajo un árbol algo espeso, su jardinera amarilla protegía a su uniforme de la suciedad y manchas de pintura dentro del aula. Estaba solo, abrazando sus piernas mientras veía con anhelo a los niños que corrían, reían y saltaban alegres por todo el patio.

Quiero jugar con ellos.

Su ilusión siempre había sido tener muchos amigos con quién convivir, jugar, hacer lo mismo que estaban haciendo ahora, deseaba columpiarse a ganar con alguien o correr para no ser atrapado. Nada de eso sucedía, desde el primer día que llegó a la escuela notó como era excluido.

Antes en su viejo colegio la exclusión iba más allá, era mejor dicho, rechazo, aquella palabra que desconocía parcialmente pero que sabía directamente como funcionaba. Los niños le decían cosas que para fortuna de su aún inexperiencia de leer los labios con agilidad, no podía entenderlos del todo, aunque lograba descifrar algunas palabras que lograban herirlo cuando le llamaban "enfermo" o "tonto", incluso una vez un niño muy malvado lo empujó al piso haciendolo llorar y burlándose de él, todavía recuerda lo que le dijo porque precisamente lo hizo con señas perfectamente formadas. 'Eres un niño raro y tonto, por eso nadie quiere estar contigo... Tienen miedo que los contagies y los hagas como tú'.

Jimin les juró a todos que su sordera no era nada contagiosa ni peligrosa, aseguraba que podían jugar con él sin temor. No funcionó como quiso, sus rostros de asco y la indiferencia siguió plena y su soledad no le abandonó.

Ahora estando en un nuevo lugar creyó en su infantil ingenuidad que las cosas cambiarían y los amigos le lloverían de a montón cuando les enseñara que podía ser 'normal', por ello se esforzaba mucho en aprender y así sorprenderlos, tampoco funcionó, si bien si se maravillaron con su gran velocidad en los deportes o su ingenio en dibujar, todo acto de interés para acercarse se veía saciado por la gran brecha que se pintaba al no poder entenderce con claridad.

No había acosos o burlas y lo agradecía pero tampoco había amistades ni compañía, su soledad le seguía abrumando y por eso Yoongi se había convertido en alguien muy especial que lo hacía sentir menos solo y más reconfortado.

Fantaseando en las cosas que haría si tuviese amigos, el pelinegro no se percató cuando un castañito risueño se paró a su lado, observandolo con suma concentración, tanta que su ceño fruncido atacaba su tierno rostro.

-¿Qué haces aquí solo?- pregunta sin obtener respuesta por largos segundos de espera, esto no le pareció nada cortez e hizo sentirse enojado-. Oye, ¿Por qué no me contestas? ¿A caso estás triste o enojado?

Pero nuevamente no hubo respuesta, en verdad estaba impacientandose. Él solo se había acercado al verlo sin nadie, pensó que quizás quería jugar y con toda la actitud de amigar, le habló, pero este niño era muy grosero y ni siquiera le miraba.

Con más irritación caminó los pocos pasos que le separaban, tomó su hombro con algo de brusquedad y le hizo girar para mirarle con mucho enfado, sus manos se hallaban en sus caderas justo como su madre lo hacía con su padre a la hora de reclamarle sobre sus ropas mal puestas.

Jimin lo vió con sorpresa, estaba algo nervioso cuando el rostro del castaño le acusaba intensamente. No sé movió de su posición inicial y quiso saludar con la esperanza de poder platicar con alguien al fin pero la boca del otro niño más grande se movió indicando que estaba diciendo algo.

-Ey tú, ¿que tus papás no te ensañaron a ser educado y responder cuando alguien te habla? Mi mamá dice que solo los niños groseros y feos no contestan. Si tú eres un niño feo y grosero nadie te querrá.

DOLLHOUSE YOONMIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora