LEUCOCITOS

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Las vacaciones de verano estaban próximas, quizás por aquello el rotundo calor no hacía menos a las energías de los niños, tal vez saber que pronto serían sus despedidas finales a todo lo que conocieron y adoptaron como seguro y cómodo, la escuela, sus maestros, sus compañeros, sus amigos, mermaba su aburrimiento.

Era momento de disfrutar como solo los infantes purificados de la estresante vida sabían hacer.

Jimin y Taehyung no solían separarse, de hecho quien los viese, pensaría que la sangre une lazos y que en realidad son hermanos, otros dirían que las almas gemelas se encuentran en cualquier presentación y momento. Lo cierto aquí es que sí, había un lazo invisible que los unía en un afecto que ni ellos a tan corta edad, daban importancia, era común, era nato entre ambos y si, sus almas hacían sintonía para no desencajar menos.
Una compenetración exquisita.

Taehyung no tenía hermanos ni hermanas, se sabe que si le pidieran su opinión al respecto se resumiría en algo tan básico y contradictorio con sus acciones presentes: «Los hermanos no me gustan, prefiero ser hijo unico». Paralelo e irónico a esto estaba Park Jimin, hijo de un matrimonio promedio, con una hermana menor y seleccionado de la biología para ser un gen mal desarrollado.

Lo quería, más que un amigo, se querían, la hermandad no venía a base de sangre y ADN idéntico. Jisoo no se hacía menos pero era muy chica aún y bastante berrinchuda, lo atribuía a ser menor.

Los sentidos de protección y vigía se habían desplegado a contra corriente en el tierno ser de Tae, Jimin era mayor por unos meses pero no importaba cuando los demás querían burlarse de él, cuando alguno se pasaba de listo haya sido por un fatal accidente o con ventaja maliciada. El castaño se sabía cómo protector de su adorable amigo quien si bien trataba de cuidarse por si solo, a veces las ocasiones le sobrepasaban cuando el ansioso silencio le apabullaba.

El azabache jugaba tan animadamente en el área recreativa, gustaba subirse a la casa allá arriba y luego tirarse en un resbalón por el tobogán, por cortos segundos se sentía como un pasadizo mágico, probablemente Alicia experimento la misma emoción.

Por su lado estaba Tae quien prefirió un columpio en esta ocasión y desde abajo veía como bajaba Jimin, luego corría a las escaleras, atravesaba la casita y volvía a tirarse de la resbaladilla cerrada.

En una oportunidad donde Jimin acababa de caer con diversión y sonrisas quedas, le llamó a darle atención.

-Voy al baño Minnie- en ese mundo nadie más que ellos se entendían, eran unicos-. Quédate aquí, vuelvo rápido.

-Ok Tae.

Luego de la trivial conversación, el energético pelinegro cedía en parte a las exigencias del alto clima. Estaba sudado de tanto sube y baja así que decidiendo hacer algo menos caótico, apenas se alejó unos dos metros para entrar en el arenero y armar casitas de arena irregulares.

La última vez que fue a la playa a armar castillos de arena con su palangana y cubeta, habría sido en unas vacaciones ya lejanas, de echo solo lo sabe por las fotos en el álbum y sus múltiples preguntas curiosas.

Quiere ir para recordar cuando regrese del mar y contarle todo lo que vió y encontró a Tae, o mejor aún, llevarlo con él, eso sería tan maravilloso.

Sus pensamientos giran, se revuelven, gritan y se visten, a veces siente que dentro de su cabeza todo es normal y que el silencio no existe, cuando se perdía en sus pensamientos sentía como si estos le hablaran de una manera diferente a la suya, que no es ni señas ni verbal. Adentro puede oir, hay ruido, hay buena música. No lo comprendía y no lo piensa. Era como si su mente tuviera voz y su cerebro oídos sanos.

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