CAPÍTULO 5 (EMOCIONAL)

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He probado muchos labios, amores, corazones, pieles... Me han entregado amor, lo he saboreado y lo he rechazado, y jamás me arrepentiré de haberlo hecho, porque mi pecho no dió ningún vuelco al ver a ninguno, porque la intensidad que encontré en sus ojos verdes no los encontré en ningún otro.
Está claro que prefiero que todo se revolucione a que se mantenga en calma. No quiero que mi corazón esté quieto, quiero que se ilumine, que lo abrace y salgan fuegos artificiales. Quiero pasión. Quiero sus manos por cada espacio de mi piel, y que me pruebe sin miedos, sin control. Que todo se vuelva sudor, y sus manos pertenezcan a mi cuello y mis tetas a sus manos.
Es curioso cómo las cosas básicas pueden llegar a parecer extraordinarias en ciertos momentos. El ruido de los coches haciéndose con la calle, los pájaros que daban pequeños golpes en el cristal de la ventana, él descansando sobre mi pecho y soltando leves ronquidos, su aroma impregnando toda la habitación... Todo era extraordinario.
Yo llevaba media hora despierta, observándolo dormir, mientras acariciaba su cabello. Christopher se movió y rodeó mi cintura con la mano.
-Buenos días — soltó, con voz ronca. — Es de mala educación mirar a alguien mientras duerme.
-¿Quién lo dice? ¿Tú? — Me reí.
-Sí. — Entonces con los ojos aún cerrados, con los dientes levantó la camiseta suya que llevaba y llenó mi vientre con pequeños besos. — Sabes tan bien — dijo mientras levantaba la cabeza para observarme.
-Tú sigue así y no podré ir a ningún sitio hoy. — Me reí.
-¿A dónde quieres ir?
-Pues me gustaría bajar a correr antes de ir a trabajar.
-Un poco más. — Volvió a recorrer mi vientre con besos, pero esta vez hacia abajo.
Aquella mañana no fui a correr.

Salté de la cama, y recorrí la habitación en busca de cualquier cosa con lo que poder cruzar el pasillo hacia mi casa. Finalmente cogí una camiseta larga de su armario.
-Maldita sea, tengo que ir a trabajar.
-Yo iré más tarde.
-Ventajas de ser el jefe.
-Exacto — mostró una sonrisa arrogante. — Además, quiero pasar un rato por casa de Vanesa. — Entonces paré de moverme. Me limité a observarlo. — ¿No tienes que ir a trabajar?
-¿Vas a casa de Vanesa? — Esperaba una buena respuesta, una que me convenciera.
-Tengo que hablar con ella. No he conseguido localizarla desde que se fue de aquí ayer. Merece una disculpa y una explicación. — Esperó a que reaccionara. Era innegable que tenía razón.
Me arrodillé en la cama junto a él y le di un beso en los labios. Él me agarró y me dio tres más antes de dejarme marchar.
Corrí hasta mi piso, me di una ducha rápida y me puse un traje de chaleco y pantalón corto lila, unos tacones blancos abiertos, a juego con el bolso y casi salí corriendo de casa.
La mañana fue tranquila, como mi primer día, me enseñaron las instalaciones y mi despacho. Básicamente me encargaría de contactar con los clientes, en concreto, las agencias de publicidad.
Salí del edificio a las tres y media de la tarde. El primer impulso que me invadió fue llamar a Christopher. Pero vi mi teléfono y no vi ni un mensaje suyo. Toda la mañana y parecía no haber pensado en mí. Guardé mi móvil en el bolso, y empecé a caminar hacia el metro de Plaza Castilla.
No tardé en llegar a casa. Me quedé en el rellano, pensando en si debía ir a mi piso o ver si Christopher estaba en el suyo. Porque era inútil negármelo a mí misma, quería verlo. Necesitaba verlo.
Di dos pasos hacia su casa. Levanté la mano para tocar el timbre. Paré justo a tiempo de que mis dedos lo rozaran. Maldita sea, ¿y si estaba con Vanesa?, ¿podría reprocharselo? Ni siquiera sabía en qué punto estábamos.
Di la vuelta y me dirigí a mi piso.
El móvil sonó media hora después. Contesté al segundo tono.
-¡Hola! — Janet parecía emocionada.
-Hola.
-Tienes cositas que contarme ¿verdad? — La oí soltar una pequeña risa.
-¿Por qué estás tan emocionada?
-No, empieza tú. ¿Qué ha pasado con Christopher? — Esa mañana mientras me marchaba a trabajar, le había mandado un mensaje tratando de resumirlo todo, pero me fue imposible. — ¿Qué tal el primer día de trabajo?
Se lo conté. Me escuchó sin interrupciones.
-Me alegro por ti y Christopher. Ya iba siendo hora.
-Gracias. Aunque todavía me cuesta créermelo.
-¿Por qué?
-Es extraño que todo sea tan perfecto. Que no haya problemas.
-Respira tranquila y no llames a la mala suerte.
-Lo intentaré. — Suspiré.
-Yo tengo que contarte algo. — Calló unos segundos. Aguardé hasta que volvió a hablar. — ¿Te he hablado de Sofía alguna vez? — Parecía nerviosa.
-Sí, la jefa de Marketing de la otra empresa.
-Sí, bueno... — volvió a callar. — Nos hemos besado.
-¡¿Qué?! Creía que te caía mal.
-Y yo también, es una estúpida. Pero ayer en la cena con los inversores estaba tan guapa. Hablamos un momento, bueno, nos enfrentamos como siempre y casi sin darme cuenta, la besé o me besó ella. No lo sé.
-Y luego, ¿qué pasó?
-Nada. Nos dimos unos cuantos besos, pero no tuve el impulso de acostarme con ella. Obviamente me atrae, porque es hermosa, pero... no lo sé.
-Increíble. — Que Janet me estuviera diciendo eso era demasiado raro.
-Lo sé.
-¿Has vuelto a hablar con ella?
-No, y no sé si llamarla o simplemente esperar a verla en el trabajo. — Estaba inquieta, podía notar que realmente le preocupaba qué hacer. Estaba más que sorprendida por su actitud. Jamás creí que vería a Janet en ese estado, y mucho menos por una chica.
-Yo esperaría a verla en el trabajo.
-Tienes razón. Que no crea que me gusta.
-Pero Janet, sí qué te gusta.
-No sé qué me ha dolido más, que hayas dicho eso o que me hayas llamado Janet. — Me reí.

PERDIENDO EL ALIENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora